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Adolfo….por Luis Villegas

ADOLFO.

Resulta que el pasado 31 de agosto Adolfo cumplió años; 19 para ser exactos. ¿Qué por qué no lo comenté antes? Porque ya estaba cocinándose la reflexión sobre Putin así que debí esperar.

Adolfo ya está de vuelta; andaba estudiando inglés; yo no sé si sí aprendió o no, tengo mis duditas, pero él jura y perjura que sí; que “yes”; que: “¡Oh, My God! ¡Damn! ¡Shit!”; “¡of course, dad!”; y yo lo miro y lo oigo y se asemeja a tener visiones, creo, porque no le entiendo ni “j”; pues bien, Adolfo ya regresó y está viviendo conmigo.

Yo estoy muy contento de que esté de vuelta; claro que de un tiempo a la fecha me siento “Papá 4×4”, porque antes de que mi bendición regresara de allá de donde andaba, yo iba al mandado una vez cada mes y medio, básicamente para comprar lo que iba a tirar en seis semanas, pero ahora no; aparte de preocuparme porque el bodoque tenga ropa limpia, haya gas en la casa e instalen el Internet —porque ese asunto del Internet fue un casus belli, ¿eh?—, es como haberle dado alojamiento a una marabunta; arrambla con todo lo que halla a su paso: “¿y mi yugur, Adolfo?”; “me lo tomé”; “¿y el jugo de naranja?”; “se acabó el de mango”; “¿y la leche?”; donde sí me asusté fue cuando desapareció mi desodorante “¿te lo tragaste?”; “¡Ay, papá, lo dejé en casa de mi mamá!”.

Mis apremios han ido en aumento de manera exponencial; la semana pasada, por ejemplo, fuimos por cereal, pero el nene lo quería de chocolate, no había; bueno, sí había, pero tenían malvaviscos; ¡85 pesos la caja! Sí lo compré, total; pero eso sí, al otro día en la mañana: “¿y las Zucaritas?”, preguntó él; “guardadas —respondí yo— ¿o qué te creías, qué eran para comer? A 85 pesos la caja son Zucaritas de exhibición”.

Cabe apuntar, por otro lado, que a las dificultades de convivir con un exadolescente, se suman algunas venturosas buenas nuevas; así, resulta que, allá en donde andaba, Adolfo hizo algunos interesantes descubrimientos; entre ellos, su talento culinario; parece ser que un día, un compañero de alojamiento, un italiano o algo así, vio que estaba comiendo y le entró un arrebato súbito de lástima. Yo no sé qué pasó, pero me imagino que la cosa fue más o menos así: “¿Ma cosa mangi, creatura? ¿Che merda è? ¡Mamma mia! ¿Non hai imparato a cucinare a casa, vero? ¡Porca miseria!”; o algo parecido, porque ya ven como son los italianos dados a la tragedia; ahí mismo, lo enseñó a cocinar.

Digo, tampoco está para el Maxim’s de París, hasta ahorita sólo ha cocinado cuatro cosas: Pollo al vino blanco, pollo a la naranja, espagueti a la carbonara y espagueti “a la Adolfo”, pero ahí la lleva; la intención es lo que cuenta. El espagueti a la Adolfo se explica por un desliz de mi parte; un día abrí el paquetito de tocino que teníamos, para cocinar huevos con tocino; el resto del tocino se echó a perder así que cuando el Adolfo fue a cocinar su espagueti a la carbonara ya no había; se enfurruñó y, a querer y no, lo convencí de que sustituyera el tocino por jamón de pavo; lo hizo y quedó muy bueno, por eso le llamo espagueti “a la Adolfo”; técnicamente debería ser “espagueti a la Villegas” pero no quiero entablar un pleito con mi retoño sobre derechos de autor.

El espagueti que cocina Adolfo es otra cosa: de li cio so; y acompañado con un vinito blanco, uy, uy, uy, me recuerda el riquísimo “arroz huérfano” que algunas vez comí en Saltillo (un  saludo a mi amigo del alma, Pepe Martínez Valero) y que se llama así porque —sí, adivinaron—, porque no tiene madre. Lo del espagueti a la Adolfo me recuerda, por cierto, un chiste: Llega un señor a un restaurante y pide pato salvaje a la naranja; dado que no tienen pato, va el chef y le pregunta al cliente si no quiere, en vez del pato salvaje a la naranja, una gallina encabronada a naranjazos; así nosotros, sin pizca de tocino de puerco, abundante jamón de pavo e inventiva mexicana.

En fin; Adolfo ya está aquí, pero parece ser que sólo por unos meses; yo lo disfruto; y le deseo desde estas líneas, que siga cumpliendo años y llegue a los 70, a los 75, a los 100; que cumpla muchos, muchos más, y que cada uno, le depare inmensa dicha y felicidad.

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Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com

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