La captura pesquera declinará conforme aumente la destrucción de los manglares; se estiman pérdidas anuales de aproximadamente 800 kilogramos de camarón y peces de importancia comercial por cada hectárea destruida de esos ecosistemas, debido a su correlación entre la extensión de la zona de mareas (manglares en los trópicos) y el volumen de captura en las aguas adyacentes, explican especialistas en oceanografía biológica y pesquera.
Esas áreas son de gran importancia no sólo por su valor socioeconómico, sino por la capacidad de mantener una alta productividad y equilibrio en los entornos lagunares estuarinos.
Presentan fertilidades tan elevadas como el más eficiente de los cultivos domésticos; en algunas zonas llegan a exportar esa capacidad a las aguas marinas colindantes y en regiones áridas los ecosistemas terrestres adyacentes tienen funcionalidad equivalente a un oasis.
Tres cuartas partes de la superficie terrestre están cubiertas por agua, pero 90 por ciento presenta una fecundidad similar a la de un matorral desértico. Las regiones fértiles del mar abarcan sólo el 10 por ciento y se ubican dentro de ecosistemas costeros, particularmente los manglares.
De hecho, se estima que de la pesca total mundial, 90 por ciento se realiza en las regiones costeras, y de ese total, 70 por ciento lo constituyen organismos estuarinos, o aquellos que en algún periodo de su vida habitan estos ambientes.
Los beneficios de los manglares y ecosistemas lagunares-estuarinos comprenden gran variedad de bienes, servicios, usos y funciones de valor para la sociedad, la flora y fauna silvestre, así como para el mantenimiento de procesos naturales, e interactúa con otros medios marinos y terrestres. Por ejemplo, existen evidencias de que su destrucción ocasiona pérdida de estructura en arrecifes de coral.
Los manglares se caracterizan por una elevada producción; sirven de hábitat de apoyo a las pesquerías de la plataforma continental; son zonas de alimentación, refugio y crecimiento de crustáceos y alevines, así como protección de flora y fauna silvestre, incluso especies en peligro de extinción, endémicas y migratorias.
También actúan como sistemas naturales de control de inundaciones y erosión, como protección contra huracanes e intrusión salina, y mejoran la calidad del agua al funcionar como filtro biológico.
Asimismo, contribuyen a la prevención de la formación de suelos ácidos, generan condiciones de microclima, ayudan a mantener sistemas y procesos naturales como respuesta a cambios en el nivel del mar, trampas de carbono, y conservan los procesos de acreción, sedimentación y formación de turbas.
En el país están contemplados dentro de la norma 059 de la Ley General de Equilibrio Ecológico para su conservación, con una categoría de protección especial para el manglar blanco, negro y botoncillo, y como especie rara, al manglar rojo.
También están bajo un régimen de conservación o uso sustentable por diversas normas como la NOM 022 para la conservación de los humedales.
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