Como si de una plaga se tratara, la presencia invariable y creciente de hechos de violencia, sangre, crimen e impunidad pareciera empeñarse en demostrar que en nuestro régimen, la sociedad misma en que convivimos, está condenada a la destrucción.
Así, las consecuencias de los propios hechos han “despertado” a sectores de la sociedad que, cansados de vivir en la inseguridad, han alzado sus voces para exigir justicia.
Un ejemplo de ello, es lo que señala la BBC Mundo, en un artículo titulado “Javier Sicilia, el hombre que quiere despertar a México”: El poeta y periodista mexicano, nunca imaginó que encabezaría un movimiento ciudadano contra la violencia por el narcotráfico.
Sin restar valor a las aportaciones de este esfuerzo que ha despertado Sicilia, resulta un tanto preocupante que durante los últimos años solo aquellos que han perdido a un ser querido o cercano son los que convocan a participar en este tipo de movimientos para exigir a los gobiernos –sean del nivel que sean- que actúen eficaz y eficientemente.
Probablemente Marisela Escobedo, Isabel Miranda de Wallace y Alejandro Martí –tan solo por mencionar algunos ejemplos–, tampoco imaginaron encabezar movimientos ciudadanos contra la violencia; sin embargo, de una situación de adversidad y crisis se elevaron mas allá de los límites para transformarse en inspiración, causa y razón para muchos que decidieron seguirles.
Definitivamente es bueno tener liderazgos que nos llamen a participar; pero más efectivo sería que los ciudadanos tomásemos acción, para ir mucho más allá de tomar las calles en exigencia de paz; la medida sin duda es buena, pero no deja de ser unilateral, se trata de un mecanismo de presión hacia el Estado, cuando la problemática actual toma una dimensión drástica que exige medidas igualmente drásticas, donde sin duda el Sector gubernamental puede y debe fijar directrices, pero todos debemos participar por iniciativa propia y sin esperar a que algo malo le suceda a alguien cercano.
Ya no es suficiente ser ciudadano a “secas”; es necesario sacar al buen ciudadano que todos llevamos dentro y no esperar a que algo malo suceda en nuestro círculo cercano para señalar y exigir a nuestros gobernantes que hagan su trabajo, porque por algo quisieron están ahí.
El problema con los crecientes actos de violencia a causa del combate al crimen organizado, no es cosa de meses, ni siquiera de unos cuantos años, se gestó a lo largo de todo un proceso que trajo como consecuencia el fortalecimiento de los grupos criminales a la par del debilitamiento del poder público.
Desafortunadamente, también durante ese proceso, los ciudadanos nos fuimos limitado a ser solo eso: ciudadanos, olvidándonos de ser buenos ciudadanos, conscientes de que ser un ciudadano activo implica mucho más que seguir el guión de deberes y derechos, el cumplimiento básico de las leyes, porque somos parte de una colectividad que pareciera moverse al ritmo del poder y del dinero, ese que ha logrado descomponer por la vía de la corrupción instituciones cuya solidez es indispensable y necesaria; pero que hoy, está casi totalmente ausente.
Y es que parte de esa auto-limitación para ser buenos ciudadanos, se debe a que al no querer cumplir con nuestras responsabilidades, renunciamos por consecuencia a ejercer nuestro derecho a exigir y sobre todo, a participar.
Queda claro pues, que en México se necesitan líderes sociales, pero también se requiere de los buenos ciudadanos; es decir, de mexicanos en toda la extensión de la palabra, mexicanos que no esperen el llamado a participar para hacerlo. Mexicanos unidos no solo a la hora de exigir, sino para cumplir con las responsabilidades que todos y cada uno tenemos, porque solo de esa manera podremos tener un México mejor. Ser un buen ciudadano, más que una guía, requiere de voluntad y definición.
Esto, solo es hablando del tema de inseguridad que se vive en México, porque no podemos olvidar que hay muchos otros temas que han requerido del liderazgo de otras personas que nos hagan el llamado a participar.
Resulta imprescindible pues, ponernos a reflexionar seriamente que mientas que los grupos delictivos si están organizados, los ciudadanos hemos permanecido indiferentes y desorganizados; lo cual sin duda, ha sido un factor fundamental para la descomposición de nuestra sociedad.
El abogado y político francés Jacques Delors, quien fuera pieza clave para la consolidación de la Comunidad Europea, señaló en su momento que “La crisis de valores consiste en que en este mundo todo se compra. Defendamos los sueños que el dinero no compra”.
Aída María Holguín Baeza
Correo: laecita@gmail.com Artículos anteriores: http://laecita.wordpress.com
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