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Una amnesia estratégica…por Luis Villegas

Si alguien me preguntara por qué me metí en política contestaría con la frase de Henry Burton -personaje de la película “Colores Primarios” (basada en la novela del mismo nombre), protagonizada por John Travolta en el papel del Gobernador Jack Stanton-: “La gente lo creía [a Kennedy] y yo quiero eso mismo: Creer. Quiero ser parte de algo que haga historia”.[1] No es que yo creyera, es que yo quería creer; quería ser parte de algo que hiciera historia. Así empezamos muchos; luego vienen los desencantos, los desencuentros y las negociaciones con uno mismo para hacer compatible lo que uno cree, con lo que uno quiere creer y lo que uno ve todos los días.

La política es un juego de espejos; y aunque no voy a incurrir en la grosería de meter a todos los políticos en el mismo saco -los políticos son como los tamales: Hay de dulce, chile y manteca- ni a descalificar a la política por sí misma -la política es una actividad extraordinariamente noble cuya finalidad es una sola: Servir a otros-, los últimos tiempos nos muestran que existe una clase dirigente (política, económica, empresarial, etc.) empeñada -hoy más que nunca emPEÑAda- en sangrar a este dolorido país hasta el final, al amparo de la desmemoria del mexicano promedio.

Prueba de ello, es que tengo en mis manos un libro titulado: “Democracia republicana. Ni Estado ni mercado: Una alternativa ciudadana”,[2] escrito por el esternocleidomastoideo de la historia patria, el innombrable, Carlos Salinas de Gortari.

Al igual que en su obra anterior, “La década perdida 1995-2006: neoliberalismo y populismo en México”,[3] el libro contiene una clamorosa, entusiasta e irreal defensa de sí mismo, de su gestión al frente de los destino de la Patria (a la que estuvo en un tris de partirle su Matria) y de las tesis económicas, políticas y sociales de su autoría durante dicho periodo; algunos de los postulados del libelo repiten la cantaleta de tres años antes; ocuparse de desmentir esas fábulas es motivo de escrito aparte y remito al lector o lectora interesados a una serie de artículos previos que agrego a este envío para su consulta si ése fuera el caso. Lo destacable es que ahora, a su argumentación primera en el sentido de que durante su mandato México se llamó: “Jauja”, le siguen una serie de pseudorazonamientos cuyo propósito último es convencernos de que con la participación ciudadana todo es posible.

Cobra sentido, ahora sí, la campaña liderada por su primogénito, denunciada semanas atrás por quien esto escribe,[4] relativa a llamar a  los mexicanos a sumarse a una iniciativa, la cual busca restablecer la paz en México “mediante el fortalecimiento de la sociedad civil”.[5]

Como todo aquello que emprenden los felices y multimillonarios miembros de este nefasto clan, tal parece que “todo está fríamente calculado” (diría el Chapulín Colorado), sólo resta que nos llamen a los buenos a seguirlos y creo que lo están intentando. No más falta que caigamos en el garlito -o para el caso, en el “carlito”-, y atendamos a esa voz mentirosa y cínica que olvida su corresponsabilidad en la debacle económica de hace poco más de 15 años donde millones de mexicanos perdieron hasta la camisa y que, para variar, benefició a unos pocos; precisamente a los más ricos y poderosos de este país.

Refiriéndose al rescate de la banca privada durante la crisis económica mundial de 2008, escribe el Innombrable en una de las páginas de su obra: “La nacionalización de los bancos en los países industrializados: Se socializan las pérdidas y se privatizan las ganancias”;[6] y abunda: “El Estado había decidido subsidiar al capitalismo”. Esa frase me recordó de inmediato un párrafo de Noam Chomsky: “El libre mercado es para los pobres. Nosotros tenemos un sistema dual: Protección para los ricos y disciplina de mercado para el resto”.[7] Y también agrega: “Es una idea muy extendida: Las utilidades son privadas pero los costos se socializan”.[8] ¿Lo ve? El politólogo y el político coinciden en que, en el ámbito internacional, los poderosos del planeta son los que se llevan las ganancias y los que menos tienen los que pagan el pato -en México ocurre exactamente los mismo-.

Lo que sí ya no dice el esternocleidomastoideo en ninguna de las 976 páginas de su libro, es la responsabilidad que le es propia en estos hechos; por lo menos en nuestro país. Empecemos por recordar el famoso “error de diciembre”; el innombrable se empeña en intentar engañarnos y en responsabilizar exclusivamente al Presidente Ernesto Zedillo. Según su versión, gracias a él, al Innombrable, México era un país de ensueño durante los primeros once meses de ese año (y los cinco años previos); y en unos diítas, a todo se lo llevó el carajo.

Es como pretender -permítanme la burda analogía- que el embarazo de una muchacha de 15 años por parte de su “novio” de 16, ocurre en el momento en que se consuma el acto sexual entre los dos adolescentes. Es ridículo; ese embarazo no deseado (con todas sus implicaciones) inicia desde mucho tiempo atrás, en ocasiones semanas o meses antes, e involucra a los padres de la muchacha y del muchacho; a su ignorancia sobre qué estaban haciendo sus hijos con su tiempo libre -y porqué-; a la comunicación deficiente de cada pareja con su hija o hijo; a la falta de información de todos ellos; etcétera.

Una economía que se desploma en unos cuantos días, no semanas ni meses, días, no puede ser una economía “sana”; sólo un loco o un imbécil puede pretender tal cosa; de hecho, rescato el dicho del propio esternocleidomastoideo, quien admite sin tapujos que le propuso a su sucesor “compartir” la responsabilidad de los acontecimientos por venir: “Salinas por su parte, argumenta que había hablado con Zedillo para compartir la devaluación entre las dos administraciones, y que Zedillo decidió tomar la carga del ajuste económico en su totalidad”.[9]

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com


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