Año Nuevo: ¿propósitos o resoluciones?…por Aída María Holguín
En vísperas de la festividad que marca el momento en el que la Tierra comienza a darle otra vuelta al Sol, aflora la tradición de enunciar (oralmente o por escrito) una serie de propósitos para los próximos 12 meses. Lamentablemente, esa bonita tradición suele terminar en la mala costumbre de no llevarlos a cabo.
Quizás, esa mala costumbre se alimenta del hecho de que lo que se formula son simples propósitos y no resoluciones decretadas con firmeza; es decir, que solamente se expresan meros deseos o ilusiones, y no sólidos objetivos de un plan estratégico de acción para solucionar -en el tiempo establecido- lo que se quiera, se deba o se tenga que resolver. Dicho en otras palabras, el no cumplimiento de algunos -o todos- los propósitos planteados cada nuevo año, suele ser causado por la débil determinación personal desde el mismo momento en que éstos son concebidos.
Es importante entonces, comprender que los deseos y las necesidades son asuntos distintos que, por ende, deben ser priorizados apropiadamente cuando se van a definir los propósitos (independientemente de que su motivación sea o no sea el Año Nuevo). Esto es, definir cuáles de esos propósitos son simples deseos y cuáles son verdaderas necesidades (o cuáles son ambas cosas) para así, en su momento, asumirlos como objetivos y tomar las mejores decisiones respecto a las acciones que deben emprenderse para cumplirlos de manera oportuna, pertinente y eficaz.
En ese contexto, resulta imprescindible saber que existe un útil recurso conocido como “objetivos SMART” (por su acrónimo en inglés) que deja muy claro que, para tener mayores y mejores posibilidades de cumplir con los propósitos, resoluciones, metas u objetivos, es necesario considerar 5 parámetros fundamentales; de los cuales, en el mejor casos, solo el primero suele ser considerado al momento de “elegir” (no de establecer) los propósitos para el Año Nuevo (y para otras ocasiones): la “S”, de específicos (claros, precisos y concisos); dejando a un lado la “M”, de medibles; la “A”, de alcanzables; la “R”, de realistas; y la “T”, de tiempo (establecer plazos razonables para su cumplimento).
El caso es que, Año Nuevo o no, lo que hace falta es pasar de lo simbólico a lo significativo; es decir, dejar de enunciar propósitos “a lo loco” y comenzar a establecer resoluciones (visualizadas como objetivos) que, con fuerza de voluntad y determinación, deben ser cumplidas.
Tal y como la ocasión lo amerita, finalizo citando y suscribiendo lo dicho alguna vez por político y ex primer ministro de Suecia, Goran Persson: “Que nuestra resolución de Año Nuevo sea la siguiente: estaremos allí el uno para el otro como miembros de la humanidad, en el mejor sentido de la palabra”.
Aída María Holguín Baeza
laecita.wordpress.com
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