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La barra rarámuri…por Jesús Manuel Rentería

…Son un poco mas de las cuatro de la tarde de un domingo cualquiera, en una mesa de la cantina de barra circular, con el aire enrarecido por el humo del tabaco y un fuerte aroma a “guamis o gobernadora”, con el que se pretende suavizar el tambien fuerte tufo a orines, ahí departen alegremente cinco jóvenes tarahumaras, dos varones y el resto mujercitas, los cinco liban y comparten “caguamones” de esos de casi litro y cuarto de “espumosa”; aunque los cinco presentan los rasgos propios de los raramuris, los dos del sexo masculino visten al estilo vaquero, incluìdas las botas tipo “chihuahua” con puntas tan largas que es casi imposible que el dedo “gordo” las alcance, muy lejos quedaron ya el taparrabo, los huaraches de “tres agujeros”, el tocado que con cierta altivez portaban en la cabeza,  y todo lo que alguna vez utilizaron sus ancestros y que siguen utilizando los que no han sido sometidos por la civilización.

Las chamaquitas en cambio, conservan algo de su tradicional indumentaria en rara mezcolanza con prendas “ de las de acà”, una de las tres, algo regordeta , de tez bronceada, eso si, sin ninguna imperfección –tal vez ya descubrió asepxia- viste una falda de un chillante color naranja que la cubre casi hasta los tobillos, y una sudadera color índigo con capucha, y debajo de ella una camiseta de un verde fosforescente que casi lastima las pupilas, todo ello rematado por unos huaraches de plástico color lila, es misión imposible pasar desapercibida con esa gama de colores.

Otra de ellas, quizá la mas jovencita, menudita, de ojos pispiretos y de andar ligero, viste una falda azul y una camiseta muy pegadita al esbelto cuerpecillo y casi y casi del mismo tono que la falda, algo muy raro en ellas ya que no son muy dadas a  cuidar la combinación de colores y texturas en la ropa, se pasea de su mesa a la barra con un andar tan ligerito como si no pisara el suelo, no se como se llame, pero yo la llamarè “pies ligeros”.

La tercera, de complexión normal, lleva una falda floreada y la complementa con una blusa blanca también de confección a la usanza de sus mujeres mayores, sin embargo ella tiene una particularidad, lleva el negrísimo cabello, al estilo de los “emos”, un mechòn le cubre totalmente el ojo derecho, el lado obscuro dicen los chavos que siguen  esta subcultura tan en boga.

Los cinco platican animadamente en su dialecto salpicado con algunas palabras en español, todos le atizan duro al “caguamòn”, por supuesto de la Marca INDIO, dos de las jovencitas, la “emo” y “pies ligeros” le dan un sorbo a su vaso de cerveza y luego, con verdadera fruicciòn, dan una larguísima chupada a un marlboro blanco, ambas, como puestas de acuerdo, hechan hacia atrás la cabeza mientras que con suma voluptuosidad exhalan lentamente el humo del tabaco con una sensualidad que hubieran querido tener Ana Luisa Pelufo y la mismísima Marìa Fèlix.

De pronto, suena un celular , “pies ligeros” rápidamente se deshace del cigarrillo, y de no se donde saca su aparato, “es un mensaje” dice a sus contertulios, lo lee, cuchichea algo a la “emo”, intercambian unas frases entre sì, sonríen con esa risita muy propia de las de su raza, y luego pies ligeros se embebe en devolver el mensaje con una agilidad de dedos que lleva a pensar que ella nació con un celular en la mano, mientras tanto, uno de los “vaqueros” que las acompañan, comenta, “trai buen celular”, mientras subrepticiamente, como con pena, toma su Motorola –que tenía sobre la mesa- de esos de 200 pesos con 50 de tiempo aire, y disimuladamente lo desliza en el bolsillo de su camisa color rabiosamente guinda que combina perfectamente con sus botas y cinturón, “es un soni eriso” interviene la tercera comadrita que hasta ese momento no había abierto la boca, sumamente entretenida en las libaciones y en observar a dos mocetones, también raramuris que hacían lo propio en la barra, esta observación es escuchada por la dueña del teléfono, que como todas las mujeres de cualquier raza, credo religioso y político o color de piel, son capaces de estar pendientes de varias conversaciones a la vez, asì, “pies ligeros” suspende su actividad en su celular, voltea a ver al vaquero de la camisa guinda y le silabea lentamente a escasa distancia de su rostro, “y ya mero junto pa comprarme un black berry”.

Luego de responder el mensaje de texto, “pies ligeros” se levanta para ir al baño, no sin antes invitar a las otras dos a acompañarla, esta es una de las costumbres que tienen todas las mujeres del mundo, mientras se dirigen a satisfacer la necesidad fisiológica e igualmente lógica luego de las libaciones, “pies ligeros” dirige una coqueta mirada a uno de los paisanos de la barra, quien le corresponde con un “escaneo” de pies a cabeza deteniéndose quizá mas de lo debido en los incipientes pechos de la mujercita que libremente juguetean debajo de la ajustada blusa.

Para llegar al baño hacen escala en la rockola, muda hasta ese momento, y “la anónima”, quien llevaba –vaya usted a saber donde- una moneda, la saca y la deposita en la ranura del aparato y dice en voz muy alta a sus compañeras “a ver si tienen de Manà”, como no encuentra lo que busca opta por no marcar nada, se meten al baño, salen de el, la “anónima” y la “emo” se van a la mesa, mientras “pies ligeros”, ya en pleno “ligue” se queda en la barra con uno de los dos paisanitos, en cuyo hombro reposa en varias ocaciones su cabeza en coquetísima actitud.

El compayito de la barra, al igual que los acompañantes a la mesa de las tres damitas, tampoco viste ya a la usanza raramuri, el lleva una playera Aeropostale color verde y un ajustado pantalòn de mezclilla tambien de marca y el pelo al estilo “mango chupado”, casi podría pasar por un chabochi de no ser por sus acentuados e innegables razgos tarahumaras.

De repente algo ocurre, los siete jóvenes indígenas platican algo en su ininteligible –para nosotros- dialecto y casi todos se retiran del lugar, solo queda el joven de la aeropostale, quien luego de unos caguamones màs, se queda dormido en la Barra-ràmuri y fin de la historia.

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