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Brasil Vs México…por Aída María Holguín

Desde el 15 de junio, la pasión futbolera se ha apoderado nuevamente de los miles de millones de fanáticos de este deporte en el mundo; especialmente, de los fanáticos de los 8 países participantes en la Copa Confederaciones con sede en Brasil, y que concluirá el 30 de junio.

En México, el futbol siempre ha tenido un efecto hipnotizante; sobre todo, durante el tiempo que la selección mexicana logra permanecer en las competencias; es decir, la mayoría de los mexicanos permanecen informándose y/o pegados a la pantalla para constatar que nuestro equipo nacional juega como nunca, y pierde como siempre.

Una vez ubicados en el contexto del momento deportivo que se vive en Brasil, lamento decepcionar a algunos lectores porque a partir de este párrafo el tema de futbol se termina, y me enfocaré solo a analizar la diferencia que existe entre la sociedad brasileña y la mexicana.

Resulta que cientos de miles de brasileños de diferentes ciudades, han salido a las calles a manifestar su inconformidad con el gobierno de aquel país sudamericano. Todo comenzó con el aumento del precio del transporte público; después, se fueron sumando a las protestas diferentes actos gubernamentales con los que no están de acuerdo.

Entre los temas de reclamo hacia el gobierno brasileño, destaca el de la corrupción de la clase política y los altos costos de la organización de la Copa Confederaciones de Fútbol y de la Copa de la FIFA 2014 cuando en Brasil se requiere más inversión en los sectores de educación y la salud, -según señalan los manifestantes-.

El caso es, que mientras que en Brasil cientos de miles de personas salen a las calles a exigirle a su gobierno un mejor desempeño, en México seguimos instalados en la comodidad, prefiriendo quejarnos vía internet, ir a votar por un gato, anular el voto, o simple y sencillamente permanecer enfrente de un televisor viendo novelas o un partido de futbol.

“Renuncio la Copa del Mundo. Quiero dinero para la educación y la salud” dicen los brasileños en las calles -y en las mismas sedes donde se celebran los partidos de futbol-; mientras que en México las cosas son muy diferentes ante las constantes incongruencias entre las políticas públicas y las necesidades reales.

Tan solo por mencionar algunos ejemplos: nos quejamos desde la comodidad de la casa por los gasolinazos o por la construcción de una “Estela de Luz” que costó 305 mdp. En Chihuahua, los chihuahuenses gustosos acuden la Feria de Santa Rita- Expogan, cuyas nuevas instalaciones costaron 350 mdp en un gasto por demás ocioso, toda vez que ya existían instalaciones para tal fin. Aunque en Ciudad Juárez hubo gran descontento por la construcción de una “espantosa equis” que costo más de 100 mdp, no dejaron de ser inconformidades virtuales desde la comodidad de la casa.

Cierto es -aunque no lo hayan consignado la mayoría de los medios locales-, que en el caso de la espantosa equis y de la Feria de Santa Rita, los gobernantes de los municipios correspondientes y del estado, recibieron un merecido abucheo de los presentes en las respectivas inauguraciones, pero no renunciaron al pan y al circo.

En Brasil también abuchearon a la presidenta Dilma Rousseff durante la inauguración de la Copa de Confederaciones; pero a diferencia de México, las multitudes enunciaron al pan y al circo para irse a la calle, acción que obligó a Rousseff a suspender un viaje a Japón; posteriormente, tuvo que emitir un mensaje a la nación en el que reconoció que hay problemas sin resolver, además haber propuesto ya un plebiscito para llevar a cabo una reforma política en el país.

Aunque todavía falta ver si realmente habrá otras acciones concretas para atender las demandas de los brasileños, ha quedado claro que los cariocas no quitarán el dedo del renglón. Esto, lo confirman los más de 15 días que llevan las protestas de cuerpo presente.

Brasil no es el primer país en el que se demuestra que con las manifestaciones ciudadanas en la calle, se logra más que con las quejas virtuales. México, tampoco es el primer país en donde se demuestra que mientras sigamos siendo una sociedad civil desorganizada y/o instalada en la comodidad de la casa para quejarnos, seguiremos teniendo los gobernantes que tenemos.

Es necesario aclarar que aunque soy fiel creyente y practicante del derecho de manifestación, estoy en contra de que éstas terminen en actos vandálicos. Es deber ciudadano exigirle a nuestros gobernantes que hagan bien su chamba y en beneficio de todos, pero hay que hacerlo de manera civilizada; de otro modo, más actos de abuso estaremos provocando.

Si bien es cierto que en México manifestaciones van y manifestaciones vienen, éstas se realizan para para causas particulares y no generales; dicho en otras palabras, no hemos entendido que la unión hace la fuerza y que se necesitan protestas en conjunto en las que se exija al mismo tiempo una solución a todos y cada uno de los problemas que nos aquejan como sociedad.

Finalizo esta vez con una frase del escritor, periodista y dramaturgo portugués, José Saramago: “es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos.”

Aída María Holguín Baeza

Correo: laecita@gmail.com

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