Carta Abierta a Manuel Bartlett o loa al Cinismo…por Luis Villegas
Don Manuel:
A mis 51 años recién cumplidos, debo admitirlo, le empiezo a tener cierto respetito a los asuntos de la edad; entendida así, de modo genérico –“abstracto”, dirían los clásicos–, porque tampoco es cosa de rendir pleitesía al primer imbécil que se nos pare enfrente por más canas que peine o quisiera peinar. Como sea, le dejo el “don Manuel” porque no tengo alternativas; todavía no hay modo de decirle a alguien, en el trance de dirigirle una misiva, que vaya y mingue a su chadre hasta la pared de enfrente, de ida y vuelta, dos veces, y luego pretenda uno cuidar las formas; en tanto que el de “Senador”, no es mote que le quede a cualquiera, por más que cualquier cualquiera pueda llegar a serlo sin ningún mérito para ello; en “don Manuel” queda, pues.
Resulta, don Manuel, que hace aproximadamente tres días, reconoció Usted que Carlos Salinas no ganó la elección de 1988; declaró: “Carlos Salinas de Gortari no ganó la elección presidencial de 1988. [Usted] precisó que no fue por medio de fraude cibernético, sino por la manipulación de cifras y, después, por la destrucción de las boletas”.1 Luego vino un desmadre; si no me cree, métase a Google; cerca de 12 mil 800 resultados2 entre esa declaración y, ¡ay, qué pena!, su retractación ulterior que lo pinta a Usted de cuerpo entero y lo refleja tal como es: Un ente, un vejete senil y cobarde, que ni aún en el brete de estar cerca de rendirle cuentas a su Creador, es capaz de asumir con un amago de virilidad siquiera, la infamia de la que fue un triste y vil solapador, si no cómplice, si no coautor, si no remunerado artífice.
Odian los académicos citar Wikipedia; asumiéndome como un tinterillo apenas, sin empacho vengo y la cito; el sitio da cuenta de Usted destacando que fue designado, en 1981, coordinador general de la campaña de Miguel de la Madrid, así como Secretario General del CEN del PRI; Secretario de Gobernación –y como tal responsable de organizar las elecciones de 1988- (de 1982 a 1988); Secretario de Educación Pública (de 1988 a 1992); Gobernador de Puebla (de 1992 a 1998); Senador de la República por el PRI (de 2000 a 2006);3 y finalmente, en 2012, otra vez Senador por el PT, luego de que ese partido lo invitara “por sugerencia de Andrés Manuel López Obrador”.4
La reseña anterior resulta indispensable para terminar el esbozo de su personalidad tétrica; político de carrera, no duda en saltar de un puesto a otro, de una a otra lealtad. No es de reclamársele lo mudable de su fidelidad, no podía esperarse menos de Usted –beneficiario insigne de sus silencios-, es de reprocharle la falta de pundonor, de decencia, de valentía mínima, para asumir, con todas sus letras, el hecho escueto del fraude de 1988: “Yo no sé si ganó o perdió Carlos Salinas: Manuel Bartlett”;5 qué pena don Manuel, con tan poca vida por delante y sin arrestos suficientes para asumir, por una sola vez en la vida aunque sea, las consecuencias de ser hombre.
Estos párrafos se los dedico, entonces, porque es digno de encomio, de sonoro aplauso, su gusto y apego a la vida; muriéndose, don Manuel, y con esa llamita que ya no habrá de abandonarlo jamás de ver qué le toca en esta mierda que encabeza Andrej Manuel, aunque el precio que haya de pagar sea que el país se hunda. Para Usted, priísta del alma, no sería la primera vez.
Por último, aclaro que lo de “vejete senil y cobarde, que ni aún en el brete de estar cerca de rendirle cuentas a su Creador” es una expresión pensada exclusivamente en Usted; lo que pongo de relieve porque nunca faltan los idiotas que se quedan en “vejete”, “senil”, “Creador”, etc., y luego, luego, piensan en su abuelito o en algún otro panegírico baboso relativo a la tercera edad o a la religión, por ejemplo. No señor, reivindico la expresión como propia y dirigida particularmente a Usted… dicho sea con todo respeto (diría Márgara Francisca).
Sin más por el momento, a la espera de que el Alzheimer termine pronto de ponerlo en su lugar (hay atisbos) y, de inmediato, la historia nacional lo abomine –o lo vomite-, quedo a sus órdenes.
Luis Villegas Montes.
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