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Carta de amor para una ex amante (III parte)…por Rafael Velazquez

DELICIAS, TU CIUDAD… XOCHITL

(A cada paso que doy… Voy sembrando trozos de mi corazón)

RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ

(ONASSIS)

Xóchitl, amada mía, quiero que sepas y a la vez te enteres, que nunca llegue a imaginarme siquiera que abandonar Parral, la Capital del Mundo, me trajera tanta dicha y dolor al mismo tiempo… Y la culpable de estos sentimientos encontrados eres ¡tú amada Xóchitl!…

Quién iba a decir que un trotamundos de mi calibre, qué un cínico de mi tamaño, que un díscolo de mi calaña, en suma que yo, el perfecto fantoche desfachatado del Onassis, iba a sucumbir de tan fea forma a los arrebatos de una ciudad como Delicias, primero y de una mujer como tú, después.

No quiero ni imaginarme cuando esté ardiendo en los apretadísimos infiernos, recibiendo chorros y más chorros de aceite hirviendo  en la rabadilla, pagando el espeluznante Pecado Capital de la lujuria, debido a los contubernios amorosos, pero pecaminosos, que mantuve contigo bajo el amparo dulcísimo de La Capital Agrícola del Desierto…

¡¡¡Ah, la lujuria!!!… De lujuria no platiquemos, que eso es cosa que ha de callarse. Qué pregunten a tu alcoba y a las sábanas de encaje, y a nuestra cama de agua (en la que Tin, nos hacía olas), y a los espejos de arriba y de los lados, ellos dirán lo que fue toro, palomo y arcángel…Sin embargo ¡no quiero contrición! ¡Nada que de ti me aparte!… Porque si la lujuria condena, el pleito es ley que se falle: Que no tengo salvación, ¡ni la preciso de nadie! Qué hasta muerto me pondría de pie, con sólo mirar las letras de tu camisa llamándome, mientras nuestra amada Delicias nos sonreía con socarrona complicidad y, al fin mujer, también con íntimo gozo.

Porque delicias también es mujer y yo, como hombre, caí rendido ante sus encantos… ¡Y qué clase de encantos! : Sus calles derechita, amplias, con un que otro bache, producto de administraciones descuidadas; con sus paseos enormes, su cielo insondable, sus campos verdes, el estallido ensordecedor y vibrante de los sembradíos en pleno crecimiento masivo, sus plazas frescas, su calor pasional, sus abundantes cucamongas, producto de administraciones no tan descuidadas. Sus abrevaderos públicos, mejor conocidos como “los arboles borrachos” y tantos y tantos encantos de esa maravillosa ciudad… Y en ella te conocí, te tuve y te perdí…

Si vieras como sufro, amada Xóchitl… ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me abandonaste de forma tan cruel?… Por lo menos me hubieras dicho algo, aunque fuera para reprocharme mi estado civil, mi desmesurado gusto por los burritos de cabeza de puerco del “Borrego de Oro”, con sus chilitos toreados y su chicharroncito tronador. O mi debilidad por las mujeres entre los 18 y 20 años… No, nomás te juntaste con otro y vi como desaparecían por una calle oscura junto al Teatro de  la Ciudad… Tú, del brazo de él y él con tu corazón en la mano, mientras yo veía como mi propio corazón se me escaba entre los dedos, hecho pedazos…

¡Ingrata! ¡Pérfida! ¡Disoluta!… Acabaste con la ilusión, rompiste la pasión abrazadora que nos consumía. Destrozaste nuestro amor y el encanto de la Ciudad… ¡Sí!, de la Ciudad, porque ya Delicias no es la misma sin tu amor:
“Qué profunda emoción

Recordar el ayer

Cuando todo en Delicias

Me hablaba de amor.

Que callada quietud,

Qué tristeza sin fin

Que distinta Delicias

Si me faltas tú.

Cómo sufro al pensar

Que en Delicias murió

El amor que jurabas

Eterno guardar.

Sólo queda un adiós

Que no puedo olvidar.

Hoy Delicias sin ti

Que fría y sola está”

Me despido parafraseando al gigantesco parralense Pablo Neruda: “Aunque esta sea mi última carta y estas sean las ultimas letras que yo te escribo”… Puedes irte Xóchitl. Te amo, pero no te sigo mejor ¡me quedo!… ¡¡¡ABUR!!!

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