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Combatir la inseguridad entre desconfianzas…por Karen Cano

 

Nadie está ganando con lo realizado hasta ahora para frenar la violencia. Es hora de replantear y de hacer algo distinto, aunque dudo que México y Estados Unidos puedan salir de su burbuja de intereses para hacer un esfuerzo conjunto y dar la cara al ‘monstruo’

Karen Cano
Tras la amenaza reciente del presidente Donald Trump de reducir a México la ayuda bilateral en materia del combate al narcotráfico, si nuestro país no muestra un progreso sustentable y verificable contra los cárteles, valdría la pena replantearse el origen de la falla –ya histórica –en estos esfuerzos conjuntos.
Uno de los factores que merma todos los esfuerzos conjuntos de los dos países es la desconfianza que existe y que es muy palpable en los acuerdos diplomáticos realizados entre uno y otro, mismos que demuestran la actitud paternalista que Estados Unidos asume hacia los demás países americanos, especialmente hacia México.
Apenas hace tres semanas Trump renovó la advertencia, que de hecho ya había realizado el año pasado, acerca de hacer recortes en materia de los apoyos brindados al país para la implementación de medidas que buscan dar golpes al narcotráfico por medio de la desarticulación de carteles, incautación de drogas y armas, así como la acción de extraditar a capos líderes para ser juzgados en territorio norteamericano.
Como para que no sonara a reprimenda, el mandatario estadounidense elogió los avances de Andrés Manuel López Obrador en esta materia, aunque resalta de manera indirecta la incapacidad que considera que el estado mexicano tiene para poder dar “guerra” a estos “ejércitos”; y posicionándose a la orden para colaborar.
Aunque de acuerdo con lo difundido en algunos medios de comunicación, desde el 2006 y hasta abril de este año se han extraditado mil 76 delincuentes detenidos por narcotráfico, homicidio y lavado de dinero, entre otros delitos. De estos, 78 han sido enviados a Estados Unidos durante la gestión de Andrés Manuel; por lo que éste respondió a la advertencia de su homólogo que cualquier ayuda sería bien recibida, siempre y cuando no se viera afectada –la ya muy manoseada– soberanía nacional.
Desde hace décadas que ambas naciones han acordado diversas iniciativas y estrategias para prevenir y combatir el narcotráfico en ambos lados de la frontera, aunque claramente estas nunca se han desarrollado en una posición horizontal; un tanto por la preocupación expuesta por Andrés Manuel –ya mencionada– aunque también por otros factores como son la corrupción dentro de corporaciones militares y policiacas, y los intereses no tan ocultos de nuestro vecino del norte.
De manera bilateral se han establecido acuerdos como la Operación Cóndor en 1975; el Grupo de Respuesta de la Frontera en 1990; el Grupo de Alto Nivel de contacto para el Control de las Drogas en 1996; y la estrategia entre Estados Unidos y México para el combate al narcotráfico en 1997; entre varios otros.
Pero todos recordamos, debido a la cercanía de fechas y al impacto de la misma, la joya que fue la operación Rápido Furioso en el 2009, durante la administración de Felipe Calderón Hinojosa, misma que llenó de armas al país con la supuesta intención de que estas fueran rastreadas hasta las manos de sus compradores, aunque lo único que provocó fue un baño de sangre, expuesto y criticado en su máximo esplendor a finales del 2010, cuando una de esas armas que entraron de manera libre al país terminó con la vida de un agente de la Patrulla Fronteriza.
Esto sin mencionar la documentación realizada por medios de comunicación acerca de las matanzas en donde perdieron la vida miles de civiles que ni pertenecían a un organismo de seguridad pública, ni a un organismo delincuencial. Víctimas colaterales se les llamó entonces, víctimas colaterales de una estrategia que sólo llenó de dinero los bolsillos de estadounidenses –y de algunos mexicanos –y que no menguó en absoluto el consumo o el tráfico de estupefacientes.
Toda una generación atravesada por la militarización, con problemas incluso emocionales post trauma que son reconocidos por instituciones de salud pública. Sin contar los miles en orfandad, poblaciones enteras dejadas en la miseria, todavía sepultadas por el miedo, bajo el control de carteles que crecieron como tumores por todo el cuerpo de la república, y que ahora sí, son culpa de México porque no puede cuidarse de sí mismo.
Al final del sexenio de Calderón, en el 2012, los muertos sumaban más de 104 mil en el país y los desaparecidos eran más de 14 mil, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Mientras que en Estados Unidos hay más muertos por drogas que en México muertos por el crimen organizado. Información del gabinete de Seguridad del Gobierno Federal señalaba en el 2018 que del 2010 al 2016, las muertes por sobredosis de norteamericanos superaban en 34 mil a los homicidios relacionados al narco.
Cuando hablamos de confianza en estos esfuerzos bilaterales, no hablamos de una emoción sino de acciones, de estrategias que sean implementadas de forma horizontal, frontal, lo cual se percibe como imposible bajo el panorama actual, pues aparentemente México no cuenta con ninguna estrategia, mientras que la táctica de Estados Unidos ya se ha demostrado ampliamente que falla.
Andrés Manuel lo ha dicho varias veces, que la prioridad del gobierno no será perseguir sino motivar el desarrollo y las oportunidades, un discurso romántico y utópico que bien podría funcionar, pero que carece de inmediatez y se percibe como tibio e insuficiente.
Donald también lo ha dicho, que para ejércitos mayúsculos como el de los narcotraficantes hay que disponer de otro similar como el de los Estados Unidos, y por nuestro bien no deberíamos de creer que la guerra contra el narco se trata de matar o aprehender capos.
Nadie está ganando con lo ya realizado hasta ahora y es claro que es necesario un esfuerzo conjunto. Es hora de replantear y de hacer algo totalmente distinto, pero dudo que cualquiera de los dos países pueda salir de su burbuja de intereses para darle la cara al monstruo.
Aun cuando esfuerzos si hay, en ambos lados, la relación diplomática debe cambiar. El panorama es desolador y sin horizontalidad no habrá confianza, ni mucho menos resultados.

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Karen Cano. Escritora, feminista y periodista de Ciudad Juárez, sobreviviente de la guerra contra el narco, egresada de la Universidad Autónoma de Chihuahua, reportera desde el 2009; ha trabajado para distintos medios de comunicación y su trabajo literario ha sido publicado en Ecuador, en Perú y en distintas partes de México.

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