Así como del sauce llorón se produce la aspirina, hay plantas que producen compuestos para sobrevivir, sea para combatir a patógenos, atraer polinizadores o depredadores de insectos dañinos, e incluso algunas son herbicidas, como el eucalipto, en cuyas cercanías no crece nada.
De una variedad silvestre de México, se obtienen compuestos que podrían usarse para combatir malas hierbas que afectan a la agricultura. Éstas, compiten con los cultivos por la luz, el agua y los nutrientes, son hospederos de plagas y enfermedades, y reducen la calidad del producto.
Por ejemplo, para el mexicano el amaranto es comida, mientras que en otros países interfiere en la cosecha, y aunque hay herbicidas químicos desde los años 40, su uso propició el surgimiento de especies resistentes y la contaminación de suelos y aguas, pues la mayoría no son biodegradables.
Existe cuatro nuevos métodos para combatirlas sin dañar el medio ambiente.
Uno, en el estudio de moléculas sintéticas se toma un pool para ver si funcionan, se prueban y se descartan las que no tienen actividad herbicida. Dos, en la síntesis de análogos de moléculas comerciales, a un herbicida se le cambian algunos grupos químicos para que la planta resistente ya no lo degrade y tenga actividad.
Tres, en diseño molecular basado en un sitio particular, por ejemplo, en el herbicida DCMU (diclorofenildimetilurea), que bloquea el flujo fotosintético de electrones. Cuatro, en la investigación de productos naturales con estas características, se buscan compuestos de plantas a fin de hacer derivados de esas moléculas naturales para aumentar su actividad.
Aún quedan muchos estudios por hacer, como pruebas de toxicidad y buscar una formulación para aumentar su potencia y probar otros adyuvantes. Aunque la actividad de los compuestos naturales no es suficiente para competir con los herbicidas químicos, la ventaja es no son contaminantes. Los comerciales son tóxicos, duran mucho en el ambiente y contaminan. Los compuestos naturales son biodegradables, tienden a retenerse menos en el suelo y, en teoría, son menos agresivos.
En Japón ya no usan productos como el metil viológeno, sino compuestos naturales como el ácido pelargónico, graso y con nueve átomos de carbono. Es más caro, pero están más preocupados por el ambiente y la salud, y prefieren gastar más que arriesgar a su población.
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