Confianza simulada…por Aída María Holguín
Confianza simulada.
De acuerdo con la Academia Mexicana de la Lengua, el término confianza se refiere al sentimiento de fe que se tiene en algo o en alguien.
En el sector gubernamental, particularmente en lo referente a la procuración de justicia, el término confianza toma una relevancia especial porque ésta no debe ser visualizada como una “simple” disposición emocional; es decir; no solo debe ser considerada como una emoción que se desea provocar en los ciudadanos, sino como una certeza respecto al cumplimiento cabal de las responsabilidades de los funcionarios.
Es por esto que, cuando se habla de evaluación y control de confianza, es imprescindible relacionar el término confianza con otros, como lo son la legalidad, la honestidad, la objetividad, la imparcialidad, la eficiencia, el profesionalismo, la lealtad, la disciplina y el respeto a los derechos humanos. En consideración a esto, los Centros de Evaluación y Control de Confianza del Gobierno Federal y de cada entidad federativa, tienen a su cargo la aplicación, calificación y valoración de los procesos de evaluación de control de confianza, del desempeño y competencias profesionales de los servidores públicos; esto, supone la correcta, necesaria y permanente depuración.
Como suele suceder, en teoría todo es muy bonito; sin embargo, las cosas suelen ser muy distintas en la práctica. Tal es el caso de lo que durante mucho tiempo se ha observado en los cuerpos policiacos; es decir, la evidente simulación en el proceso de evaluación y control de confianza de sus integrantes; situación que -por obvias razones- obstaculiza la prevención y el combate efectivo a los hechos delictivos (en cualquiera de sus manifestaciones).
Sin duda alguna (como ya se ha dicho en varias ocasiones en este espacio de análisis y reflexión), para que los resultados en materia de seguridad pública y procuración de justicia sean los adecuados, es obligatorio no solo limpiar la casa desde adentro, sino también dejar de poner la suciedad debajo de la alfombra.
Si bien es cierto que -en términos generales- la confianza carece de un sistema de medida objetivo, también es cierto que -en lo relacionado al tema particular que ahora nos ocupa-, actualmente existen mecanismos e instrumentos que, de aplicarse oportuna y objetivamente, asegurarían la correcta evaluación y, en su caso, la respectiva depuración de las corporaciones policiacas.
Queda claro que la confianza simulada no ha logrado -ni logrará- avivar el sentimiento de esperanza en los mexicanos, y menos se logrará si los sujetos obligados se niegan a presentar las pruebas de confianza por desconfianza en el sistema.
Se trata pues de un círculo vicioso que debe romperse porque, solo de ese modo (y de una vez por todas), el Estado mexicano estará en posibilidades reales de tener un sistema de control de confianza confiable que, a su vez, coadyuve al desarrollo integral de la sociedad. Y para que esto último suceda, es urgente y necesario poner en marcha un proceso de reconciliación y renovación de la confianza entre las partes involucradas; o sea, entre la sociedad y el gobierno.
Finalizo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el profesor y asesor de cuatro presidentes de Estados Unidos, Warren Bennis: “La confianza en las personas debe ser ganada, no puede ser comprada u obligada.”
Aída María Holguín Baeza
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