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Crédito II…por Rafael Velazquez Ramírz

CREDITO II

(Hoy no fío… Mañana también)

RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ

(ONASSIS)

Con el volante en la mano, apresuré el paso rumbo a la casa de crédito: “Atásquese ahora que hay lodo”… La verdad no andaba yo tan urgido de dinero, pero pensé que siempre es bueno traer algo de cambio en las bolsas para cubrir imprevistos o para calmar a los compañeros de trabajo, que piden prestado y que parece que siempre traen el alma hilvanada al cuerpo… Entré en las oficinas que todavía olían a pintura fresca, debido a la reciente inauguración, y una señorita todo tacones altos y grupa enhiesta me recibió solícita:

–          ¡Pásele joven!. Sea usted bienvenido a esta su casa de crédito “Atásquese ahora que hay lodo”… ¿Cuánto va a querer? –me preguntó como si yo estuviera comprando frijoles.

–          Pues –dije fingiendo interés en las tarjetas sobre el escritorio. Si bien, la verdad, mis pupilas estaba totalmente concentradas en la pierna que cruzó y que dejó al fresco una considerable porción de lechocha epidermis. Situación que me provocó un súbito estrabismo. –Pues –repetí procurando que no se me fuera a salir un gallo- Yo creo que con unos cinco mil pesillos bastará para salir de un apuro que me agobia.

–          ¡CINCO MIL PESOS! –bramó la piernuda como si le hubiera pedido una cucharada de cocaína, descruzando la pierna y dejando ver nada mas sus rodillas como cabezas de perro

–          Sí se le hace mucho, me conformo con tres mil pesos –dije de la manera más humilde

–           ¡No señor!. Una persona tan distinguida como usted no puede andar por las calles de la Capital del Mundo con un capital tan inmundo en sus bolsillos. Usted, caballero, necesita mínimo diez mil pesos – para mi gloria y regocijo personal volvió a cruzar la pierna y no supe más de mí- Ahorita mismo le hago su solicitud y por la tarde va a poder pasar a recoger usted su dinerito.

De inmediato “piernas locas” me hizo firmar un altero de casi tres metros de altura, mientras me pedía mi credencial de elector, mi último talón de cheque, dos referencias de amistades, una de casa comercial. Me preguntó si tenía yo bienes  muebles e inmuebles, qué a quien mantenía, qué dónde trabajaba y ahí a quién mantenía. Qué si vivía en casa propia, rentada o de arrimado, en fin, me preguntó y me pidió todo, toditito y todo… Por último me dijo con mirada y voz que me recordaron vagamente a  la madrastra de blanca Nieves:

–          ¡Listo señor Velázquez!… ¿Dónde queda su oficina?

–          Aquí –le respondí con el mismo tono que cuando dije “si”, frente al cura-, cerquita. En el edificio donde antes estaba la escuela 282

–          ¡Mire oiga! –dijo cruzando la piernota y subiéndose más la falda. A mí por poco se me salen los ojos y otras cosas que el pudor calla- ¡Somos vecinos!. Ahorita que salga de su trabajo viene por sus diez mil pesos.

Me fui a “La Cueva Del Amor” (recuérdese que en el 2004, todavía no llegaba Cesar Duarte con ímpetus de hormiga arriera y el edificio aún estaba de pie) y me la pasé laborando a lado de la hermosa Meche y la exquisita Lucy. A las tres de la tarde me apersoné a atascarme en el lodazal. Me entregaron un cheque y ahí empezó el calvario: En primer lugar no me dieron los diez mil machacantes, me dieron ocho mil quinientos, dizque por cuestiones bursátiles. Se me informó que iba yo a pagar mil quinientos pesos al mes, así que yo calculé que a más tardar a la vuelta de un año ya era yo chino libre. Pero naranjas dulces limones partidos; de los mil quinientos pesos mensuales, mil cuatrocientos ochenta eran de PUROS INTERESES y de los veinte restantes diez eran del IVA y diez iban al capital. O sea, inteligente lector y bella y matemática lectorcita, tenía yo que pagar años y más años ese préstamo. Para que se fíe uno de las piernotas…

Eso fue hace ocho años y, según la chilanga que me habló, tengo derecho a Cien mil pesos de préstamo… Calculándole a como cobran en nuestra tienda de crédito “Atásquese ahora que hay lodo”, voy a venir finiquitando la deuda en el año 2678… Así que estoy en un brete: si acepto el préstamo no me imagino todo viejito todavía trabajando para pagarles a estos avorazados. Si acepto la billetiza y no les pago alegando insolvencia y amenazándolos con raparlos en público de la gente por practicar el feo delito del agiotismo, voy a parecer del “El Barzón”. O si actúo con inteligencia, moderación y educación y los mando mucho a la tiznada de una vez por todas con sus espejitos de colores que están aferrados a cambiarme por oro, me voy a ver como Don Benito Juárez…

            Usted inteligente lector y bella y topillera lectorcita ¿qué haría?

PD. Adelante, siempre ADELANTE!!!

 

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