Home » Algodoneros » Crónica de Don Agustín Quiñones Solórzano

Crónica de Don Agustín Quiñones Solórzano

CRÓNICA DE DON AGUSTÍN QUIÑONES SOLÓRZANO

La crónica de don Agustín Quiñones Solórzano apareció publicada en el año 1989 en la revista “Adobes” (no 1, pp. 17-24). Su relato es el testimonio de un fundador, pues le tocó asistir desde el principio, siendo ya un adulto, al nacimiento de Ciudad Delicias.

Don Agustín nos concedió ese mismo año varias entrevistas al fin de componer dicho relato relativo a los orígenes de la ciudad y que cronológicamente fue el primero de la presente serie. Así como en los casos restantes, la versión escrita del testimonio de don Agus se apega en lo posible al estilo de la narración oral.

La presente crónica de don Agus es asimismo la primera de un ex presidente municipal de Delicias. Este hecho le confiere sin duda un interés singular, dada la ventajosa perspectiva de un actor que estuvo situado en la primera fila del escenario político local.

Particularmente interesantes son los testimonios de don Agus acerca de la ex Hacienda “Las Delicias”, la caza de coyotes, el “camarazo” contra Chávez F., la muerte de Laing y el papel de los Chávez de Parral en la configuración del poder político municipal.

CRÓNICA DE DON AGUSTÍN QUIÑONES SOLÓRZANO

Soy de Durango.

Nosotros venimos a Chihuahua en 1914.

PARENTESCO CON VILLA

Nos venimos de Durango todas las familias y los familiares del general Villa. La mamá del general Villa era prima de mi papá -ese rifle que está ahí era del general, y la carrillera; se los trajeron de Alemania.

Se los trajo él a los familiares. Se trajo a mi agüela, que fue la que lo lidió a él, porque eran unas familias muy pobres. Mi agüela era la que los auxiliaba porque la mamá de él era sobrina de mi abuelita. Cuando era jefe de La División del Norte les puso un tren especial para todas las familias, y un carro de carga para que se trajeran sus bienes.

Yo ya venía como de unos ocho o nueve años.

Llegamos a la finca Cuilty, por donde está el monumento a Juárez, en Chihuahua. En este lado había una fábrica de ropa que se llamaba “La Paz”; en esa fabrica les hicieron la ropa a los cincuenta hombres de la escolta de Villa -como dice el dicho, “puros bragados”; una parte de Durango y otra de aquí de Balleza, ¡puros ballezanos!

Doña Luz, ella misma en un carro Dodge viejo, nos trajo de la estación a la finca esa donde está la aguilita. Puso doña Luz una mesa con tablas y todo para dar de comer ¡como a cincuenta de sus familias, muchachos y padres y madres!

De allí mi general Villa le regaló una casa a cada familiar. A mi papá le dio una; en la otra casa estaba doña Tula, hermana de mi abuelita, con un general… Bernabé Cifuentes; a mi tío Eraclio le dio otra, y a Wenceslao otra, y a doña Paz, hermana de su mamá; y a José Ángel Álvarez, el papá de las muchachas Álvarez, unas son maestras ahora… y así.

Allí vivíamos todos.

Entonces Villa iba con sesenta mil hombres para tomar México.

LA HACIENDA DELICIAS, 1

Nos venimos de Chihuahua a la ex- hacienda. Todo esto pertenecía a hacienda Delicias, desde el Paso de San Lucas hasta la Colonia Terrazas y Cárdenas.

Existe el casco, los herederos se lo vendieron a los Giner. Como se hicieron ejidos ya no queda más de la casa grande y la iglesia.

La hacienda la tenía rentada el general Villa a sus dueños o dueñas. Entonces se trajo un tren de familias humildes de Zacatecas, los trajo a la hacienda Delicias; todavía existen los nietos y bisnietos de aquella gente.

Entonces fue cuando los gringos chaquetearon a Villa y ayudaron a Carranza y a Obregón.

LA HACIENDA DELICIAS, 2

Me fui de diecisiete años de mojado; cuando me vine definitivamente de allá ya estaba casado.

Mi señora estaba en Rosales. Yo iba por comida cada ocho  días, me la echaba ella en una caja grande -tiene todavía los vales por ahí, los recibos de tres cincuenta.

Nosotros vivíamos en unos jacales, acá en los ranchos. Me venía los lunes por la mañana y ya no volvía hasta los sábados. Me sobraba con tres o cuatro pesos que me echaba de comida; yo ganaba a la semana treinta pesos, pero me llevaba cada ocho días un carro de leña.

La hacienda de Delicias era la que cubría a todo mundo; se sembraba solamente en la hacienda. Aquí no había nada: era puro mezquite, largoncillo y guamis. Todo lo que ahora es labor era puro mezquite.

Nomás el río Conchos estaba verde. En Saucillo y toda esa cordillera, hasta Orranteño, eran propietarios de viñas que les había dado Juárez cuando vino a Rosales.

Toda la gente que vivía en Saucillo era de Rosales, de aquí fueron a colonizar Saucillo. En Rosales sí había árboles frutales, había álamos, había sauces, había tarai. En el río también había mucho árbol.

Aquí en Delicias no había más que un álamo viejo por donde pasaba la acequia para regar unas tierritas en Colonia Terrazas; ahí donde embarcaban el trigo de la hacienda. En La Loma y en La Compuerta tenían sus álamos, sus saucitos, sus jardines – eran tres o cuatro familias divididas, una parte le nombraban Loma de Pérez y otra La Compuerta.

Más allá está el Ramireño -allí estaban los Natividad, tenían vacas- y la acequia de la presa Las Vírgenes; esta agua regaba toda la hacienda y sobraba para la Colonia Terrazas.

Se levantaba mucho trigo; luego se sembraba maíz y frijol, nada más.

Trabajé allí mucho tiempo.

LA HACIENDA DELICIAS, 3

La presa “Las Vírgenes” se hacía con yerbas y con piedras; la mitad del agua era para Rosales y la otra mitad para la hacienda Delicias.

Entonces había aguador aquí y había aguador allá. Mi papá fue aguador, repartía el agua. Eran como cuatro o cinco riegos; los repartían en cuatro o cinco acequias.

Pero venía el río y se llevaba todo, dejaba todo pelón, no quedaban más que las acequias que dividían.

Entonces se hacían peonadas. Nadie ganaba dinero: los de Rosales ponían sus carros y gente para tapar su parte; y hacienda Delicias ponía sus carros o rentaba a los que tenían.

Mi papá tenía carro, lo rentaba para acarrear ramas; en los carros acarreábamos también piedras hasta que tapábamos l´agua.

En la hacienda eran tercieros.

Los tercieros decían que la hacienda le daba la tierra al que quisiera; dos partes para el trabajador, y una para la hacienda. Pero como era el tiempo de la Revolución, si se levantaban 75 costales, por ejemplo de maíz, como ellos eran absolutos, los agricultores decían a la hacienda que levantaban 25, se traían 65 y le daban 10 de partido a los dueños.

Lo mismo pasaba en Casablanca, igual.

RELATO DE COYOTES

Pero aquí era un desierto que no había más que puras liebres y coyotes. Si me pongo a platicarle la historia del coyote y la liebre…

Cuando era cura (ilegible) estábamos nosotros muchachos, jóvenes, vinieron unos señores de  Estados Unidos -cuando las gringas y Europa usaban mucho el coyote en el cuello, como bufanda; cuellos de coyote, de zorra, de lobo; esos ya no se usan más.

Bueno, vinieron y nos ocuparon a muchos muchachos para que agarráramos coyotes; nos pagaban a dos pesos cada coyote. Íbamos a caballo hasta allá.

Pero trajeron trampas y nos enseñaron.

Entonces esos señores nos empezaron a conseguir menudos y tripas que regalaban en el Rastro; tiraban los menudos, tiraban las tripas. (¡Ora valen un dineral, ya nadie regala nada!). Entonces, pa agarrar un coyote se arrastraba una tripa por las veredas. Onde había un mezquite grande y fuerte, allí se hacía un hoyo donde se ponía la trampa; luego se le ponía un papel encima, un pedazo de periódico, y encima se le ponía tierra. Luego la trampa se amarraba del mezquite.

Entonces el coyote olía la carne y andaba hecho la mocha. Llegaba a donde le ponían la trampa, siempre muy vivos ellos; entonces, al poner las manos para agarrar donde estaba colgando el pedazo de tripa, la trampa lo agarraba de la mano. Entonces iba el señor muy fácil, con un palito; en la mera frente le daba un trancazo ¡y muerto el coyote! Lo abría de atrás, nomás las patitas de atrás, y luego jalaba todo el cuero; salía entero con todo y trompas y orejas. Lo metía en un horcón de largoncillo y ahí lo dejaban pa que se secara.

Cuando ya valieron los menudos, trajeron semen de coyota (sic) y tiraban gotas por las veredas. Andaban los coyotes encarrerados buscando a las coyotas, y así iban a dar más fácil a la trampa.

¡Muy fácil!

Se llevaban unas cuatro pacas de pieles en una camioneta de aquellas de estacas que no las conocíamos nadie.

En aquel tiempo los carros Ford y los Dodge eran de pedales. Metía uno un pedal como ora para pararlo o darle gasolina; aquí arriba en la rueda del volante estaban la gasolina y la chispa, y sacaba uno el pie pa que se arrancara y pa pararlo le pisaba uno y se paraba.

Entonces se le quitaba la gasolina y se le quitaba la chispa.

Pos así anduve…

ORÍGENES DE LA CIUDAD

Cuando llegó la Comisión de Irrigación, en 1933, que venían de La Cruz, mi papá tenía un carro con cuatro mulas.

Donde ahora está el hotel “Dorado” hicieron las oficinas. El gerente era un americano, que fue quien hizo el plano de la ciudad. No me acuerdo como se llamaba ese gringo, míster… ¡quién sabe qué!

Dijo él:

-Este es un Washington chiquito.

Él le dejó el mando a don Carlos Blake.

Las primeras casas que se hicieron fueron las de la avenida sexta norte, y en la calle Tercera. Allí fue donde vinieron los Valenzuela, los Márquez, los Wilbrun, con sus grandes tiendas; y otros de Camargo -pero de Camargo no vinieron ricos, puros pobres.

Todos ellos fueron los primeros que fincaron.

En la Loma de Pérez nomás había unas señoras. Doña Ramona –todavía anda ai padeciendo la pobre- y doña Nina Carrasco.

Ramona tenía tres hijas y un niño chiquito; ella y sus hijas hicieron los primeros adobes en la Loma de Pérez. Las muchachas jóvenes batían el barro; cuando ya tenían como dos mil adobes, Ramona fue el albañil y sus hijas los ayudantes. Así hicieron su casa.

Entonces Saturnina Carrasco se vino de Rosales también, e hizo su casa cerca de doña Ramona. Era hermana de Santiago Carrasco.

Entonces vinieron algunas familias de la hacienda Delicias: los Cardiel, Albino Carrillo y otras gentes, a hacer la teja para las casas del campamento; ellos hicieron todas las tejas y el  ladrillo.

Entonces a mí me tocó estar desmontando lotes. Yo sus lotes se los desmonté y se los trabajé al ingeniero Rubio y al ingeniero Orozco, que eran gerente y superintendente. Ellos hicieron todo para que el campamento se viniera de La Cruz para acá, pa que se vinieran de Las Garzas.

Todo esto que estoy platicando, después de que yo vine de Estados Unidos.

Entonces ya me tocó mi ranchito.

Don Cruz Ortiz, intimo amigo de don Carlos Blake, fue quien repartió los lotes; lo hicieron como negocio: es que a los pobres nos dieron de 25, de a 30 hectáreas; y a los que vinieron de La Laguna, hacendados millonarios, les dieron de a 100. Eran los Madero (don Evaristo), el papá de Toño Cárdenas, los Herrera, los Arriaga; puros españoles de San Pedro, Torreón y Parras de la Fuente, españoles y mexicanos, y dos hermanos de Blake.

¡Y a los que aquí vivíamos en Chihuahua nos dio de a 25!

Tres años se estuvo sembrando puro algodón. Yo también el segundo año sembré mi ranchito de algodón; lo vendimos a trescientos pesos tonelada. Entonces todo era barato: un pantalón costaba tres pesos, un par de calzado cuatro.

Entonces, cuando ya se hicieron ricos todos los laguneros, la mayor parte se fue y les vendieron los lotes a otros, como los árabes. Sólo se quedaron unos cuantos, como Toño Cárdenas, Toño Arriaga, Tito Madero. Los laguneros se fueron cuando ya el algodón empezó a bajar de precio, que no valía.

Entonces Delicias fue mermando.

Ya después se empezó a sembrar trigo y maíz.

LOS ÁRABES

Y luego ya Pedro Mata y Elías “El Árabe” fueron los primeros que llegaron aquí poniendo comercitos. Elías era el dueño del hotel ese, el California; y dueño de manzanas. Todavía vive la familia, todavía vive la señora; allí viven los sobrinos, fueron los que se quedaron con todo.

Elías se vino desde Arabia hasta Las Cruces detrás de don Pedro Daw. Los dos venían con un liacho, tanto Elías como el papá del doctor Daw; venían detrás de la Comisión con unos liachos vendiendo ropa en abonos… ¡hasta que se hicieron millonarios!

Entonces me llevé a mi familia y les di las gracias a todos los que les administré sus ranchos, al ingeniero Orozco, al ingeniero Rubio, a Chuchín Sancerrada, a todos ellos les entregué sus ranchos y me fui a trabajar yo el mío, con mis chamacos chiquitos.

Luego hice mi casa en Delicias, en la manzana donde estuvo el “Salón Cuauhtémoc”. El primer año le puse los cimientos; al siguiente le puse medias paredes a la botica y a otras casas que están por el otro lado; el tercer año lo concreté pa arriba; y el cuarto la teché toda.

Luego le renté a Alfredo Chávez pa que metieran el algodón. Con las rentas de Alfredo la enjarré bonito por dentro, y luego la enjarré por fuera; entonces metí yo personalmente una cantina con dos mesas de billar ai.

Era el tiempo de las vacas gordas.

¡Esa manzana de la botica Regis la compré yo en sesenta pesos!

“CAMARAZO” CONTRA CHAVEZ F.

Entonces conocí yo a don Manuel González Espino, papá de Lacho. Lo conocí porque me tocó ir a Camargo y él era presidente municipal allá.

A él Blake le dio 70 hectáreas de tierra, y luego, cuando salió de presidente se vino a su rancho. En ese entonces yo era mayordomo del ingeniero Rubio; entonces andábamos a caballo de un lado a otro. Allá en el rancho de Rubio vivía  yo con mi familia, pero me la traje de Rosales. Allí vivimos mientras me dieron a mí mi rancho, un ranchito de 26 hectáreas.

Después vivimos aquí en Delicias enfrente del cine Río, en una casita que era de don Cipriano Vargas, un maestro que fue quien puso la primera cancha de básquet; era mi compadre y fue el segundo presidente de Delicias.

El primer presidente fue don Manuel Chávez F., abuelo del que es ahora el presidente del PRI.

Entonces era yo presidente de una cooperativa que se llamaba “Sociedad de Delicias”, éramos puros pequeños agricultores.

Por entonces fue la quiebra del algodón, y me quitaron mí ranchito –más bien yo me atarugué. Fue entonces cuando don Manuel González Espino se vino a vivir a su rancho, se casó con su secretaria y se vino; ya él era político viejo. Yo me hice de amistad con sus cercanos.

En esa época le dieron el “camarazo” a don Manuel Chávez F.

Chávez F. se le voltió a Quevedo porque el general puso a un candidato, a don Cipriano Vargas –este era de Rosales, pero aquí vivía– y don Manuel apoyaba a otro. Entonces a mí me mandaron hablar para que fuera a darle “camarazo” a don Manuel Chávez y le entregara la presidencia a González Espino. Le caímos de sorpresa al comandante de policía y no se necesitó nada más, gracias a Dios.

Les dijimos:

-Traemos orden del gobierno del estado para que nos entreguen la Presidencia; ustedes están sin armas.

Ellos nos respondieron:

-Está bien, ai ta la Comandancia, nosotros nos vamos, no queremos líos.

Donde están los Jurado estaba la presidencia, la Comandancia ¡y hasta el Rastro! Entonces, ya desarmada la policía nos pasamos a la Presidencia. No estaba más del secretario, un muchacho de Camargo.

Ya Manuel Chávez F. se había ido. Se dio cuenta del cuartelazo y no quiso que hubiera más. Entonces me dijo el secretario:

-No, don Agustín, ya sabemos que usted viene a recibir todo esto. Ya nos dieron el codazo de todo. Ai ta la presidencia, ai ta la tesorería y ai ta la secretaría. El señor presidente ya se fue a La Cruz a su rancho.

Bueno, cuando ya tomamos todo dejé unos policías cuidando la presidencia y a otros la Comandancia. Ya nombré yo ai al oficial mayor pa que les diera de comer a los pobres presos, y luego me fui a avisar a los diputados que ya estaba la toma de la presidencia.

Entonces le dieron la presidencia los dos diputados, don Gabriel Chávez y Vaca Parra, a don Manuel González Espino. Así quedó como presidente interino, por acuerdo de Gobierno del Estado.

Entonces me regresé a mi trabajo, me fui a mi ranchito.

Entonces me la daban de Comandante de policía, pero yo les dije:

-Yo tengo mi trabajo y me voy a llevar a mi familia a mi rancho.

EL MERCADO JUÁREZ

El mercado, cuando se formó Delicias – que se hizo la calle tercera y empezaron a hacerse las avenidas, con una que otra casa salteada-, el mercado era de adobe. Alrededor había un charco allí.

Entonces el municipio hizo casitas por el lado de adentro pa rentarlas pa las fondas. Las carnicerías estaban afuera, las cantinas afuera; no era más del mercadito pa las verduras y las fonditas donde llegaba la gente pobre a comer.

Entonces hasta hay una historia ai de ese mercado. La primera muchacha que llegó allí, muy joven, muy guapa y muy bonita, le puso a su fonda La Sabrosa; se llamaba María. Entonces todos decíamos: “Vamos a comer con María la Sabrosa”.

Por entonces vinieron muchos verduleros de Jalisco- aquí no había verduras- y vinieron de Gómez Palacio; vendían verduras de distintas que les compraban a los colonos de Rosales y de Meoqui, pues aquí no había verduras, puro algodón había aquí.”

MUTUALISTA “MIGUEL AHUMADA”

El mutualista fue de los primeros clubs  que se formaron. Don Manuel González Espino (el papá de Lacho) fue el que nos invito a un grupo de treintaicinco gentes pa que formáramos la “Sociedad Mutualista Miguel Ahumada”. Anduvimos en varias partes donde nos prestaban para sesionar; Leopoldo Amaya y otros se salieron de la Sociedad, pero algunos seguimos, hasta que en una ocasión compramos el lote donde actualmente está.

La primera piedra la puso, siendo Presidente, don Luis Nevárez; don Antonio Aún consiguió el dinero para hacer los primeros cuartos.

DON JUAN ARGUIJO

Juan Arguijo era un líder obrero, compañero de Juan Manuel Herrera, el esposo de María; eran compañeros líderes, enemigos de los colonos y de los campesinos. Y entonces ellos quisieron tumbar el canal pa que no regaran los colonos; algunos decían entonces que por eso mataron a Juan Arguijo, pero quién sabe.

Entonces los colonos fuimos a cuidar la compuerta, pa que no tumbaran l´agua estos señores. Arguijo era el jefe máximo; era solo, no tenía parientes ni nadie. Era un líder muy bravo. Cada rato hacían manifestaciones por la calle sexta y daban vuelta por la tercera. ¡Lo siguieron todos los obreros!

Estaban en contra de los campesinos y de los colonos.

Tenía unos cincuenta y tantos años don Juan Arguijo cuando lo mataron. Íbamos saliendo doña Meche y yo del cine Río cuando llegaron -yo los conocía bien- Jesús José Chávez, el comandante, y Salvador Chávez (Cheché Chávez que le decían, era de unos Chávez de acá de la sierra, y Salvador era de La Cruz; don Arturo, don Alfredo y Homero son otros Chávez de Parral; hay como veinte familias Chávez en Delicias).

Iba saliendo don Juan también del cine, con otros dos líderes, don Facundo Álvarez y el hermano, los consentidos de Arguijo; y al tiempo de salir ,salíamos también nosotros (por el mismo rumbo vivíamos nosotros, ai on´taba la botica Regis). Y salió don Juan delante de nosotros, cuando vi que lo agarraron;  aventaron a los otros dos que iban con él y lo agarraron a Juan y lo echaron al carro, a fuerza se lo llevaron.

Entonces los obreros otro día, Juan Manuel Herrera y los Álvarez y otros líderes anduvieron buscándolo por aquel lado del canal; en el rancho mío lo buscaron, tanto que llegaron conmigo allí, nomás que yo no les quise decir nada. Dicen que se lo llevaron hasta un arroyo que está cerca de La Cruz, que allí hicieron un hoyo en la arena y lo enterraron.

DON EMILIANO J. LAING

Vino trabajando en la CNI como telegrafista.

Él y su señora hicieron una casita enfrente del cine Alcázar; allí tenía su casa, tenía caballerizas, tenía a su señora que nadie la conocía – nomás por una ventana veía ella, era delgadita.

Era un tipazo: vestía muy elegante siempre, pura ropa americana, puro sombrero tejano. Le tocó un lote de los de 100 hectáreas que le dio don Carlos Blake.

Cuando el ingeniero Foglio Miramontes fue gobernador de de Chihuahua (1944-1950) se hizo amigo de él, y lo hizo inspector de policía en la capital del estado. Entonces murió la señora de don Emiliano, quien vendió su propiedad a los Arrieta; luego, cuando ya fue presidente, Laing nombró regidor de Hacienda precisamente a don Nacho Arrieta- estos no son fundadores, llegaron después de Naica; Laing sí era fundador.

De los Chávez para atrás todo mundo traía pistola, cuando los Quevedo, cuando los Enríquez; pero cuando llegó el ingeniero Foglio se acabó el pistolerismo, ya nadie traía, ni el mismo comandante traía.

Don Emiliano no quiso al gobierno, se hizo al lado del general Henríquez. Naturalmente el gobierno era el gobierno, que ha puesto siempre a los candidatos. Entonces Cárdenas metió al general Ruiz Cortines de candidato. Henríquez tenía preparada a toda la República para dar el “camarazo”, pero  le cayó tierra.

El día  que se iban  a levantar aprehendieron a  los de allá, y algunos de aquí de Delicias –muchos colonos seguían a los Parra de Salsipuedes, Cuco Torres y otros. Algunos creen que por eso traicionaron a don Emiliano, pero sólo Dios sabe. Esos mismos rumores dicen que Cuco fue y avisó a Chihuahua que se iban a levantar esa noche; entonces mandaron el ejército. Don Antonio Aún era presidente municipal.

Cuando iban a asaltar la Presidencia y el cuartel, ya estaban las ametralladoras encima de la azotea. Se vinieron las trocas a tomar primero el cuartel y las ametralladoras por arriba… ¡los mataron!

A don Emiliano lo tuvieron preso en Chihuahua, yo creo que lo mataron allá; el caso es que fueron y lo tiraron al panteón de la Colonia Terrazas. Entonces estaba yo encargado de la comandancia y nos fuimos a catear con el ejército su casa. Sacamos armas, mucha ropa fina, muchos muebles. Vivía solo como con unos veinte gatos, unos cinco perros y seis caballos en la casa que estaba enfrente del Americano.

Era un hombre muy raro. Entonces tenía una muchacha en Chihuahua, de querida- según dicen que era querida, sabrá Dios. Vino a reclamar lo que tenía Laing. Yo fui a recoger la ropa con la que lo acribillaron, ya tirado; tenía él dos balazos en la cabeza, agujerado el sombrero, uno tejano muy bonito.

Don Emiliano fue buen presidente porque hacía mucho por los pobres; puso lavaderos pa la gente, les metió agua; él gestionó el hospital y puso el Reloj Público para señalar el centro de la ciudad.

LOS BURDELES Y EL SANTUARIO

Hablando ya del Santuario, donde está, eran burdeles. Eran de doña Esther Alonso, se llamaban “El Resbalón”; de Chihuahua vinieron a ponerlos.

Había burdeles allá, burdeles allá y burdeles allá, hasta que se hizo la zona de tolerancia. Donde habían mujeres escondidas les llamaban casas de citas; y onde era pa todo el  público, pa bailar y mentar y emborracharse, los llamaban burdeles.

Entonces, cuando yo fui presidente municipal la primera vez, hace como treinta años, hice la zona roja allá donde está la colonia Tierra y Libertad. Nomás los saqué yo de allí del Santuario y creció la ciudad hasta el rastro; nadie quería estar cerca de esa zona.

Los terrenos para el Santuario los donó doña Guadalupe, esposa de José Jallo (a lo mejor por eso se llama Santuario de Guadalupe, por el nombre de ella). Entonces aquí todos los católicos- agarro ai la cosa Pedro Mata- cooperaron para hacer la capilla de la imagen.

Doña Guadalupe puso además del terreno una parte del dinero.

MISCELANEA

Yo soy medio católico. Soy católico, creo en Dios porque seguramente hay un Dios que lo maneja todo, ¡lo que no creo yo es en los curas! No son más que hombres preparados, como los médicos, los licenciados…quieren vivir a gusto.

Don Manuel González Espino me metió a mí a la política. Me presentó con los Chávez, que eran los más importantes de la época –los Chávez de Parral; con don Alfredo el papá de Homero, que fue gobernador. Y me presentó con los Quevedo.

Entonces, la primera vez que fui presidente pavimenté todo el centro, pues cuando pasó la Citboor por aquí, no nos pavimentó más de la Plaza de la República y de pasada la calle tercera.

Ya cuando fui la segunda vez presidente, amplié la pavimentación a toda la ciudad, y compramos la maquinaria entre la Junta de Mejoras y la Presidencia; Leopoldo Amaya era el presidente de la junta; pavimentamos hasta aquél lado del seguro social.

En mi primera administración hice además la carretera a Rosales; y en la segunda empezamos el tramo a “Las Vírgenes”. El edificio de la presidencia lo hizo don Jaime Medina y yo lo terminé cuando sustituí a don Antonio Aun, quien renunció; entonces terminé también las escuelas 80, 305 y 306.

Yo me traje la Mead Johnson, me traje la Carnation, las lecheras esas… ¡ya llovió!

La cárcel la empezó Carlos Muñoz y la terminé yo. Entonces la gente del ministerio público estaba en un cuartito, el juzgado en otro, previas estaba en el otro, todo salteado. Las julias tenían que traer los presos criminales por todos lados. Cuando terminé el segundo piso de la cárcel, allí metimos al agente del ministerio público.

Don Nicolás Terrazas fue mi Comandante de Policía siempre que fui presidente.

También fui presidente municipal interino cuando don Alfredo Chávez se disgustó con don Pantaleón Meléndez, quien era el presidente; fui entonces cuatro meses.

A la Plaza de la República yo le puse el mosaico que tiene orita; fue la primera plaza, la arreglamos en colaboración con la Junta de Mejoras, con Amaya.

El primer monumento fue el de Hidalgo.

El monumento de la Plaza Carranza lo hizo Laing porque él era carrancista de hueso colorado, por eso estaba en contra el gobierno.

El monumento de la Plaza de Lilas lo gestionó la Mutualista; lo hicimos de cantera y después el doctor Félix Chávez le pidió a Echeverría que nos regalara un monumento grande, y el nos mando ese pedacito de bronce…

Después ya fuimos cambiando las autoridades.

Cada quien puso un granito de arena.

One Response to Crónica de Don Agustín Quiñones Solórzano

  1. almadelia quiñones

    April 2, 2013 at 8:27 pm

    muy bien me acuerdo de esta entrevista que le hizo javier a mi abuelo

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *