Crónica de Don Andrés Bünsow Wilson
“Festival de la Fundación de Ciudad Delicias” /78 Aniversario
Diez Crónicas de Fundadores y Pioneros de Ciudad Delicias, Chihuahua
I. Crónicas de Don Andrés Bünsow Wilson
Versión digital
© Presidencia Municipal-Secretaría de Desarrollo Social-Departamento de Cultura
© Javier Arturo Quiñones Espinoza, Compilador y Editor.
“Si ha de escribirse algún día la historia de nuestro país, es necesario que nos apresuremos a sacar a luz los materiales dispersos que aún puedan recogerse, antes que la injuria del tiempo venga a privarnos de lo poco que ha respetado todavía. Sin este trabajo previo no hay que aguardar resultados satisfactorios, porque la doble tarea de reunir y aprovechar es superior a las fuerzas de un solo hombre.”
Joaquín García Icazbalceta, Colección de documentos para la historia de México, T I
“Las personas que por sus enfermedades, debilidades, o ilusiones voluptuosas, no gusten de emocionarse notablemente con la verdad como corresponde a todo individuo que aspire a civilizado, no debe leerlo, y debe prohibirlo a sus hijos o educandos como muy pernicioso para las mentiras deliciosas de poéticas tradiciones…”.
Francisco Bulnes, Las grandes mentiras de nuestra historia
Presentación
Ciertamente los “documentos” de Ciudad Delicias, dada su juventud de 78 años, son además de papeles también las memorias de sus fundadores y pioneros.
Tan raro es el privilegio de historiar sobre Delicias, que aquí andamos los aficionados al estudio del pasado sobre caminos novedosos, prácticamente ignotos, pues ni abundan ciudades que almacenaran a tiempo los testimonios de sus primeros pobladores ni disponemos por ende de referentes historiográficos comparables.
Queremos pensar que los delicienses del futuro sabrán apreciar mejor que nuestros contemporáneos, y tal vez aprovechar con beneficio, lo que nos cuentan en sus crónicas los hoy viejos que vieron nacer y vencer a nuestra ciudad.
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La divulgación digital de las “Crónicas de Fundadores y Pioneros de Ciudad Delicias, Chihuahua”, ha sido posible gracias al auspicio de la Secretaría Municipal y la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno del Ing. Mario Mata Carrasco.
Debo en particular a los buenos oficios del licenciado César Jáuregui y el señor Albino Rodríguez la consecución de nuestro objetivo de dar a la luz pública una serie de diez crónicas de fundadores y pioneros que aparecerán en este portal durante el mes de abril, y comienza con la narración de don Andrés Bünsow Wilson.
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La presente crónica consta de dos partes.
La primera resume nuestra edición de varias entrevistas realizadas durante el pasado mes de marzo al señor Andrés Bünsow. En apego a un criterio metodológico general, consiste la presente crónica estrictamente en palabras del propio entrevistado. En todos los casos, los diversos pasajes de la edición fueron supervisados, corregidos y autorizados por el narrador.
La segunda parte agrega un escrito de don Andrés Bünsow intitulado “Gran Historia de la Uva y el Vino en Delicias”.
Javier Quiñones
Ciudad Delicias, Chihuahua, a 31 de Marzo de 2011
Crónicas de Don Andrés Bünsow Wilson
Introducción
Hay entrevistados que están tan por encima de sus entrevistadores que la edición escrita pierde al menos la mitad de la riqueza comunicacional de la narración oral. Es sin duda el caso de la presente crónica del mundano don Andrés Bünsow. La sencillez de su trato elegante y la gracia de su plática se pierden desgraciadamente en el texto escrito. Ojalá se animara un día don Andrés a contarle a la grabadora (¡o a la cámara!), sin incómodos testigos ni reservas, la historia novelesca de su vida en Delicias…
Las crónicas de don Andrés representan un testimonio de primera, por cuanto el narrador se halló situado siendo niño en el centro de la vida social de la élite de los fundadores, precisamente por constituir el Hotel del Norte, su casa familiar, el punto de reunión de muy importantes pioneros.
Acaso el mayor valor de esta crónica reside en la identificación de un notable círculo de extranjeros, venidos de Europa y Estados Unidos, quienes jugaron un papel esencial en la definición del ser y los valores de los delicienses. La misma esposa de don Andrés, doña Olga Villalobos Sayffert, desciende de alemanes por línea materna, y por la paterna, de un descendiente de irlandeses, Alejandro Villalobos Cuilty, uno de los primeros agricultores de nuestra región.
-PRIMERA PARTE-
Mire, yo le puedo hacer una historia muy larga.
Fíjese que de los primeros, digamos los fundadores pioneros del pueblo, muchos cuando llegaron vivieron en el Hotel del Norte.
Llegaban al hotel mientras hacían su casita, verdad.
RAÍZ BÜNSOW
Esta historia empieza con mi abuelo por el lado paterno.
Él era alemán, Andrés Bünsow (se pronuncia Biunsow, pero ya se degeneró, y ahora todo mundo dice Binson).
Llegó de Alemania a la ciudad de Chihuahua en el siglo 1800. Empezó con una pequeña tienda, pero era muy trabajador, muy listo; y así llegó a tener una tienda excelente.
Llegó a ser un comerciante muy fuerte ahí. Vendía de todo: ropa, implementos agrícolas de los que había entonces y artículos europeos.
A don Luis Terrazas -que fue dueño de parte del Estado de Chihuahua, vamos a decir; un hombre muy rico, ganadero tremendo-, un día le pidieron que si podía surtir reses para carne a Nueva York. Como tenía una cantidad de reses muy grande, él les contestó: “Sí, cómo no; ¡pero díganme de qué color las quieren!”.
Bueno, el chiste es que don Luis Terrazas, que era tan fuerte y tan potente, un día en esos años, antes del siglo veinte, dijo él (ya en ese tiempo, y seguimos igual, eh):
-Es una vergüenza que las gentes tengan que ir a El Paso, Texas, a hacer buenas compras; vamos a hacer una tienda de calidad que tenga todo lo que se busca y ya no tengan que ir a Estados Unidos.
Entonces hizo esa tienda y le puso “El Nuevo Mundo”. Una tienda como de cuatro pisos, muy grande; don Luis Terrazas la hizo. Tenemos fotos de la tienda. Pero don Luis no la podía atender. Entonces, mi abuelo Andrés -que ya era un comerciante muy fuerte- se asoció con otro señor, un español, Gutiérrez se apellidaba, también comerciante; y entre los dos compraron la tienda a don Luis Terrazas.
¡Era un tiendón, muy bonito! Estaban ricos. Estaba muy rico mi abuelo.
Todavía en mi familia existen platos de vajillas que dicen “Hecho para El Nuevo Mundo en Chihuahua, Chihuahua”.
Y resulta que en esos años, no sé por qué -pues eran llanos, verdad; eran ranchos donde pastaba ganado, ranchos ganaderos al estilo Chihuahua-, compró mi abuelo un ranchito, aquí donde está este hotel. Pero vino la Revolución de 1910, llegó Pancho Villa y a mi abuelo le dijo:
-Tú no eres mexicano, así que no puedes estar aquí; tu tienda aquí se queda y tú te vas. No te vamos a hacer nada, llévate lo que puedas pero te vas.
Ya mi abuelo se había casado con la hija de un minero, Francisco Viniegra, quien tenía minas en Batopilas. Entre paréntesis, ese señor Viniegra construyó el hotel “Apolo” en Chihuahua, que ya se tumbó; pero bueno, era uno de los lugares típicos, tradicionales de allá de Chihuahua…
Y de estar muy rico mi abuelo, pues se fue pobre, verdad. Se fue a vivir a Los Ángeles con su familia.
Nomás que cuando mi abuelo estaba muy fuerte aquí en Chihuahua, llegó otro alemán, el señor Swaetz; y mi abuelo le ayudó a poner una tiendita en El Paso. Fue La Popular, The Popular Dry Company. (Dry porque se vendían pertenencias secas: ropa, zapatos.) Y pues era la mejor tienda en El Paso.
Eran muy amigos, se querían mucho. Y cuando ya estaban allá en mala situación los Bünsow, entonces mi papá se vino a trabajar a El Paso, era el contador allí en La Popular.
RAÍZ WILSON
Mi madre ya nació allá en Estados Unidos.
Mi mamá Ema se apellidaba Wilson, era hija de un escocés que tenía un rancho en Nuevo México que de una punta a otra medía ochenta kilómetros. Se llamaba Double Circle Ranch.
El papá de ella venía de un lugar que se llama Lochness, el lago donde sale el monstruo. De allá venía. Yo creo que mi abuelo materno tenía dinero cuando vino a Estados Unidos, porque tengo fotos muy buenas de él en Escocia, con amigos en el lago, vestidos muy elegantes, con muy buenos vestidotes, con bombín y todo. Era muy elegante, como buen inglés.
Alejandro Wilson llegó con cuatro hijos de Escocia y se instaló en Nuevo México, en ese rancho que digo, el “Doble Círculo”. Después, él un día vino a Hermosillo, Sonora, a hacer un negocio con unos ganaderos de ahí; vino a comprarles ganado. Y así conoció a mi abuela materna.
Era mexicana, se llamó Victoria Salazar, nativa de Hermosillo. Murió de 98 años. Todavía muy viejita nos repetía su historia mi abuela Victoria. Nos decía:
-Miren, hijos, llegó mister Wilson –porque así le decía siempre ella-, llegó a hacer un negocio con mi papá ¡pero a mí me tocó ir a abrir la puerta y se le olvidó el negocio!
Mi abuelo fue y contrató a un traductor en Hermosillo para poder platicar con mi abuela. Pues así se hizo el romance; y total, se casó con ella y se la llevó a Estados Unidos. De allí viene mi mamá.
Entonces mi mamá era más de veinte años menor que sus medios hermanos, los que el señor Wilson trajo de Escocia. ¡La querían…! Pues era la consentida; eran puros hombres ahí y la tenían muy consentida.
Mi mamá era muy lista. Ya de grandes, los hermanos -muy lindos ellos, unas grandes personas- para todo le pedían su opinión, sus consejos.
Bueno, pues resulta que mi papá y mi mamá se casaron allá en Estados Unidos. En mi casa siempre se habló inglés y español; las dos lenguas hablábamos en mi casa.
Mi mamá en un tiempo también estuvo atendiendo la recepción. Yo la vi subirles el veliz a los huéspedes viejos hasta su cuarto. Aquí mismo, en la recepción, tenía ella su máquina de coser. Si se rompía una sábana, o una cortina, mi mamá se encargaba de coserla. En esa maquinita nos cosía también la ropa a sus hijos.
Hubo un tiempo en que en el restaurante hubo mucho negocio y ella misma se encargaba de atenderlo. Tenía dos cocineros: uno era muy grandote, Pancho, y el otro un ruso al que llamábamos Juan, grandote también y pelón. Bueno, pues un día corrieron a avisarle a mi mamá que se estaban matando.
Había en la cocina unos cuchillos grandotes ¡y con esos se estaban dando de cuchilladas! Pancho ya le había hecho una herida tremenda en la cabeza a Juan. Entonces cuando llega mi mamá, se metió en medio de los dos y los desapartó. Les dijo:
-Tú, Pancho, escápate allá por atrás del hotel porque va a venir la policía y te van a meter a la cárcel; toma estos billetes y vete. Y tú, Juan, ven para curarte.
Un día llegó un muchacho a pedir trabajo. Mi mamá lo vio, y se fijó que traía el pelo sumamente largo y lleno de piojos. Entonces mandó traer un bote grande de petróleo, lo hizo meter la cabeza ahí, mandó que lo bañaran y trajo unas tijeras con las que le cortó ella misma el pelo. Duró aquí trabajando un tiempo ese muchacho. Le decíamos “El Chango”.
Fíjese que aquí en el bar se jugaba mucho cubilete. Había una modalidad del juego que se llamaba “La chingona decente”. Pues no me lo va a creer, pero ya después decían los jugadores:
-Vamos a jugar el juego de la señora Binson.
Era una mujer de mucha fibra. Fue la primera presidenta de la Junta de Mejoras Materiales. ¡Sí señor, mi mamá! Don Leopoldo Amaya fue después. Ella se encargó de construir esta plaza que está aquí, la Principal. Y diseñó el kiosquito.
Tuvo mucha influencia en el pueblo mi mamá.
Foto 1: Foto familiar.
“LA POLVOSA”
Y el chiste es que allá por los años veintinueve o treinta, llegó la noticia de que aquí se iban a abrir estas tierras a la agricultura e iba a haber mucho auge –todavía lo estamos esperando; pero bueno, sí ha sido bueno, ¿verdad?
Y entonces mi papá dijo:
-¡Ah caray!, pos entonces voy a ir a ver qué pasó, allá tenemos un ranchito.
Se llamaba “La Polvosa”. Se vino a investigar mi papá, y entonces le dijeron:
-No, mira, esto desde hace muchos años es del gobierno; estas tierras se van a repartir para agricultura. Pero ahí está la casa del rancho, agárrala por si quieres hacer algo, porque aquí va a ser una zona buena, un lugar de mucho negocio.
Entonces, en ese tiempo acababa de morir el papá de mi mamá, Alejandro Wilson. Y murió, pero el rancho “El Doble Círculo” se lo heredó a dos tíos, a los hombres pues; y a mi mamá le dejó de herencia un dinero.
Pues con ese dinero se vinieron aquí a Delicias mi mamá y mi papá.
Como tanta gente que tuvo fe en este lugar, buscando fortuna, con ese dinerito se vinieron.
EL HOTEL DEL NORTE
Mi mamá era muy artista. De jovencita, en Los Ángeles, California, en una tienda que se llamaba Bullock’s -era la mejor tienda de Los Ángeles-, ella a los dieciocho años era la encargada de decorar los aparadores.
Entonces ella se puso y dibujó, hizo los planos de este hotelito allá en El Paso, en la casa que tenían, antes de venirse a Delicias. Imaginó allá el Hotel del Norte. Así que era muy artista mi madre.
Se vinieron pues, y con el dinerito que traían de la herencia de mi abuelo materno levantaron el hotelito.
Esto se inauguró en 1935.
Bueno, el chiste es que hicieron el Hotel del Norte. Yo tenía cinco años de edad pero me acuerdo muy bien de la noche de la inauguración; fue aquí, se hizo un baile, todo muy bonito.
No me van a creer que al día siguiente de la inauguración del hotel, aquí en Delicias hubo unas tolvaneras horribles, pues no había vegetación, no había árboles –ahora eso se ha compuesto mucho por las huertas, pero en aquellos tiempos era abierto. Fue una tolvanera tal que al día siguiente, después de la inauguración, de los cuartos del hotel tuvieron que sacar con palas y botes la arena y la tierra que se metió.
Por eso se llamaba “La Polvosa” el ranchito, por tanta polvareda.
Resulta que a la inauguración del hotel vino uno de mis tíos, de los escoceses. Un año antes del hotel habían construido la “Casa Myers”, la ferretería; ya estaba operando cuando empezó el hotel. Pues se fue mi tío a la ferretería y compró –porque entonces no existían los empaques de hule- franela y tachuelas, y a todas las ventanas él se puso y les hizo como un empaque, para que si venía otra tolvanera no se colara por las ventanas.
El hotel era entonces lo único que había en Delicias, y todos los domingos, aquí en el lobby, traían una bandita de música y hacían la tardeada. Aquí venía mucha de la gente del pueblo, pos los de más dinerito, verdad.
Aquí venían a hacer su bailecito todos los domingos. Bailaban y se echaban sus copitas las parejas y los matrimonios, ai en el lobby.
Venían a bailar don Evaristo Madero, uno de los primeros agricultores; y Don Gilberto González Muzquis, dueño de la primera maderería que hubo aquí.
Foto 2: Años ’40. El patio del Hotel del Norte.
HUÉSPEDES DISTINGUIDOS
“Chuy” Fernández fue muy simpático. Un día se había quedado cuidando la recepción -había tres o cuatro huéspedes conocidos; yo estaba niño, de unos ocho años- cuando llegó un hombre con su veliz solicitando habitación.
Entonces voltié y pude ver que el hombre estaba completamente bizco.
Empezó a preguntar por los precios de las habitaciones, y pude ver que mientras tanto, Chuy había puesto también sus ojos bizcos. ¡Por puro mula! Y así mantuvo la plática unos quince minutos, bizcos los dos. ¡Claro que los otros huéspedes no se aguantaron las risas…!
Por entonces venía aquí uno de los primeros fundadores y un agricultor de los primeros, don Gumersindo Molina. Era dueño del famoso rancho “La Betania”. Trabajaba para él don Ramiro Calderón, siendo muy joven; era el encargado del rancho. Cuando “Chindo” dejó Delicias le vendió a don Ramiro. Todavía es propiedad de la familia Calderón ese rancho.
Pues resulta que don “Chindo” venía mucho al bar con sus amigos. Era muy corpulento, muy fuerte. Y una vez estaba en el bar acompañado de amigos, cuando llegó el mula de “Chuy” y empezó a bromear como acostumbraba. Tenía muertos de risa a los amigos de “Chindo”.
Pero sus bromas eran muy pesadas, y llegó el momento en que a don Chindo ya no le gustó ¡y le dio un tremendo derechazo que lo hizo vola! Del golpe lo aventó por encima de la barra e hizo caer de cabeza hasta el otro lado. Nunca más volvió a bromear “Chuy” –je je je.
Al paso del tiempo ha pasado por aquí mucha gente importante.
El gobernador don Alfredo Chávez, el papá de Homero, aquí venía. Y Foglio Miramontes, un hombre grandote, muy serio.
Y nos visitaba mucho después don Manuel Bernardo Aguirre; le encantaba venir porque la cocinera “Cloty” le hacía un caldillo norteño que mucho le gustaba. Antes de irse iba a la cocina don Manuel y a cada empleado le regalaba cien pesos, era muy fina persona.
Creo que llegaron juntos don Polo Amaya y don Gilberto González Muzquis, eran muy amigos. Aquí cuando hicieron el hotel, ya estaba don Gilberto con la maderería de los González; ellos tenían aserraderos, la familia.
Don Gilberto me platicó a mí ya muy viejito, que mi papá, para las puertas del hotel y todo eso, le pedía:
-Quiero pura madera de primera.
En esos tiempos la madera de primera –era de pino, verdad- no podía traer ni un botoncito. Ni un botón.
Y ve uno ahora las puertas y así están, sin un solo botón…
LA ESTACIÓN DEL TREN
En el año 1935 toda la gente viajaba aquí en ferrocarril. No había carretera, los caminos eran muy malos; todo mundo llegaba en el tren.
Entonces, mi papá compró un guayín largo que en parte era de madera. Había un hombre -al que hizo mi mamá una cachucha tipo militar que decía enfrente “Hotel del Norte”, con letra plateada-; él iba a la Estación a la hora en que llegaba el ferrocarril, a traerse a la gente, a los huéspedes, aquí al hotel en el guayín.
El primer recepcionista del hotel fue don Antonio Mejía Borja. Su hijo, Juan, en una bicicleta iba a las casas de las gentes importantes que recibían llamadas telefónicas, pues en aquellos años el único teléfono que había en Delicias estaba aquí, en el Hotel del Norte, en una caseta ahí junto a la puerta de la recepción.
Foto 3. Agrónomo J. Cabrera y representante R. Ornelas.
LOS MADERO
Don Evaristo era hermano de don Francisco I. Madero. Vino acá de Torreón, ya casado.
A él lo mandaron a Francia antes de la Revolución. Era francesa su esposa, doña Susy. Aquí vivieron en el hotel.
Tenían tres hijos: una, Susy; la otra hija fue la esposa de Miller, el de Chihuahua, que se mataron después en su avión particular; y el hijo, Evaristo Madero junior, al que le decía “Tito” don Evaristo.
“Tito” es el papá de Gustavo A. Madero, actual presidente nacional del PAN.
PINO BRADY Y EL PLANO
Pino Brady fue de los primeros ingenieros que vinieron, junto con Epigmenio Rocha y el ingeniero Cobos. Eran los que venían de jefes. Y el ingeniero Enrique Rubio.
Una chulada de persona; allá vivió en el campamento el ingeniero Pino. La hija de él estuvo conmigo en la escuela, ya no me acuerdo cómo se llamaba, le decíamos “La Güera”.
Escuché eso de que Pino dibujó el mapa de Delicias; es muy probable que haya sido así, aunque seguramente fue bajo la dirección de don Carlos. Dicen que este tomó la idea de la ciudad de Washington; otros dicen que de una ciudad de Europa, no sé.
Lo más creíble es que se basara en Washington, porque nunca supe que don Carlos haya estado en Europa.
PRIMER HUÉSPED
Los pioneros de Delicias aquí se hospedaron casi todos.
El primer huésped del hotel fue don César Tinoco.
Era veracruzano. Se casó con una señora española, doña Chayito Ayala. Él trajo a los papás de ella desde España; eran unos españoles chaparritos. Aquí vivieron también los señores -y luego en un edificio de dos pisos donde hoy está la “Refaccionaria Mata”, arriba, era un edificio de dos pisos; allí arriba vivieron.
Llegaron aquí don César y su esposa, doña Chayito, con dos hijos. La hija se llama Rosario. Chayo Tinoco se casó con Paco Piñeiro. Paco tuvo un hijo Paco Piñeiro, y un nieto Paco Piñeiro. Fueron dueños del “ABC”. Ahorita tienen mucha familia.
Un nieto de Paco es Piñeiro Villalobos, pues un hijo de Paco se casó con una hija de don Víctor Villalobos, hermana de Oscar Villalobos.
Bueno, todo esto es parte de nuestra historia.
Y así empezó el hotelito…
EL CAMPAMENTO
Estoy contando historias muy viejas…
Al principio no había carretera, sólo una vereda, Un camino de tierra que iba hasta Chihuahua.
Todo el movimiento de transporte era por tren. Todo mundo llegaba por ferrocarril. En un tiempo pasaba el tren por Ortiz, pero después lo cambiaron y ya pasó por donde está ahorita.
Cuando vinieron a empezar a construir el hotel –digo, porque la casa que había aquí de la hacienda “La Polvosa” eran ruinas-, don Carlos Blake, que era el jefe de toda la gente que mandó el gobierno, vino a abrir todas estas tierras.
Allí está su estatua, aquí afuera del hotel.
Bueno, don Carlos había construido un Campamento: muchas como cabañas de madera. Allí estaban todas las cabañas para los empleados, los ingenieros y toda la gente que vino con la CNI. Y en medio de todo eso hicieron un edificio grandote que era el restaurant, donde alimentaban a la gente de la Comisión Nacional de Irrigación.
El restaurant lo manejaban unos señores chinos.
Don Carlos le prestó a mi papá una de esas cabañas, enseguida de la cabaña donde vivía el ingeniero Epigmenio Quiroz Rocha. Un gran señor, me acuerdo muy bien. Este señor fue el encargado de todos los caminos que se hicieron para comunicar los ranchos y de poner los árboles en todo eso.
Era ingeniero agrónomo Quiroz Rocha. Puso mucho pinabete porque el pinabete es una barrera pa los vientos fuertes -que entonces eran muy comunes aquí. Puso mucho pinabete, y álamos.
En la esquina del Campamento había una cabaña que después, con el tiempo, adquirió don Chema Fuentes. Don Chema era taxista; existen los hijos de él, Chema y los demás. Hasta hace poco existió esa cabaña, muy famosa; fue una pena que la hayan tirado.
Se tiró, lástima. Fue una falla de nuestros gobernantes: ¿por qué no prohibieron tirarla? Esa cabaña se debió quedar como un testimonio histórico; pero dejaron que la tumbaran. Un gran error. Como dejar que tumbaran la “Casa Myers” y el “Banco de Crédito Agrícola”.
El edificio de la antigua Presidencia ahí está todavía; no está nada bonito, pero está.
EL BANCO DE DON ANTONIO
Aquí en el hotel fue el primer banco que hubo en Delicias.
Allí en la esquina -después la tuvimos de restaurant, ahorita es el Museo de los Fundadores- se instaló el “Banco Nacional de México”.
Don Antonio V. Máynez vino como gerente, fue el primer gerente. Aquí vivía en el hotel. No me acuerdo el número de habitación; vivía en el segundo piso con su esposa, Elba Vaca Parra.
¡Y aquí nació la primera hija de don Antonio, Tití Máynez! No sé cómo se llama pero todos la conocen como “La Tití”; es hermana de Conchita, la mamá de Beto Villalobos Máynez, el hijo de Heberto Villalobos y Conchita Máynez. Conchita ya no nació en el hotel; don Antonio y Elba ya habían hecho una casa.
Y don Antonio, ¡no, pues muy querido, un hombre muy querido! Después, ya en su vejez, fue el Cronista de la Ciudad. Era un gran señor, un gran hombre. La mamá de él se hizo muy amiga de mi abuela materna. Se juntaban ai y se salían allá afuerita. Yo estaba niño y me mandaban a comprarles cigarritos, los faritos desos.
Allí se ponían a fumar ya muy viejitas.
Bueno… ¿cuánta historia, verdad?
LINAJE DE ANDRESES
Mi abuelo paterno se llamaba Andrés Bünsow y llegó a tener una tienda en Chihuahua. Su padre y su abuelo se llamaban igual. Mi padre también se llamó Andrés.
Yo soy como el quinto Andrés. Mi hijo Andrés tuvo a su vez un hijo Andrés Bünsow, y este, otro Andrés chiquito, mi bisnieto; ya hay como un octavo Andrés, algo así.
Mis padres se conocieron en Los Ángeles, California. Mi mamá estaba trabajando allá y mi papá igual. Realmente no sé cómo hicieron amistad, pero se conocieron, se enamoraron, se casaron, y luego se vinieron a vivir a El Paso, por la tienda “La Popular”; eran muy amigos de los dueños y le dieron trabajo a mi papá.
Mi abuelo paterno, después de que lo corrió Villa, pronto murió.
Yo creo que de tristeza…
¡Va!, así es la cosa.
BLAKE Y LAS GRANJAS DE UVAS
Volviendo atrás, cuando llegó mi papá y todo, ya le digo que don Carlos Blake le prestó allá una casita y se portó de maravilla.
El recuerdo mío para don Carlos es bello. Era un hombre muy simpático. Él nunca vivió en el hotel, pero sí llegaron a vivir un tiempo aquí sus hermanos.
De Carlos Blake yo guardo mucha historia. Era una chulada de señor. Era muy simpático: grandote, muy bien parecido el hombre, muy platicador. ¡Y era enamorado! Se dice que sí le encantaban las damas. Era correcto, verdad; pero, cómo dijéramos, sí tenía su gusto para las damas. Admiraba a las damas, así creo yo…
Don Carlos Blake aquí se paró enfrente del hotel al hacer el trazo de la ciudad. Ahí se paró y empezó: trazó primerola Calle Central que pasa por el Reloj, y así se fue el trazo de la ciudad. ¡Qué bonito que ahorita allí está su estatua!
Aquí cerquita del pueblo había una zona que llamaron de granjas. Porque los ranchos, lo más grande que se permitía de acuerdo con la ley, eran cien hectáreas. Pero hicieron una zona de granjas, eran terrenitos de tres hectáreas, y él dejó una para él. Estaba donde los fierros viejos, donde el negocio de don Enrique Gutiérrez de toda la vida; orita el que lo tiene es el hijo, Enrique junior. Allá por el sector Sur, sobre la calle segunda, por el rumbo del nuevo estadio de beisból, antes de llegar, por ahí estaba la granja de don Carlos Blake.
La tenía muy bonita, me acuerdo. Sembraba hasta alcachofas don Carlos, era muy curioso. Hizo una alberca ahí; nos dejaba entrar a todos los muchachos a esa alberca don Carlos, era muy buena gente. Yo creo que ya no existe la alberca esa…
Bueno, pues en ese tiempo le dio el entusiasmo por plantar parras. Entonces él vio a todas las demás personas que tenían granjita -entre ellos estaba mi papá-, y les dijo:
-Miren, quiero poner viña. Ya investigué en Estados Unidos, en California, para que nos manden plantitas de viña “Barbados”. Si otras personas quieren, hacemos un pedido grande y nos va a salir mucho más barato. En una cantidad considerable nos las venden muy baratas.
¡Pos casi todos se entusiasmaron! Pidieron las viñas y las plantaron.
Todo esto lo digo en el librito “Gran Historia de la Uva y el Vino en Delicias”.
IMAGEN DE DON CARLOS
Así se sembraron parras en las granjas.
Hubo viñedos preciosos, tuvo un auge la uva y todo aquello.
Pues resulta que cuando hubo mucha uva, se les ocurrió ya hacer vino. Blake también fue el promotor de eso.
Empezaron en pequeñito. Allí cerca del Mercado Juárez rentaron una bodega muy grande –donde ahora está la Coppel- y allí empezaron a hacer el vino.
Trajeron al ingeniero Traberso, un italiano vinatero que se hospedaba en el hotel. Pues resulta que el italiano se casó con una mexicana y tuvieron un hijo; era poquito mayor que yo, así que nos hicimos muy amigos, verdad.
El muchacho se llamaba “Beto”, le decíamos “Beto” Traberso.
Mire, yo la primera borrachera que me puse en mi vida -que llevo muchas- me la propició don Carlos Blake.
Un día -ya estaba trabajando la fábrica de vino, cerca del mercado-, me dijo Beto:
-Oye, vente, vamos a ver qué están haciendo.
Y fuimos, entramos allí a ver qué. Tenían muchas pilitas de cemento donde se estaba fermentando la uva. La machacaban, con los pies creo, y ahí la ponían en las pilas. Claro, luego iba a barricas y aquello.
Bueno, era en verano, ya estaba la cosecha de la uva. Olía precioso.
Yo tenía diez años. Entramos, nos vio don Carlos y nos gritó:
-¡Ah, muchachitos!, vengan pacá.
Él era muy cordial y así. Y ya nos acercamos:
-¿Sí, don Carlos? -le teníamos mucho respeto, verdad.
-¿Les gusta cómo huele aquí?
-Sí, don Carlos, huele muy bonito.
Entonces tenía unas jarras de barro y pos las metió en una de las piletas, y nos pidió:
-Anden, muchachos, prueben esto.
Pos áistamos.
-¿Les gusta? -nos volvió a preguntar-. ¡Pues tomen más!
Serían las doce del día cuando salimos de ahí. Yo veía que de la calle –no había pavimento, era pura tierra- salía como vapor. Nos venimos aquí al hotel. En ese tiempo mi papá había acondicionado en el segundo piso unos cuartos donde vivíamos nosotros, mi mamá y los hijos ahí estábamos.
Bueno, pues yo me sentía muy mal, mucho muy mal, y se me ocurrió darme un baño a ver si me componía. Pero para ir al baño había que pasar por la recámara de mi mamá. Y aquella vez con mi mamá estaba un grupo de amigas, entre ellas, me acuerdo, doña Panchita Espinoza, esposa del gerente de la “Casa Myers”, y doña María Delgado de Farías, casada con un señor que fue de los primeros agricultores aquí y hermana del papá del “Pelón” Delgado y de Danita Delgado, quien tiene un puesto muy importante en el municipio y aparte es una gran amiga.
Y pues estaban ahí varias señoras amigas de mi mamá. Me querían mucho las amigas de mi mamá, me decían “baby”. Entré yo, queriendo pasar al baño, pero me vieron y me llamaron:
-¡Oh, baby, ven a darnos un beso!
Me querían mucho. Ya me acerqué a darles un beso… ¡y nada, que me vomito arriba de ellas! En lugar del beso les eché una vomitada tremenda. Ya mi mamá me agarró del brazo, me metió al baño, me bañó y me acostó.
Entonces, ¡yo presumo con mucho honor que mi primera borrachera me la puse con don Carlos Blake!
Foto 4. Etiqueta del brandy “El Dorado”, 1970.
IMAGEN DE E. J. LAING
Cuando fue el asalto al cuartel aquí, estaba yo en el hotel. ¡Óigame, pues si fue aquí enfrente, a dos cuadras!
En las noches hubo toque de queda durante algún tiempo. A las nueve de la noche todo mundo tenía que estar en su casa, nadie debía andar en la calle después de esa hora.
Don Emiliano J. Laing era muy amigo del hotel. Todos los días venía a comer aquí. Era buena persona. Muy serio él.
Una semana antes de esa asonada habló con mi papá y le dijo:
-Voy a hacer un viaje, voy a salir, y como en cualquier viaje, no sé que pueda pasar o si volveré. Le quiero encargar esta caja de cartón…
Le dio la caja a guardar a mi papá y le dijo que si pasaba algo, una hermana de él vendría a recogerla. Y así ocurrió, que a los pocos días de morir Emiliano, su hermana vino por la caja esa. Desde luego, mi papá nunca supo lo que contenía.
Él quería tomar la plaza. Parece que era un movimiento nacional, planeado para todo México, pero al final sólo los de Delicias se aventaron.
¡Caray!
UN EMBLEMA DESAMPARADO
Aquí en la esquina nosotros teníamos el “Mister Wilson”, y por necesidad económica –la crisis se ha venido muy dura- lo vendimos; me lo compró una inmobiliaria.
Me dijeron que no lo iban a tumbar, que iban a hacer ahí otra cosa, un club o algo.
Pero, yo creo que los de la inmobiliaria después tuvieron un buen trato, se les presentó un negocio con la cadena de los Oxxos, y lo vendieron.
¡Les costó más tumbarlo que construir el Oxxo!
Pienso que por haber sido el primero que se construyó, el Hotel del Norte es una imagen de Delicias. Mucha gente que viene nos dice:
-El que venga a Delicias y no conozca este hotel, no ha venido a Delicias.
Ya es un emblema del pueblo, un edificio histórico.
Ahora yo no sé, la situación está muy dura aquí en nuestra ciudad. Estamos, cómo le diré, con muchos problemas para conservar el hotel.
Y toda la gente que viene de fuera, de México, de Estados Unidos, de Europa, me dice:
-Oye, ¿y el gobierno no te ayuda a sostener esto?
Pues no. Para nada. Aquí no ha habido ayuda de nada. En la administración pasada de Beto Villalobos –para mí un gran presidente, me trató muy bien-, hice una carta al Cabildo, no para que me ayudaran con dinero, sino para que me consideraran con los impuestos y eso, porque estos edificios antiguos llevan mucha conservación. Es muy duro sostenerlos y cuesta mucho. Nunca hubo respuesta.
Yo no sé si podré seguir sosteniendo este edificio, hay varias gentes que me lo quieren comprar. Me han dicho:
-Saca todas tus cosas –hay antigüedades muy bonitas aquí, muebles bellos que vinieron de distintas partes de México, Estados Unidos y Europa- porque esto lo vamos a demoler.
Yo no lo he querido vender, pero no sé cuánto voy a aguantar.
Cuando se tiró el “Mister Wilson” hubo gente que hasta me insultó. Me reclamaron que por qué había permitido eso. Yo pues les digo que me prometieron que no lo iban a tumbar. ¿Pero por qué el municipio permite que se tumben estas cosas?
Porque va a llegar un día en que si no vendo lo voy a perder por nada, y me voy a quedar en la calle, verdad. Entonces, voy a preferir venderlo.
No sé qué vaya a pasar…
Foto 5. Don Andrés con el gran “Mantequilla” Nápoles, hacia el año 2000.
-SEGUNDA PARTE-
Gran Historia de la Uva y el Vino en Delicias
por Andrés Bünsow Wilson
Nací en 1930. Me trajeron a Delicias en 1935, así que crecí junto con este hermoso Pueblo y conozco casi toda su gran historia.
En lo referente a la uva fue el Ing. Don Carlos Blake, nuestro gran líder, quien entusiasmó a un grupo grande de nuestros pioneros agricultores para traer del estado de California, U.S.A, una gran cantidad de plantas que llaman “Barbados” y se plantaron en una buena extensión de hectáreas.
Esto fue entre los años 1937 y 1938; y, pronto se vio adornado este precioso valle con bellos viñedos que empezaron a producir uva de la mejor calidad, la cual tenía un gran mercado en las grandes ciudades, especialmente la Ciudad de México. Se embarcaba en vagones del Ferrocarril que tenían unos compartimientos que se llenaban de hielo de la planta de Don Antonio Aún, así que la uva llegaba en magníficas condiciones a las grandes ciudades.
Para esto vinieron comerciantes muy importantes (fruteros) como el señor Erives y Don Ignacio B. Landa, muy simpáticos y buenos. Los traté y quise mucho, pues se hospedaron en Hotel del Norte, donde yo crecí. El señor Erives era muy bromista; le decían “El Chato” por su gran nariz afilada.
Estas personas entrenaron a lindas damas para el empacado y la presentación de la uva. Se hacía en cajas de madera. Mi Papá tenía uno de los mejores viñedos, y yo, junto con otros muchachos, con clavos y martillos armábamos las cajas ganándonos muy buen dinerito.
El empacado era un arte; entre las empacadoras más famosas estaba una bella señora, “Doña Severa”, y una linda joven llamada Andrea; las queríamos mucho.
Llegó a ser tanta la uva y de tan buena calidad, que estos agricultores -que no quiero llamar vencedores, sino “Héroes del Desierto”- pensaron en hacer vino.
Entre estos personajes, desde luego mi padre Andrés; y Don Carlos Blake y sus hermanos Javier, Jorge y Ricardo; y Don Alejandro Villalobos Cuilty, que más tarde fue mi suegro; y Don Antonio Cárdenas, Don Guillermo Quevedo, Don Octavio Chávez, Dos Jesús Pérez H., Don Alfredo “Felo” Chávez, el Ing. Colunga -quien murió trágicamente en un avionazo, y cuya bella esposa, la “Güera” Ortiz, muy querida, con gran entusiasmo siguió en la lucha; y Don Guillermo “Memo” González Armida; y Don César Tinoco, quien se trajo de España a un simpático chaparrito experto en viñas, se llamaba Don Mariano y ayudó mucho a Don César en su gran viñedo.
Para iniciarse en esta gran aventura contrataron a un etnólogo vinatero italiano llamado Ing. Traberso, a quien, junto con su esposa y su hijo “Beto”, este un poco mayor que yo, hospedamos en Hotel del Norte; así que fuimos grandes amigos.
Se empezó a procesar el vino en una bodega a una cuadra del Mercado Juárez. Una mañana nos fuimos Beto y yo a la fábrica; los que estaban trabajando nos conocían muy bien, así que no teníamos problemas para entrar. Habían construido muchas piletas en las que se estaba fermentando la uva; el olor era precioso, muy sabroso.
Resultó que ahí estaba Don Carlos Blake. Era muy simpático y quería mucho a los niños. Cuando nos vio dijo:
-Vengan para acá, muchachitos, ¿les gusta cómo huele?
-Sí, Don Carlos, huele muy bonito.
Tenía unas jarras de barro y nos dio que probáramos aquel jugo en fermentación, el cual sabía riquísimo.
-¿Les gustó muchachitos?
– Está rico, Don Carlos.
-Pues tomen más…
Salimos como a las doce del día de regreso al Hotel. Cuando llegamos yo me sentía muy mal, pensé en darme un baño a ver si me componía. El apartamento en que vivíamos estaba en el segundo piso y para ir al baño había que pasar por la recamara donde estaba mi mamá con dos de sus grandes amigas, Doña Panchita Espinoza, esposa de don Enrique Espinoza, el de la casa Myers, y Doña Helen Aún, esposa de Don Antonio Aún. Me querían mucho, me decían bebito. Cuando me vieron me llamaron:
-Ven, bebito, ven a darnos un beso.
Me arrimé, ¡pero en lugar de un beso les di una gran vomitada!
Yo presumo con mucho orgullo que mi primer borrachera me la proporcionó nuestro gran líder Don Carlos Blake.
“BODEGAS DE DELICIAS”
El vino empezó a salir muy bueno, un Brandy excelente que llamaron “Dorado”, además de sabrosísimos vinos de mesa, tinto, blanco, rosado y uno para consagrar tan bueno que lo adoptaron todas las iglesias en el estado.
Era tanto el éxito, que cuando les ofrecieron toda la maquinaria y preciosos toneles fabricados en Alemania, de una gran vinícola que se había cerrado en California, con ayuda del banco compraron todo eso y construyeron lo que se llamó “Bodegas de Delicias”.
Algo muy bello. El Ing. Traberso no sé por qué razón se tuvo que ir, pero dejó en su lugar a otro gran vinatero también italiano llamado “Bortoluchi”, era muy simpático.
Aquí en el Hotel trabajaba con mis papás un magnífico carpintero de nombre “Palomino”; Bortoluchi lo vio trabajar y les pidió a mis papás que lo dejaran ir a trabajar a la vinícola, donde podría ganar muy buen dinero; así que Palomino se convirtió en gran tonelero, que no sólo reparaba los grandes toneles sino que fabricaba bonitos barriles de 100 y 200 litros. Este venía muy seguido a saludarnos, era muy borrachito. Mi mamá le decía:
-¡Palomino, cómo vienes!
Y él le decía:
-Doña Emma, son los toneles, ¡ya me impregné!
Fueron años muy bellos para las viñas y los vinos en Delicias. Cada año en la época de la vendimia se realizaba la gran Feria de la Uva con toda su alegría.
El Ing. Bortoluchi hizo una gran labor con los vinos, pero un día sintió gran nostalgia por su querida Italia y nos abandonó. Y contrataron a un magnífico etnólogo mexicano, el Ing. Ares, muy simpático, con una gran chispa. Nos contaba historias que parecían cuentos de Las mil y una noches.
En el año 1951 contrataron al Ing. Paniagua, un señorón español que derramaba bondad; siendo un gran vinatero, él vino a apoyar al Ing. Ares e hizo gran amistad con Don Carlos Cheda, también español. Fue uno de nuestros fundadores, magnífico agricultor. Su hijo Carlos es mi gran amigo; seguido me invitaba a visitar al Ing. Paniagua, quien nos trataba muy bien, siempre teníamos que probar todos los vinos que estaban elaborando y siempre tenía un buen queso. Nos daba siempre el mismo consejo:
-Cuando coman queso tomen vino, de lo contrario se les puede formar una pelota en el estómago.
En el año 1953 otro señor español que vivía en la ciudad de Chihuahua, llamado Juan Fernández, construyó otra gran vinícola que llamó “Brandy del Norte”. Se jaló a su paisano Ing. Paniagua a trabajar con él, así que en “Bodegas de Delicias” se quedó sólo el Ing. Ares con la responsabilidad del vino.
En todos estos años estuvo como gerente Don Felipe Pineda, hombre muy querido, pues entre otras cosas organizó el grupo de los “Boy Scouts”, que manejó muy bonito. Así que todos los muchachos lo queríamos.
Mucho más tarde como gerente estuvo Don José “Pepe” Prieto, otro pionero muy querido que junto con su esposa “Conchita” y cinco hijos, mientras pudo construir una casa vivieron en el Hotel del Norte; son amigos muy queridos. Doña Conchita, una gran dama, muy querida, con gran simpatía y chispa. Gracias a Dios todavía está entre nosotros.
En el año 1955, don Guillermo Quevedo había adquirido la mayor parte de las acciones y prácticamente era el dueño absoluto. Contrató al Ing. Ruiz, de la ciudad de Chihuahua, para que viniera a auxiliar al Ing. Ares en la elaboración del vino. El Ing. Ruiz, muy joven, recién salido del gran Tec de Monterrey, ese mismo año se casó con su bella esposa Olguita, de la ciudad de Monterrey; aquí formaron una linda familia muy querida por todos.
Poco tiempo después, el Ing. Ares se retiró dejando al Ing. Ruiz con toda la responsabilidad del vino, lo que hizo durante dieciséis años con gran éxito. Aparte del famoso brandy “Dorado”, sacaron uno excelente, “San Felipe y el General”. Por los años sesenta ya tenían una gran distribuidora en la Cd. de Aguascalientes y otra en la Cd. de México (donde, me platica el Ing. Ruiz, tenían ocho agentes muy activos distribuyendo el producto).
En 1972 el señor Elías Muller, de la Cd. de Chihuahua, enseñó un billete muy grande a Don Guillermo para que le vendiera la fábrica; y Don Guillermo, ya con ganas de retirarse, accedió. Todo siguió trabajando muy bien. El señor Elías Muller contrató al Ing. José Daumas para que se encargara del proceso del vino, persona muy preparada, pues sus estudios los hizo en una escuela vinícola en Francia, con lo mejor del mundo.
La otra gran fábrica, “Brandy del Norte”, tuvo mucho éxito hasta los años setenta, cuando, no sé por qué razón, el señor Juan Fernández tuvo que irse de México y la fábrica se cerró.
El Ing. Paniagua, quien estaba al frente de la elaboración del vino, construyó entonces su propia fábrica; hizo un edificio muy vistoso, a semejanza de un castillo, donde por algunos años estuvo elaborando magníficos vinos.
En “Bodegas de Delicias” sucedió algo muy triste, pues aproximadamente a los tres años de pertenecer al señor Elías Muller, este, acompañado por su bella esposa Margarita Madero y varios de sus hijos, sufrieron un terrible accidente aéreo donde todos murieron. A partir de esto todo se empezó a resquebrajar en “Bodegas”, a tal grado que vino la quiebra del negocio, el cual se cerró y pasó a manos de uno de los grandes bancos.
Otro gran pionero, Don Antonio Cárdenas, también hizo historia con su magnífico vino tinto “San Antonio”.
El Ing. José Daumas, después del cierre de “Bodegas de Delicias”, estuvo elaborando por algunos años en su rancho magníficos vinos de mesa. Actualmente se encarga de la elaboración del magnífico “Sotol hacienda”, lo cual se hace en el edificio que perteneció a “Brandy del Norte”; este sotol bellamente presentado es de gran calidad, así que mucho se exporta.
Otra persona con gran historia en el mundo del vino de nuestra región fue el señor Rimbao, un gran señor que llegó de España en los años treinta y se estableció en Saucillo, donde plantó viñas y empezó a producir magníficos vinos. El “Brandy Rimbao” fue tan bueno que lo comparaban con el cogñac francés; lo triste es que muere el señor Rimbao y no hubo nadie que continuara su magnífico trabajo.
En Cd. Saucillo existe la casona donde vivía y fabricaba sus magníficos vinos. El alambique que usaba es una magnífica pieza fabricada en Francia, el cual recientemente fue adquirido por otro enamorado de este maravilloso mundo del vino, mi querido sobrino Ing. Homero Chávez Bünsow, quien plantó magníficas variedades de viña para la producción del vino.
Ya estamos disfrutando de los magníficos vinos tinto y blanco que está elaborando mi sobrino; los llama “productos del Valle del Conchos”. Homero, con bellos planes y gran amor, estamos seguros que está en el principio de algo muy grandioso.
Así que la historia del mundo de los vinos tiene un gran futuro en nuestro querido Delicias.
Carmen Vera
May 23, 2018 at 7:37 pm
Muy interesantes estas crónicas. Me interesa adquirir un ejemplar de la versión digital completa ¿es posible?