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Crónicas de Doña Concepción Martínez y Don Enrique Sáenz

“Festival de la Fundación de Ciudad Delicias” /78 Aniversario

Diez Crónicas de Fundadores y Pioneros de Ciudad Delicias, Chihuahua

v. CRÓNICAS DE DOÑA CONCEPCIÓN MARTÍNEZ Y DON ENRIQUE SÁENZ

Versión digital

© Presidencia Municipal-Secretaría de Desarrollo Social-Departamento de Cultura

© Javier Arturo Quiñones Espinoza, Compilador y Editor.

“Si ha de escribirse algún día la historia de nuestro país, es necesario que nos apresuremos a sacar a luz los materiales dispersos que aún puedan recogerse, antes que la injuria del tiempo venga a privarnos de lo poco que ha respetado todavía. Sin este trabajo previo no hay que aguardar resultados satisfactorios, porque la doble tarea de reunir y aprovechar es superior a las fuerzas de un solo hombre.”

Joaquín García Icazbalceta, Colección de documentos para la historia de México, T I

“Las personas que por sus enfermedades, debilidades, o ilusiones voluptuosas, no gusten de emocionarse notablemente con la verdad como corresponde a todo individuo que aspire a civilizado, no debe leerlo, y debe prohibirlo a sus hijos o educandos como muy pernicioso para las mentiras deliciosas de poéticas tradiciones…”.

Francisco Bulnes, Las grandes mentiras de nuestra historia

Presentación

La divulgación digital  de las “Crónicas de Fundadores y Pioneros de Ciudad Delicias, Chihuahua”, ha sido posible gracias al auspicio de la Secretaría Municipal y la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno del Ing. Mario Mata Carrasco.

Debo en particular a los buenos oficios del licenciado César Jáuregui y el señor Albino Rodríguez la consecución de nuestro objetivo de dar a la luz pública una serie de diez crónicas de fundadores y pioneros que aparecerán en este portal durante el mes de abril.

La presente es la quinta de la serie. Apareció publicada por vez primera en la revista Reportero, no. 2, junio de 1992.

En apego a nuestro criterio metodológico general, consiste la presente crónica estrictamente en palabras del propio entrevistado. En todos los casos, los diversos pasajes de la edición fueron supervisados, corregidos y autorizados por los narradores.

Javier Quiñones

Ciudad Delicias, Chihuahua, a 31 de Marzo de 2011

CRÓNICAS DE DOÑA CONCEPCIÓN MARTÍNEZ Y DON ENRIQUE SÁENZ

Introducción

Esta es un crónica doble, o mejor dicho, la crónica contada al alimón por uno de los primeros matrimonios fraguados en Ciudad Delicias, y uno de los más perdurables y longevos entre los fundadores.

Se distingue de nuestras demás crónicas de pioneros, además, porque en la narración aparece la tercera persona del entrevistador. En apego al criterio general de que sean los propios entrevistados quienes narren sus historias, distinguimos escrupulosamente las palabras textuales de los entrevistados mediante el uso de comillas.

La crónica de doña Conchita y don Enrique se recogió a lo largo de tres sesiones de entrevistas realizadas durante 1992 en el jardincito de su casa del Fraccionamiento Imperial, sita en la esquina poniente de la intersección de la Calle 7ª y la Avenida Carlos Blake.

Formaban entonces una encantadora pareja de ancianos que de cuando en vez escapaban a su cabaña de la sierra, para disfrutar de la naturaleza y la libertad.

Me bajé en la estación.

Andando, llegué a la bodega de Wisbrun. Estaba donde está ahora la báscula de Santos. Elías mi hermano era el gerente.

Ya estaba trazado todo el pueblo. Había una bola de chozas.

En la Loma de Pérez estaba “La Mariposa”, un comercito de abarrotes. En la Avenida Sexta estaban ya Valenzuela, Márquez, Jesús Yáñez, Doña Tila, Juan Portillo.

Atrás del telégrafo, por donde ahora está el cuartel, estaban construyendo el Hotel del Norte, propiedad de Chole Flores de Núñez.

Sería en septiembre cuando llegué. Todavía estaba don Luis Nevárez despachando en un carro; él era jefe de la Estación.

Entonces la vía del tren pasaba por Ortiz; hasta el ’34 se empezó a construir el puente del ferrocarril a Meoqui.”

Habla don Enrique Sáenz. La entrevista se desarrolla en el amplio jardín de su casa.

En el transcurso se da tiempo para supervisar la instalación de una campana que deberán tañer, jalando un cordel desde la verja, quienes reclamen la atención de los señores de la casa. Queremos saber por qué se sumó él al sueño de hacer de la nada un ciudad sobre el llano calcinado.

-Yo tenía un restaurant en Cuauhtémoc. Le comprábamos el hielo a don Otto Stegee, el de la Coca-Cola.

Otto me estimaba. Un día me preguntó: “¿Cuánto vende usted?”.

Yo vendía 30 ó 35 pesos diarios. Cuando oyó lo que ganaba, me dijo: “Váyase para Delicias, yo conozco un heladero que está vendiendo 185 pesos diarios”. Y me vine… ¡pero volado!

Reacio el panegírico y la hipérbole, don Enrique insiste en aclarar que él no tiene adeudos por cobrar a la ciudad:

-Me vine porque no la pude hacer en Cuauhtémoc. La mayoría de los que nos venimos fue porque no la podíamos hacer en otro lado, no encontrábamos.

Yo ya estaba desesperado. Tenía 30 años, y pensaba que siempre iba ser un miserable. Le debemos todo a Delicias. Delicias no nos debe nada.

“¿SE PUEDE LLAMAR DOMINADOR DEL DESIERTO?”

Tampoco acepta don Enrique el título de “Vencedores del Desierto” que ostentamos los delicienses:

-Cuando llegamos aquí ya había canales. En mi opinión, esto no podía llamarse desierto cuando le ponían a uno el agua en la orilla de la parcela y nos daban refacciones para pagar sueldos y maquinaria. ¿Cree usted que somos vencedores?

Los menonitas y los de Ceballos, esos sí lo son: no tenían ni agua ni carreteras. A nosotros nos dieron hasta caminos sembrados de moras. Ya si no la hacíamos así… En todo caso, los vencedores fueron los ingenieros que hicieron el canal. ¡Pero para eso les pagaban; no trabajaron gratis!

Si a usted le dan agua a la puerta, si le dan tierra, si le dan refacción, ¿se puede llamar dominador del desierto?- reflexiona.

Doña Conchita se suma a la charla para rebatir en este punto la opinión del hombre a quien unió aquí su destino en 1936.

Recuerda ella:

-Los que llegamos primero sufrimos mucho. Hubo muchas inclemencias. Aquí no había qué comer.

Las verduras las traían desde el sur. Lo que comíamos era mucha sardina y mucho salmón, eso sí. Latas y latas.

¡Y había unos aires! Como estaba la tierra suelta, tenía una que salir toda tapada de la cabeza y con lentes porque las piedritas nos azotaban la cara.

-Es que ella venía de Torreón, donde sí había agua y luz. Sintió el cambio muy brusco. Yo en cambio venía de Cuauhtémoc, que entonces se llamaba San Antonio de los Arenales. ¡Imagínese usted! -replica a su esposo.

“EL LUGAR PARA QUE YO SIGA VIVIENDO”

Don Enrique, quien nació en 1903 en un rancho enclavado en el Distrito de Guerrero llamado El Rosario, completa así el anecdotario de su enraizamiento en Delicias:

-Durante meses dormí en una bodega y comía a expensas de mi hermano.

En el ‘34 me puse a trabajar en la Casa Valenzuela (del señor Roberto Valenzuela, de muy grata memoria).

A los nueve meses puse una tiendita en una esquina de la calle tercera norte y la avenida tercera; se llamó Abarrotes Enrique Sáenz. La tuve hasta 1941. Me respondió; me dio fuerzas para casarme.

Pensé: “Este va ser el lugar para que yo siga viviendo”.

Doña Conchita proviene de la región lagunera, donde nació en 1920.

Ella tenía 14 años cuando arribó a Delicias por primera vez “a vivir en un jacalito de la avenida sexta”. Se fue a los pocos meses, pero ya estaba de regreso en 1935.

Narra:

-Mi papá puso una ferretería donde está el BCH ahora. Allí vivimos al principio.

Yo puse un peinador, el primero que hubo en Delicias; nomás era un anuncio de manta pintada. Trabajaba de noche, porque la luz llegaba a las cinco pe eme.

De cinco a once me alcanzaba para hacer tres permanentes. Tenía mucho trabajo los fines de semana, aunque muy seguido se iba la electricidad y ¡dejaba los permanentes a medio hacer!

“ES UNA CIUDAD HETEROGENEA”

“Surgida de la nada el 1º de abril de 1933, Delicias se pobló en un principio con inmigrantes de todas partes: llegaron árabes, chinos, griegos, franceses.

Don Carlos Schweder era alemán; don Ricardo Wisbrun era alemán. Llegaron muchos españoles, Jayo por ejemplo; algunos eran refugiados de la guerra española, como Paco González.

Delicias era una ciudad heterogénea, pero predominaron los agricultores de La Laguna y de Camargo. Yo puedo contar la gente que vino de Chihuahua capital: Pepe Prieto Chacón  y Juan Portillo.

De Torreón y de Camargo se pobló principalmente aquí” – reafirma el señor Sáenz.

“SE PUSIERON EL CLUB LOS TECOLOTES”

Doña Conchita disfruta desgranando sus recuerdos.

-En mi casa se juntaban Quico Osollo, Pedro Matar, el licenciado Raygada, Enrique; todos de la calle Tercera. Don pepe Quiroz. También Eliseo Orviz y Jesús Torres.

Ellos se pusieron el Club de los Tecolotes.

Se juntaban todos los días allí abajo de mi casa hasta tarde ¡y hacían una boruca! No nos dejaban dormir.

Les echábamos baldes de agua, con la esposa de don Pepe. Licha Quiroz iba a mi casa todos los días… ¡porque le gustaba mojarlos!

Don Enrique complementa la imagen de aquel caserío incipiente.

-Nos alumbrábamos con quinqués. Para bañarnos teníamos que llenar unos botes, que al jalar una cadenita dejaban caer el agua.

A los lejos veíamos el campamento de los ingenieros. Allí ya tenían agua entubada, drenaje, luz, y casas que considerábamos quintas. Los domingos nos íbamos a pasear a aquel barrio de los ricos.

Como venían muchos hombres solteros con la comisión, todas las muchachas quedadonas de Meoqui y Camargo se casaron. Era un pueblito chiquito. Era muy alegre. Había música desde las diez de la mañana por las cantinas de la avenida Sexta.

Era porque no había nada que hacer -añade la señora de Sáenz a modo de explicación.

“NO ME GUSTA ESA ESTATUA”

La pareja conserva una vitalidad extraordinaria. Todavía les gustar viajar juntos. Recién regresaron de El Paso, de donde trajeron la campana de bronce cuya instalación no deja de vigilar don Enrique.

Mientras su esposo va a la cocina por un poco de salami y cacahuates para ofrecernos, la señora de Sáenz relata que en otro viaje reciente a Guerrero, encontraron una lápida arrumbada en el panteón del rancho en donde nació Don Enrique:

-Es la original de las hermanas de él -indica.

Actualmente la tienen a la vista, en un lugar predilecto del jardín.

La charla se anima y aprovechamos para preguntarles por don Carlos  Blake, el único fundador al que se le ha erigido un pedestal. Don Enrique Sáenz había observado al principio de la entrevista:

-Hablar de aquel tiempo muchas veces es ofender a los amigos; más vale a veces callar. Para abrir brecha, proponemos el tema de la estatua. Nos ofrece su opinión:

-No me gusta esa estatua, como tampoco la de la Madre. Les falta expresividad. ¿Pero que puede uno esperar? ¡Ni que fuera Miguel Ángel quien las hizo!

“¡UNA COSA MARAVILLOSA!”

“Le contaré un pasaje.

Por 1944 o 1946 -era la época de la guerra, me acuerdo de eso-, una vez el ingeniero Bermúdez, que era el director de Pemex, nos citó a don Carlos Blake y otros en un salón de don Antonio Aún, allí nos reunimos. Fuimos Enrique Rubio, Enrique Lastra, Pedro Matar, Francisco Osollo, Andrés Bünsow, Aún y yo.

Nos informó Bermúdez: “Ahora es una realidad que de Delicias a Chihuahua se va a pavimentar una carretera”.

Y se me ocurrió proponer allí: “¿Por qué no aprovechamos a la compañía Sea Board…?. Vamos a hablar con el gerente Pearce para que nos ayude a pavimentar Delicias de una vez”.

Entonces me replicó Blake: “Pero, joven -así se dirigía a mí, aunque no era ya ningún joven-, ¿cómo va a ser posible que se puedan pavimentar sus calles con la anchura que tienen?”.

Él proponía reducir el arroyo de las calles, poniendo jardines en las aceras. Como en toda junta, no se llegó nada a esa vez…

Entonces un grupo compuesto por Elías Ahued, Matar, Osollo, Melchor Meza y yo, fuimos a visitar al gerente de la “Sea Board”; platicamos con él en El Ojito.

No me acuerdo cuánto tiempo después, llegó con Manuel H. Reyes a buscarnos. La primera junta fue en mi tienda. Esa vez los comerciantes de la Tercera acordamos una reunión formal en la presidencia municipal, con los que estaban en las avenidas adyacentes y con los del círculo del Mercado Juárez. Luego se  acercó Enrique Espinoza, el gerente de la Myers.

Se pavimentaron 44 mil metros cuadrados a seis pesos cada metro, más dos pesos el de los cordones. En las bocacalles se colocaron boyas para que los carros tuvieran que dar las  vueltas completas. De estas boyas había en El Paso y se nos hacían elegantísimas, ¡una cosa maravillosa!

“ERA MUY ENAMORADO”

Queremos saber más sobre Don Carlos.

-Era un señor muy serio; y decían que era muy enamorado, quién sabe -nos complace doña Conchita.

Y don Enrique:

-Sí tiene ciertos meritos, pero se han exagerado. Lo que sí, fue un adorador de su familia. Les dio tierras a pasto a sus familiares: a don Javier, al Chato Blake, a don Manuel Carrasco, a Jayo…en fin, a sus protegidos.

Los planos del canal principal se le deben a la White Engineering; los del trazo del Mercado Juárez a un ingeniero chaparrito… no me acuerdo como se llamaba ese ingeniero, pero él diseñó el plano original -responde don Enrique a una pregunta de Reportero sobre los meritos de Blake.

-Ese ingeniero me dio una fotografía, donde se puede ver que el plano es igual a la estrella de París, o la de Camberra, no me acuerdo bien. Por ahí debo tener esa foto -asegura.

“SE PASEABA A CABALLO POR TODA LA TERCERA”

Doña Conchita Martínez y don Enrique Sáenz guardan vívidos recuerdos de aquel personaje trágico y enigmático de la historia local que fue Emiliano Julio Laing Agüero.

-Era muy buen amigo mío; jugábamos póker casi todos los días. Precisamente yo tenía una cantinita enseguida de mi tienda, pegadita al cine Alcázar; se llamaba “Topo Chico”. Allí jugábamos. ¡Ganaba casi siempre él! -evoca con alborozo don Enrique.

Doña Conchita confirma el dato:

-Yo jugaba póker con ellos.

Y nos regala otras imágenes complementarias:

-Le gustaba lucirse; se paseaba  a caballo por toda la Tercera como ahora se acostumbra hacerlo en carros. Siempre con aquellas tejanas finas que le gustaba ponerse. Era muy guapo; un hombre bien interesante.

Hace una pausa, y prosigue:

-Llegó casado; pero nunca salía la señora. Murió, se rumoraba que tuberculosa, aquí en Delicias. Después quedó soltero y se hizo novio de una muchacha a la que quiso mucho.

Don Enrique tercia para decir:

-Decían que estaba casado, pero la verdad no sabía uno. No le conocí mujer, solamente una muchacha atractiva que pretendía mucho él.

“¡UN VERDADERO DICTADOR!”

Alguna vez presidente de la Sociedad Mutualista y de la Unión de Lecheros, don Enrique Sáenz sirvió también al municipio como regidor del ayuntamiento presidido por Laing entre 1947-1949.

-Fue un dictador, ¡un verdadero dictador! -asegura.

E ilustra su aserto:

-En esa época había escasez de petróleo por consecuencia de la Guerra Mundial. A los primeros que restringió fue a los de más recursos. Se los echó de enemigos.

-Le tenía mucho coraje a los comerciantes, decía que todos eran unos bandidos –justifica doña Conchita

Prosigue don Enrique:

-Cuando Pantaleón Meléndez terminó su periodo, dejó un carro viejo, un Nach, en la presidencia. Entró Laing, y nos mando llamar a Santiago García y a mí. Nos dijo: “Ustedes son los que venden ese modelo de la Dodge, así que se quedan con el carro”. ¡Y no cree que nos hizo que se lo compráramos al municipio! Ya habiéndolo pagado, fuimos y lo tiramos porque ya no servía…

“CELEBRAMOS CON JUBILO EN LA PRESIDENCIA”

El señor Sáenz pone otra pieza del rompecabezas:

-Sí tenía muchas ideas socialistas. Era enemigo a muerte de los Estados Unidos y partidario de los alemanes. Cada triunfo de los alemanes los celebrábamos con júbilo en la presidencia municipal. Cuando el famoso Día D, que invadieron los Aliados las playas de Normandía, decía: “¡Ora si, condenados gringos, se los va llevar la fregada!”. Sería por lo que nos inculcaron en la escuela: el odio a los gringos…

Como se sabe, Laing encabezó un fallido cuartelazo la madrugada del 15 de enero de 1954, cuando del henriquismo quedaban ya sólo cenizas. ¿Por qué un hombre inteligente, culto y refinado se embarcó en aquella aventura imposible que le costó la vida?

Nos responde su ex – regidor de jardines:

-Iba tras un puesto preponderante. La revuelta iba a ser nacional, pero el único lugar que respondió fue Delicias. Era muy sugestionador. Sugestionaba a las masas ofreciéndoles muchas cosas, como al señor de Cuatro Vientos que lo siguió con sus hijos. Estaba convencido que el levantamiento iba a ser simultáneo en todo el país.

Detalla:

-Hubo quién sopló. Ahí lo hubieran matado, si no es porque se atasca la ametralladora Thompson de tripié que pusieron en el cuartel. A Laing lo mató en colonia Terrazas uno de los parientes de los Parra de Cuatro Vientos; le reclamaba porque los había embarcado.

En Los Ángeles escuchamos la noticia por radio. Oímos que había habido una asonada en Delicias, se había levantado Emiliano J. Laing ¡No lo podíamos creer! –evoca doña Conchita Martínez el episodio funesto.

Comparte sin embargo la opinión de su esposo sobre el legendario edil deliciense:

-Ha sido el mejor presidente porque combatió mucho la corrupción.

“PARA MÍ FUE UN VILLANO”

En el tiempo de la fundación, la Revolución Mexicana era todavía una presencia viva; ese acontecimiento había marcado de diversas maneras a quienes arribaron entonces a Delicias. Como es natural, Pancho Villa- el mayor símbolo de la revolución en Chihuahua- aparece una y otra vez en todas las memorias.

-Cuando la expedición punitiva, yo estudiaba en el Instituto Científico y Literario de Chihuahua. Salíamos a la calle, armados con palos de escoba, gritando: “¡Ahora verán! ¡Tienen a los negros con el pie en el pescuezo y se van a unir a nosotros! ¡Ya verán! ¡Nos los vamos a comer!”-se burla don Enrique.

Sigue contando:

-Nosotros nos quedamos huérfanos en 1911. Vivíamos junto a la casa de Villa. Por ahí tenemos una foto donde tiene a María Luisa en brazos. Un día, Villa le dijo a Elías mi hermano que le vendiera un pedazo de terreno para ampliar la parte de su casa donde está el automóvil. Pero tuvo que huir. Cuando regresó victorioso, yo estaba mirando pasar a sus soldados y vi que Villa le hizo una indicación a uno que se desprendió de la columna para preguntarme si conocía a Elías. Le dije que no, y al rato me fui volado a informarle a mi hermano que Villa lo quería matar, pero que yo lo había despistado.

Mi hermano me dijo: “¡Qué bruto; yo creo que me busca para pagarme el terreno!”. Y efectivamente al poco tiempo le pagó los 750 dólares del lote.

¿Héroe o villano?- inquirimos.

Don Enrique no vacila:

-Para mí fue villano; hacia muchas atrocidades. En las levas se llevaban por la fuerza a la gente; a muchos inocentes los mataban en las calles.

MISCELANEA DE LO REAL Y MARAVILLOSO

Al repasar para nuestros lectores la crónica de sus primeros años en Delicias, Doña Concepción Martínez fue engarzando aquí y allá imágenes de sucesos maravillosos y de personajes inolvidables.

A sabiendas de que la siguiente selección no refleja sino borrosamente la riqueza de su alegre narración oral, la ofrecemos como epílogo de las entrevistas que generosamente nos fueron concedidas por la pareja.

-Había un personaje, Julián “La Changa”. Pasaba por donde yo vivía en la Tercera; era muy saludador. Siempre andaba diciendo una misma cosa: “¡Ya me voy! Voy a despachar a mi familia a Zacatecas”. Tenía delirio del tren, seria porque vivía enfrente de la estación.

-Una noche avisaron que andaba un avión perdido en el cielo. Todos los que tenían camioneta se fueron a la Loma de Pérez (allí estaba el campo de aviación), ¡para guiarlo con los faros!

Y sí, sí aterrizó bien.

-La primera estufa de gas que llegó a Delicias fue la mía.

Me fui a tener mi primer niño en Torreón y allá las conocí. ¡Me enamoré! Entonces vine y le dije a Enrique que me serviría mucho para prepararle los alimentos al niño, y así nos fuimos a comprarla a Chihuahua.

Me la mandaron en tren; y por tren me mandaban cada mes el tanque de gas.

-Donde ahora está el Hospital Regional era un bosque; allí hacían lunadas los muchachos. Resultaban muy bonitas.

Yo no sé por qué vendieron el terreno.

Las muchachas que se iban a peinar a mi negocio me invitaban a las lunadas, pero nunca me dejaron porque estaba muy chamaca…

-Julián “El Yerbas” (también le decían “El Tío”) era uno de los que amanecía jugando con los pokareros. Tenía dinero, tenía un rancho, pero siempre andaba en bicicleta.

Era muy curioso. Él mismo se hacía sus muelas de oro y se tejía sus sueters.

-El único presidente que no se aprovechó fue don Agus. Ni Lacho de las Casas: un presidente muy humanitario, muy honrado.

-Cuando se puso la luz mercurial en la Tercera, ya en 1951, vino el gobernador Soto Máynez a prenderla. Como era de noche, se veía todo morado.

Entonces dijo el gobernador (así era él): “¡Válgame Dios, aquí todas las mujeres están violadas!”.

2 Responses to Crónicas de Doña Concepción Martínez y Don Enrique Sáenz

  1. cynthia enriquez

    June 17, 2016 at 4:54 pm

    QUE HISTORIAS!!!! me encanto leer esto y me imagine cada cosa que leí.todos los abuelos tienen tantas historias maravillosas que contar de nuestra bella ciudad.

  2. Alfredo Espinosa Gutiérrez

    June 17, 2017 at 11:33 pm

    Maravilloso Matrimonio, personas muy queridas, tuve la gran fortuna de tratarlos desde niño y siempre fueron muy cariñosos conmigo, Dios los tenga en un gran lugar

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