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Cuando me fui pal norte…por Rafael Velázquez Ramírez

CUANDO YO ME FUI PAL NORTE

(Me colé por California)

Ellos se van sólo con dos báculos: trabajo y soledad. Aceptan su negra realidad con mas resignación que entusiasmo.

Todos aquellos que dicen defenderlos, dilatan hasta el infinito las posibilidades de la cacofonía y el caos, pensando que todo cambio es un símbolo detestable del pasaje del tiempo. Se dicen conocedores y son los primeros en desertar. Son trogloditas, infantiles en su barbarie. No inspiran temor, sino repulsión. Se parecen mas a los que atacan que a los que dicen defender.

“Conocí varios Estados

de la Unión Americana.

Por Arizona y Texas y por Luisiana,

Siempre sentí la falta de estimación

Quesque dicen ques descreminación”

Antes de irse, los símbolos de la naturaleza obran en ellos, se saben inmersos en el invisible laberinto del tiempo, el cual para ellos es cíclico y circular. Siendo jóvenes tienen rostros de ancianos, pero con algo inquebrantable y aún inmortal.

¿Por qué se van?… La respuesta sería un experimento retórico, donde la controversia filosófica usurpa la razón. Es una adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo, mucho más que el hambre ancestral.

“Yo no tenía cartilla, ni pasaporte,

ni amigos, ni palancas en migración

pero me colé con resolución.”

Prohibir algo es la forma más enfática de indicarlo. Se cree que es la negligencia quien los induce y que se aferran a algún favorable azar. Sin embargo, nadie sabe de su innumerable constricción y cansancio. Esa incomoda impresión de magia que se diluye en su condición de eternos prisioneros.

“Por allá, por Cleveland Ohio,

cuanto le suspiré al rancho del Pitayo”

Cuando llegan inician postergando todo lo impostergable. Intentan olvidar, pues creen que quien todo lo recuerda, pierde la virtud de maravillarse. Se tornan en solitarios y lúcidos espectadores de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso. Su desventura y ansiedad se multiplican. Viven en un silencio hostil, casi perfecto. Horriblemente se habitúan a ese dudoso mundo y se detienen, torpemente, a sollozar su felicidad.

“Nos hieren el pundonor

no dejándonos entrar

a las discos de moda.

Que si eres spanish

ni un vaso con soda”

Entran a ese nuevo mundo con cautela al principio, con indiferencia después y con desesperación al final. Se aterrorizan y sienten repulsión. Saben que el trato que se les da, durante años infestará sus pesadillas. No ignoran que aquellos a los que sirven, contaminan el pasado y el porvenir y, de alguna manera, comprometen el presente. Sin embargo, permiten que pululen monstruosamente, conjugándose y odiándose en un interminable pozo de desprecio a la humanidad. Por muy vasto que sea el entendimiento, siempre es mayor el de la irracionalidad.

Hoy, por hoy, la tribu se ofrece dichosa a los vívidos aguaceros del razonamiento, en pleno éxtasis, con mansa admiración, al saberse saturada del concreto  ser que nunca dejó de existir.

Las formas no son iguales unas a las otras, se excluyen; se trazan, se corrigen, se miran y se borran con la mano y el antebrazo.

“Si tu piensas ir, detente.

Y si estas allá, regresa.”

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