Cuando estaba muy pequeño miraba como los adultos se extasiaban con el fútbol en la tele. Se aglutinaban por decenas frente al aparato, para mientras comían carne asada, mentar madres y padres al otro equipo.
Pasó el tiempo y esa enfermedad me alcanzó, el fútbol había que verlo, sufrirlo, comentarlo y claro, festejarlo. Pero nomás.
El Domingo la selección sub-17 se coronó campeona en un mundial celebrado en nuestro país, con una semifinal digna de película y una final en el azteca, con un público y un triunfo que no volveremos a repetir en muchos años.
Miré el juego en mi casa acompañado de mi novia, después la lleve a su casa. En el camino vi algo que me llamo la atención y que me enchinó la piel.
Actualmente las cosas están mal, sobra que lo diga pues todos los días prácticamente lo vivimos en carne propia. La guerra tan insensata que tienen los cárteles entre sí nos hace ver cosas cada vez más abrumadoras, e incluso ese circulo de inseguridad cada ver ronda mucho más cerca de nuestras familias.
Lo preocupante aquí es la narco-cultura que niños y jóvenes de todo el país toman como propia, en donde cierta vestimenta, cantar y escuchar corridos, y el querer ser narco como modo de vida, son cosas que viven, aspiran y platican mientras juegan a los balazos ó platican chismes sobre tal o cual capo.
La familia no está asumiendo su rol en este problema. El Gobierno Federal, bien o mal, esta enfrentando esto que ellos mismos han denominado un cáncer de la sociedad, asumieron su responsabilidad, con los costos inherentes que podría traerle, costos que ya vimos reflejados en las pasadas elecciones en varios estados de la república.
Sin embargo la familia, ahí donde se forman los valores, no está cumpliendo su rol. Ser capo en estos momentos es más cotizado que ser astronauta o futbolista, es triste pero cierto, y esto el gobierno no lo puede revertir, podría hacer ciertas cosas, pero ese querer ser es responsabilidad de los padres y las madres.
Mientras llevaba a mi novia a su casa, varias veces tuve que esquivar niños en las calles jugando fútbol, incluso uno de ellos llevaba la cabeza vendada como “Gomez”. Se me enchinó la piel porque por momentos miles de niños en el país, dejaron de querer ser como el Chapo, para querer ser como “Gomez”, por momentos Ed Hardy fue cambiada por Adidas, y las pistolas de juguete lo fueron por pelotas de fútbol.
Hay nazho para rato…
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