De perro flaco…por Luis Villegas Montes
Con motivo de una reflexión anterior y muy a su estilo, un amigo mÃo de hace muchos años, VÃctor Flores, escribió en mi muro de Facebook, o como sea que se llame, una diatriba de ésas que él acostumbra; yo le respondÃ: “Ja, ja, ja, ja, ja, conste que a mà no me pagan por escribir, mi estimado VÃctorâ€; y él reviró algo más o menos asÃ: “Me consta … desde que te conocà de perra flaca no haces más que quemar los sesos; deberÃas quemar otra cosa y relajarteâ€.
Me da penita reconocerlo de manera pública pero, de unos años para acá, parece ser que mis aspiraciones se han ido morigerando. Creo que a los diecinueve sà me tomaba muy en serio el asunto ése de cheinchdeworld; o séase cambiar el mundo; ahora ye me conformo con llegar a fin de mes.
Antes de los veinte conocà personas muy interesantes, idealistas, bien intencionadas, y bastante ingenuas, que compartÃan esos mismos anhelos, VÃctor estaba entre ellos, al igual que CaÃn, mis compadres Jesús Puente y César Jáuregui, junto a un montón de gente que sigue por aquÃ, ya se murió (¡Ay, Dios mÃo! ¡Cómo pasa el tiempo!) o en ésas anda, digo, todavÃa por aquà o agonizando.
Yo me doy cuenta de que he ido cambiando no sólo por la talla de cintura, sino porque mis preocupaciones son otras; mis apremios paternales van en declive: Luis Abraham ya tiene dos hijas, lo que quiere decir que ya tiene sus propios pendientes; MarÃa vive a chorrocientos mil metros de aquÃ, literalmente; y Adolfo, ¡Ay, Adolfo! ¿Qué vamos a hacer con él?, es el que me queda más cerquita y, aunque se viene a vivir conmigo, es sólo por unos mesecillos antes de emigrar en pos de sus sueños; dejemos al Adolfo a un ladito y resulta que papá estoy dejando de serlo a pasos agigantados; y como que espÃritu de “abueâ€, pues no, no mucho (p’a que es más que la verdá).
En cuanto a mi papel de hijo, creo que es un tema que admite sus asegunes. Mire, hijo de Lola, pues sÃ; es algo que sé de por vida y constato jubiloso cada semana; ‘ora que hijo de… ya sabe Usted, me imagino que han de sobrar maledicentes, quienes, también jubilosos, tienen a bien recordármelo de viva voz o con el pensamiento a la menor provocación.
Asà las cosas, les decÃa, me da penita constatar que sÃ, como dice VÃctor, han transcurrido casi 30 años y la vida, en caridad de Dios y por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, me sorprende de perro flaco otra vez; hágame Usted el favor, 51 años (faltan 2 dÃas) y los avatares del destino me agarran de tiquismiquis con un parche en el brazo quesque de vitaminas. Para ponérselo, las opciones son varias, brazo, muslo, espalda a la altura de los riñones, abdomen, etc.; yo elegà el brazo; me lo pongo en la panza e iba a parecer llanta vulcanizada. Con tanto sobresalto volvà a fumar y es cosa que el incipiente enfisema no me lo perdona; por las mañanas, luego de toser, adquiero un colorcillo morado muy coqueto que se va en el transcurso del dÃa sin pena ni gloria.
Pues sÃ, heme aquÃ; poquito más allá del medio siglo y vengo a celebrar en estas condiciones: Tomando cápsulas de no sé qué ni para qué, bebiendo licuados de proteÃna con manzana y con ese cuadrito de hule adherido al brazo que, juran y me perjuran, es la octava maravilla; aunque debo de admitirlo, he bajado algunos kilos, por primera vez no me sofoco enfundado el traje de casi diario ni me duelen las rodillas. Entre verdurita y un lonche de barbacoa, feliz me comerÃa la torta pero me dan unas agruras horribles, asà que opto por el papel de rumiante, si no feliz, por lo menos sin ardores de estómago (los del alma los estamos atemperando).
La mejor noticia de todas es que estoy leyendo como loco, trabajando para la Sala, liado en mi tesis de doctorado, preparando mis clases por venir y deleitándome en el Taller de Escritura (estamos en el asunto de publicar un libro colectivo de cuentos); me muero por ver la nueva temporada de hausofcards, ya vi el primer CapÃtulo, y sin embargo he resistido, estoico, la tentación; leo y escribo; escribo y vuelvo a leer; aunque los dÃas se precipitan como peñascos arrojados desde la cima de un risco, la vida se desliza morosa, remolino en la sima de un pozo, y me halla, ¡Oh, sorpresa!, de perro flaco; y descubro que esa certeza mÃnima me gusta y me basta de momento.
Contácteme a través de mi correo electrónico o sÃganme a través de mi blog: https://unareflexionpersonal.wordpress.com/, de los medios que gentilmente me publican cada semana o en Facebook (Luis Villegas Montes).
Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com
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