De que pasta estamos hechos ?…por Luis Villegas
La reforma que modifica la Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación en sus transitorios para ampliar de cuatro a seis años la presidencia de Arturo Zaldívar al frente de la Suprema Corte de la Nación (SCJN) es un ejercicio interesante porque permite atisbar la pasta de que están hechos algunos de nuestros servidores públicos.
Polémica, ampliamente diputada su discutible constitucionalidad y su presunta inconstitucionalidad, resulta ilustrativa la posición pública de algunos de los protagonistas. Limitémonos a tres: el Presidente de la SCJN, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y el decano de la Cámara de Diputados, Dip. Porfirio Muñoz Ledo.
En resumen, se ha dicho que la reforma viola la Constitución básicamente por dos razones: el legislador invade las facultades de la SCJN para elegir a su Presidente; y se quebranta el principio de “no reelección”, tal y como el propio ministro Zaldívar lo ha manifestado en casos similares.
La posición más sencilla de examinar por ambigua, es la del primero. Astutamente (“silencio muy talentoso” le llamó el Dip. Porfirio Muñoz Ledo[1]), Zaldívar salió a decir que estaría atento al trámite legislativo y a “cualquier acción legal que se llegara a presentar ante la SCJN, órgano, que en su caso deberá analizar y resolver cualquier cuestión de su constitucionalidad”;[2] y agregó (aquí viene la astucia), que ejercería el cargo por el periodo por el cual fue electo y que estaría “a la determinación de la SCJN respecto del precepto en cuestión”. En un lenguaje equívoco, aparentemente revestido de mesura, el ministro se deja querer y omite manifestarse con claridad y determinación sobre lo que, a todas luces, es un acto evidentemente inconstitucional y lesivo, incluso, para la división de poderes. Omisión destacable porque es un hecho público que la SCJN, debiendo contener los abusos del poder Ejecutivo y Legislativo decenas de veces durante este sexenio, “ha evitado el conflicto y dejado los asuntos más polémicos sin resolver”.[3]
Esa tibia postura alimenta los desquiciados desplantes del titular del Ejecutivo federal quien en forma estridente, grosera e ilegal, ha opinado sobre el asunto: “conscientes o inconscientemente por el coraje que les produce la transformación que se está llevando a cabo en el país, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación apoyan al régimen de corrupción […] En este caso lo que se aprobó fueron leyes para reformar al Poder Judicial y se consideró de que estas reformas se llevarían a cabo siempre y cuando el presidente de la Suprema Corte y el presidente del Consejo de la Judicatura fuese una gente honorable, íntegra, que no perteneciera a los mismos grupos de poder económico y político que llevaron a la ruina al país, a la decadencia, los que avalaron la corrupción”;[4] si no fueran tan peligrosas —y violatorias del régimen constitucional en vigor—, así como ominosas respecto del que nos espera si MORENA continúa en el poder, estas declaraciones podrían pecar de estúpidas e ingenuas.
En este sainete, la única declaración destacable, por viril, sonora, clara e inteligente, es la del diputado ¡por MORENA!, don Porfirio Muñoz Ledo. El señor dijo en tribuna (donde debe de ser), que: “Se está y se podría estar cometiendo perjurio en este caso, el perjurio es un delito del orden común, que significa que se falta a la protesta que se ha cumplido, quienes votan en favor de la iniciativa están cometiendo perjurio. Juraron con la mano derecha cumplir y hacer cumplir la Constitución y la están vejando a conciencia”; “Me opongo con toda la fuerza y convicción de mi ser, con todo el esfuerzo memorioso, que hemos hecho desde 1988 para instaurar en el país un orden democrático y no de una República autoritaria”; “No transmitas instrucciones (le dijo a su coordinador de bancada, Ignacio Mier Velazco) no se vale. No se vale, Nacho, porque tú eres un hombre de bien […] No se valen las triquiñuelas, traigo aquí el nombre de dos compañeras, que en la Comisión de Justicia opinaron en contra del proyecto, las sustituiste de inmediato por dos compañeras que votaron como tú querías”.[5]
Esa clase hombres hacen falta en la política, en general, y en la política mexicana actual, en particular; llena, en todos los órdenes de Gobierno, a todos los niveles, en los ámbitos federal y local, de timoratos oportunistas, visibles descerebrados y lamesuelas contumaces.
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Luis Villegas Montes.
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