Defraudar hasta en la muerte…por Aída María Holguín
No cabe duda de que el negocio “de la muerte” es uno de los pocos que tiene asegurada su permanencia en el mercado; esto, por la obvia razón de que lo único que tenemos seguro los seres vivos, es la muerte.
Debido a esta cruel realidad, el número de personas que adquieren servicios funerarios a futuro es cada vez mayor; lo cual, le ha permitido a un sinnúmero de empresas del ramo funerario capitalizarse y continuar con sus actividades empresariales de manera “relativamente” segura.
Buscar el incremento del capital a través del ofrecimiento de servicios a futuro es válido y aceptable; lo que no es válido -ni aceptable- es que no existan mecanismos oficiales y/o institucionales que protejan de manera eficaz a los “inversionistas”.
Invertir para enfrentar el momento en que la muerte llegue no es cosa sencilla (ni agradable); incluso hay quienes dicen que resulta realmente macabro y absurdo estar pagando para el momento en que la vida llegue a su final, y por algo que ni siquiera se va a disfrutar.
Definitivamente no es agradable el tener que desembolsar ciertas cantidades de dinero pensando en que se trata de un servicio por fallecimiento; sin embargo, en la mayoría de los casos la desagradable decisión se toma considerando no dejarle problemas económicos a la familia.
Y es que todos los que en algún momento hemos perdido algún miembro de la familia, sabemos que morir cuesta caro, y que bastante se tiene con la pena que causa dicha pérdida como para todavía estar pensando en cómo pagar los servicios funerarios, o estar firmando documentos que le aseguren a la funeraria recibir el pago correspondiente por sus tétricos –pero necesarios- servicios.
Todo lo expuesto anteriormente, viene a razón del mega fraude que varias empresas funerarias cometieron en contra de cientos -si no es que miles- de chihuahuenses, y quienes ahora se encuentran en medio de un proceso legal para tratar de recuperar su dinero, o que se les aseguren que el servicio por el cual pagaron -por anticipado- se brinde dignamente y en el momento en que se requiera.
De manera especial, resulta lamentable e inaceptable que muchos de los defraudados se hayan dado cuenta del ilícito cometido por las funerarias, cuando en momentos de dolor y tristeza no pudieron realizar los servicios funerarios de alguno de sus familiares.
Si bien es cierto que la Profeco ya “entró al quite” para tratar de solucionar el problema, también es cierto que hacen falta instituciones que se encarguen de fiscalizar y supervisar que las empresas -de cualquier ramo- que ofrezcan servicios a futuro cumplan con ciertas normatividades que garanticen que el cliente obtengan el servicio contratado, y en el tiempo acordado.
Y es que en México ya se está haciendo costumbre que cualquier empresa pueda cometer un fraude en contra de la sociedad, y que -en el “mejor” de los casos, el asunto sea resuelto a través de fideicomisos creados con dinero de erario público; es decir, con el dinero del pueblo.
De acuerdo a lo dicho por Carlos Muela, encargado del despacho de la Profeco en Chihuahua, los consumidores deben, conforme a la Norma Oficial Mexicana 30, requerir la fianza o fideicomiso que respalde el contrato que están suscribiendo a fin de que no se susciten problemas como este.
El problema con lo dicho por el Sr. Muela, es que en México siempre es el consumidor el que tiene que andar haciendo muchas de las labores que le corresponden a las instituciones gubernamentales; ¿o es que acaso no deberían las autoridades encargarse de verificar constantemente que las empresas cumplan con las normas y leyes?
En fin, eso de echarle la culpa al consumidor por no saberse de “pe a pa” las leyes es cosa de siempre; y como siempre, habrá que esperar que las autoridades quieran hacer bien su chamba para que este penoso asunto se resuelva a la brevedad posible, y de manera satisfactoria para los afectados.
Por lo pronto, y en tanto que las autoridades la hacen de mediadoras entre las empresas y los defraudados para ver si logran conciliar algo, o ver si alguna otra funeraria quiere solidarizarse con la causa; hay que procurar no morir para que los deudos no pasen más penas de las necesarias.
Finalizo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el predicador y escritor inglés, Frederick William Robertson: “Hay tres cosas en el mundo que no merecen ninguna compasión: la hipocresía, el fraude y la tiranía.”
Aída María Holguín Baeza
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