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Del arrepentimiento a la acción…por Aída María Holguín

Es frecuente escuchar personas expresando su arrepentimiento por haber hecho o dicho algo (o haberlo hecho o dicho).  Estas expresiones de arrepentimiento, no son otra cosa que la sensación que el ser humano experimenta al darse cuenta que cometió un error.  A su vez, ese sentimiento puede causar distintas emociones como la culpa, la vergüenza o la impotencia.
El tema del arrepentimiento -que hoy nos ocupa- viene a raíz de que de un tiempo a la fecha es común escuchar a un sinnúmero mexicanos arrepentidos por haber votado por Enrique Peña Nieto, voto con el cual ayudaron a que sea el actual presidente de México.
Este abierto y desesperado arrepentimiento es comprensible, ya que para nadie es desconocido que la situación en el país es cada vez peor; en unos temas más que en otros, pero lo es.
Siendo sinceros, el hecho de que con su voto haya ayudado a Peña a que ahora sea presidente de México; y por lo tanto, que hayan ayudado -involuntariamente- a provocar lo que sucede en muchos -no en todos- de los aspectos de la vida pública, en realidad no debe ser el motivo del amargo arrepentimiento que desde hace tiempo experimentan.
Lo anterior, debido a que hay que considerar que gran parte de las decisiones no las toma el Presidente por sí solo, es decir, necesita el respaldo del Congreso de la Unión para que ciertas cosas sucedan -o no-.
Para dejar más claro lo anterior, basta con recordar lo sucedido con las Reformas Constitucionales promovidas por Peña Nieto -y respaldadas por los diversos partidos políticos a través del “Pacto por México”-.   A decir de Peña, estas reformas garantizarían el desarrollo económico y bienestar social, dicho que solo quedó en eso, porque de los beneficios aún no se sabe nada -ni se sabrá-.
Es necesario decir que -en general- las Reformas Constitucionales estaban bien planteadas, por lo que su aprobación no es motivo discusión; sin embargo, al momento de elaborar y aprobar las leyes secundarias correspondientes, la contradicción y dirección de éstas evidenciaron las verdaderas intenciones de Peña Nieto y compañía, mismas por las que ahora los mexicanos están sufriendo las consecuencias.
Con todo lo anterior, es necesario entonces reflexionar respecto a la importancia de tener en cuenta que es en el Congreso de la Unión donde realmente se toman las decisiones, y que estamos en el justo momento de actuar para que los próximos tres años no se conviertan en otro periodo de amargo arrepentimiento.
El proceso electoral que actualmente se está desarrollando, representa una oportunidad para resarcir los errores que se han cometido en el pasado; es por esto, que resulta urgentemente necesario analizar la manera en qué debe quedar conformada la Cámara de Diputados, y actuar en consecuencia; es decir, evitar que siga conformándose por una mayoría -afín al Presidente- que sin discusión -o reflexión- alguna, aprueben leyes considerando sólo los intereses particulares -o grupales-, y no los intereses públicos como debe de ser.
Errar es de humanos y el arrepentimiento está permitido; lo que no está permitido, es en base al físico de una persona o en fanatismos partidistas; esto último, debido a que no se debe perder de vista que la ideología de los partidos políticos no siempre va de la mano con la prácticas que en lo personal haya realizado alguno de sus candidatos, y que, “fanatizarse” con un candidato -al grado de defender lo indefendible- no necesariamente traerá un beneficio colectivo, que es el único objetivo al que debiera apegarse todo aquel que busque gobernar o representar al pueblo.
Que sea pues el arrepentimiento un motivo para hacer las cosas diferentes, y no para seguir en el conformismo que tanto daño le ha hecho a nuestro país.   El próximo estaremos en posibilidades de actuar para que el “barco” cambie de rumbo, hagamos lo que como ciudadanos mexicanos nos toca y dejemos de echarles la culpa a los políticos en el poder.
En ese sentido, resulta también importante no olvidar que los gobernantes y legisladores están en el poder gracias a los electores (en gran medida, gracias a aquellos que anulan o se abstienen de votar); por lo tanto, la responsabilidad de lo que sucede -o no- es compartida.
Finalizo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el predicador de origen estadounidense, Charles Finney: “Cuando el arrepentimiento es genuino, la disposición para volver a errar desaparece.”
Aída María Holguín Baeza
Correo electrónico: laecita@gmail.com

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