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Del ‘Maromero’ Páez, el cine y la literatura…por Luis Villegas

 

 

Lo sé -y lo siento- pero no tiene remedio. Me miro al espejo y con este corte de pelo me siento el “Maromero” Páez. El que puso el dedo en la llaga fue Luis Abraham, el domingo, cuando me dijo entre burlón y acomedido: “¿Y ese pelo?”. Ahí empezó todo. Es que no nada más es el corte; es el asunto de la “partidura” con maquinita. Dijo Luis que, entre los 5 y los 20 años eso está bien… pero que yo y mis cuarenta y ocho, lo hacen intransitable.

 

Pero entremos en materia; resulta que la segunda parte de la reflexión previa tendrá que esperar; el pasado fue un fin de semana “movidito”; básicamente por dos razones: Estuve en la presentación de dos libros, conocí a Jorge Volpi en persona y estreché su mano (¡Oh, mi Dios!) y fui a ver una película mexicana estupenda. Pero vayamos, primero, al asunto de los libros. Antes que nada, tengo que agradecer. Gracias a la Diputada local Laura Domínguez porque, sin su mediación, creo que no habría sido posible. Entiendo que no se trata de un proyecto individual y que un montón de personas e instituciones intervinieron en su realización, pero aun así, en lo que a mí respecta, mi gratitud tiene nombre y apellido e incuso -como queda escrito- hasta cargo. Gracias, Diputada.

 

Pues vinieron a Chihuahua Jorge Volpi y Eloy Urroz; a este último no lo conocía y, para el caso, ni siquiera lo había leído; del primero, he leído casi todo. Desde aquel día lejano ya en que llegó a mis manos “En busca de Klingsor”,1 me di a la tarea de ir buscando, aquí y allá, la bibliografía del autor y miren ustedes si será casualidad o propicia la suerte, que ubiqué y adquirí buena parte de sus libros, algunos ya agotados. De todo lo escrito por él, aunque me gusta casi en su totalidad, me quedo con otros dos libros: “No será la tierra”2 y, por supuesto, el libro que vino a presentar, “Memorial del engaño”3 -para mí, su mejor obra hasta ahorita-. De hecho, en una reflexión que publiqué en junio del año pasado, “BREAKING BAD O MEMORIAL DEL ENGAÑO”, hablo del libro. No voy a repetirme; solo diré que, si no lo ha leído, hágalo, vale la pena.

 

De Eloy Urroz solo he leído una novela: “La mujer del novelista” cuya lectura, se lo dije al propio escritor en un apartado que tuvimos, por decir lo menos, me “incomodó”; es una obra fuerte, dura, descarnada, difícil de leer porque, por decirlo de alguna manera, “desnuda” el alma del artista y eso… es más complicado de lo que parece a primera vista. A veces, la autocomplacencia nos impide vernos de cuerpo entero y saber en realidad quiénes somos. En la novela, Urroz plantea un montón de ideas sobre el amor, la amistad, la vida conyugal, la fidelidad, el olvido, la memoria y un largo etcétera (son más de 500 páginas), en una mezcla genial de verdad y ficción de tal modo que no hay forma de saber dónde empieza una y dónde termina la otra. Además vale la pena leerla porque, sin proponérselo, la obra cuenta los prolegómenos de lo que, en la literatura, se conoce como la “Generación del Crack” a la que pertenecen ambos, junto a otros escritores de la talla de Pedro Ángel Palou, una de cuyas obras sirvió de título a una reflexión personal previa, no hace tanto.5

 

Pues bien, a partir de la breve charla con Urroz y mi declaración tajante de que la lectura de su novela me “incomodó”, quedamos de acuerdo en que las buenas novelas sacuden al lector. Yo siempre he dicho, que un buen libro me “conmueve”; coincidí con él en que una buena novela nos “estruja”. Al final del día, esta es una afirmación válida no solo para la literatura; el cine, el teatro, la pintura, etc., también nos brindan idéntica oportunidad. Y eso me lleva a la película que vi el fin de semana -ahora me tocó a mí llevar a mi “media naranja” y a ella padecer la cinta porque (¡Horror de Horrores!) nomás no le gustó-: “Las horas contigo”, ópera prima de Catalina Aguilar Mastretta, la cual es una delicia. Ahí, es posible constatar, a plenitud, lo dicho: Una obra de arte, una buena obra de arte, incomoda, sacude, conmueve, estruja el alma y después de verla (de leerla u oírla), ya no somos los mismos.

 

En la presentación de “Memorial del engaño”, dijo Eloy Urroz, palabras más palabras menos, que el propósito del novelista no es “dar respuestas” al público lector; por el contrario, es sembrar preguntas. Esta no solo es una gran verdad, es una verdad irrefutable. Así que este fin de semana no se ponga cómodo, por más que se quede en “shorts” y guaraches, vaya al cine a ver una buena película o compre un buen libro que lo llene de dudas e interrogantes. Una, uno, que lo ponga a pensar, que lo altere, que le sirva de espejo o de referente; que lo perturbe, pues.

 

Yo, por mi parte, no tengo alternativa: A esperar que me crezca el pelo; creo que en un mes ya podré salir a la calle.

 

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Luis Villegas Montes.

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