Delicias, a 79 años…por Rafael Velazquez Ramírez
DELICIAS… A 79 AÑOS…
(“El progreso es un monstruo que para poder vivir, tiene que respirar el pasado”)
RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ
(ONASSIS)
Avanzando hacia el norte… Siempre hacia el norte, los ingenieros, aventureros, obreros, caza fortunas y gente sin que hacer (que nunca falta), avistaron el llano chihuahuense… Venían del sur y por preferir evadir las baldantes casetas de cobro (cuantimás que como era temporada vacacional, las insaciables casetas acababan de aumentar la tarifa, gracias a lo cual se ahorraron una fortuna, hicieron grandes rodeos. En consecuencia llegaron al paraje cuando ya otros pueblos se habían establecido en él: Meoqui y Rosales.
Los hombres del zaracoff fueron recibidos por las candentes arenas y el calcinante sol del desierto. Algunas liebres brincaban alegremente y las lagartijas huían despavoridas al escuchar las pezuñas de las bestias apisonar las resquebrajadas tierras. Los remolinos aparecían y desaparecían en fantasmal procesión, dejando hechos un asco a los aventureros que ya se preparaban para pasar la noche en el páramo.
Al día siguiente, después de pasar una noche de espanto debido a que los gélidos vientos no cesaron de ulular, una comisión fue enviada a las poblaciones vecinas con el pretexto de saludar y, de paso, conocer las posibilidades de fundar una ciudad… Los habitantes de esas poblaciones (Meoqui y Rosales), vieron con desconfianza y recelo a los recién llegados pues creían, y creyeron bien, que con el tiempo el centro urbano que planeaban, se convertiría en un núcleo poblacional, comercial e industrial más importante que el de ellos.
Por lo pronto, y con hartas palancas de por medio, se consiguió el permiso para trazar la ciudad con la promesa de “ya veremos.
Don Carlo Blake Arias, atrás de una yunta de bueyes, trazo las líneas sobre la arena iniciando así una nueva forma de construcción de las ciudades. De la antigua costumbre de. “Usté construya onde quiera”, se pasó de golpe y porrazo al: “Usted construye donde está planeado”… Luego Don Carlos se las arregló y envió un oficio (no sé a dónde), para exigir que el Sol saliera por el oriente y se metiera por el occidente. Esta fue la primera petición oficial que una autoridad local consiguió que atendieran los déspotas y arbitrarios burócratas de la Capital. Y existen por aquí personas que dicen que también ha sido la única…
Inmediatamente los comisionistas empezaron a vender las fracciones indicadas por los planeadores… Existe una absurda versión que se maneja en cuanto al lema de nuestra joven ciudad, debido a que los fraccionamientos en el desierto se empezaron a vender… Nunca faltas espíritus contradictorios, astigmáticos e iconoclastas que proclaman a voz en cuello que el lema original es el de: “Vendedores del Desierto”… Nosotros pensamos que la versión es absurda, ya que para poder vender el desierto, estos señores tuvieron que vencerlo primero. Honor a quien honor merece ¡caramba!.
Los colonizadores invadieron la recién trazada ciudad y empezaron a construir sus casas en donde hubiera menos baches, cosa casi imposible ya que desde aquél lejano entonces la que sería “La Capital Agrícola Del Estado”, contaba con anchos y profundos hoyancos. Estos baches, durante mucho tiempo, estuvieron protegidos por la administración municipal, con el achaque de que se consideraban joyas arqueológicas. Todavía existen algunos, pero en realidad ya no son tantos. Y todo porque a un Presidente Municipal, Manuel Soltero, de grupera memoria, se le ocurrió taparlos ante el temor de una expropiación a la brava por parte del avorazado y benefactor de sí mismo INHA… Este tipo de pérdidas siempre duelen, pero el progreso es un monstruo que para poder vivir necesita respirar el pasado…
Los diligentes fundadores empezaron a construir edificios para albergar las oficinas públicas y privadas. La gente empezó a construir en los alrededores del Circulo de la Agricultura. El INFONAVIT quiso entrar al quite, pero los habitantes se negaron aduciendo que querían que las casas les duraran, por lo menos, dos años.
Desde un principio se pensó construir el paseo “Gómez Morín”, con el fin de desahogar la avalancha de automóviles que ya se vislumbraba, pero la crónica penuria del erario debido a que el encargado de los dineros se había alzado con ellos (deporte que hasta la fecha se practica con singular entusiasmo y envidiable asiduidad), y el hecho de que el nombrecito no placía muy bien a las autoridades revolucionarias, hizo que la construcción de esta arteria se aplazara más de 50 años, hasta que llegó Fernando Baeza con ímpetus de hormiga arriera.
Lo que urgía y se necesitaba era la construcción de una presa que proporcionara agua a todo el plan y la red, de lo que ya despuntaba como el gigantesco y poderoso distrito de riego número 5… La presa, en un principio, se planeó construir entre Meoquí y Rosales, pero los pintorescos Presidentes Municipales de estas poblaciones, estaba aferrados a que la presa llevara por nombre el apellido de sus ciudades. Como no se ponían de acuerdo y ante la situación de que en una de las reuniones para dirimir sus diferencias, se liaron a garrotazos en las márgenes del caudaloso Río San Pedro, se decidió construirla en el lugar que usted ya sabe y no ponerle nombre. Es decir, que sería una presa virgen. He aquí el por qué en la actualidad se le conoce como presa “Las Vírgenes”… Aunque, para ser sincero, lo que menos existen por ahí son las vírgenes. Y las que van, ya no regresan en ese engorroso estado.
Los campos empezaron a florecer. Florecieron los árboles, florecieron las plantas, florecieron los cucamongas, florecieron los tianguis de carros chuecos bajo el amparo de Odepafa, Fepafa, Codepafa, Onapafa y demás hierbas.
La ciudad empezó a crecer. A crecer en espacio y en anécdotas. A mí nunca ha dejado de maravillarme que con solo sentarse en la Plaza Carranza durante 20 minutos se pueda aprender, en forma compendiada, casi un siglo de historia delicience… Porque Delicias, como ciudad reciente hecha por inmigrantes, conserva el calor puro de lo que cuesta trabajo hacer, con el amor de su gente, con la alegría de sus habitantes que celebran día a día estar estrenando casa, con el espíritu de cooperación que hace 79 años sirvió para hacer nacer un vergel en pleno desierto, con la cercanía relativa de los recuerdos aún no consumidos por la llama del olvido…
De pronto, como quien no quiere la cosa, la ciudad recibió su municipalización (pichicatéandole espacio a los municipios aledaños) y con esto una carretada de Presidentes Municipales que Dios guarde la hora… Fue en ese momento cuando los fundadores originales, empezaron a sentir el cosquilleo de irse a fundar otra ciudad, pues ya se imaginaban las rebatingas que iban armar sus descendientes al beber de la compa envenenada de la política, pero los pocos muertos que había los tenían amarados a estas tierras.
La gente siguió llegando en oleadas. La ciudad creció como crecen todas las ciudades norteñas llenas de entusiasmo…
En 79 años de historia Delicias sufrió y padeció innumerables calamidades: Sequías espantosas, trombas veraniegas, motines, huelgas, recortes presupuestales, inmigrantes inconscientes, hambres, tolvaneras, Presidentes Municipales como en botica, es decir, de todo… (Haga usted un recuento de nuestras autoridades municipales y se dará cuenta de que no miento: Hubo desde los aguerridos y matones que creían que todo se arreglaba a balazos, hasta los inocentes y bobalicones que nunca supieron ni por qué diablos estaban en la silla, pasando por los habladores, los entrones, los zacatones, los rateros, los folclóricos y demás fauna política que tan mala fama le ha dado al ejercicio de la administración pública. Es cierto que también hemos tenido Presidente Municipales buenos pero, lamentablemente, estos se pueden contar con los dedos de una mano… ¡Y sobran dedos!)…
Sufrió y sufre de turistas gringos, patrulleros, tránsitos insaciable inspectores de toda clase, de periodistas corruptos, de colonias proletarias que no están contempladas en el Plan rector, de profes insoportables, de vagos, de pintores escolásticos, de maratones radiofónicos, de teatreros inaguantables, de ver ganar a la oposición, de berrinches de funcionarios disfuncionales, de líderes sindicales inútiles, de hijos adoptivos ingratos, de locutores ciegos, de pestes insoportables, de marchas ecológicas, de matanzas, de sicarios, de humazos de la termoeléctrica, de la quema de los trigos y el chipotle y de tantas y tantas cosas a la que sus hijos, los deliciences, la tenemos acostumbrada… Sin embargo, al fin Madre, todo nos perdona…
Ojalá que ahora que la “Reina del desierto”, la preciosa “Rosa de Arena”, infle sus hermosas mejillas y con su sofocante aliento apague las 79 velitas de su pastel, apriete bien sus inigualables ojos y deseé con toda su alma que nosotros, sus hijos, seamos mejores con ella… Y con nosotros mismos…
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