Está circulando en América Latina una propuesta diferente en materia de desarrollo agrícola
y rural. Esta sugiere reemplazar el Estado paternalista por un Estado educador que ofrezca a
los productores rurales una educación tan emancipadora que ellos sencillamente no necesiten
del paternalismo gubernamental. La propuesta se fundamenta en la constatación de que, como
regla general:
1) Los agricultores con mayores dificultades y problemas económicos son coincidentemente
los más ineficientes, ya sea como productores, como administradores de sus fincas, como
compradores de los insumos o como comercializadores de sus cosechas y
2) Ellos son ineficientes no necesariamente porque les falten políticas agrícolas, créditos
o subsidios, grandes inversiones, garantías oficiales de comercialización u otras ayudas
gubernamentales, sino porque ellos no saben desempeñarse con la eficiencia y el
profesionalismo que requiere la agricultura, altamente competitiva, del mundo globalizado.
En las Páginas Web que respaldan la propuesta:
– http://www.polanlacki.com.br
– http://www.polanlacki.com.br/agroesp
1) está demostrado que es exactamente en esta debilidad (en la falta de nuevos
conocimientos, habilidades, actitudes y valores) donde reside la gran causa generadora de los
problemas de los agricultores y por ende de la agricultura.
2) está indicado que esta debilidad es consecuencia directa de la mala calidad de nuestro
sistema de educación rural (escuelas fundamentales rurales, facultades de ciencias agrarias,
escuelas agrotécnicas y servicios de extensión rural).
3) están identificadas y descritas las medidas, muchas de ellas sencillas y de bajo costo, que el
referido sistema de educación rural podría y debería adoptar para corregir sus inadecuaciones
y debilidades.
4) está demostrado que la adopción de gran parte de tales medidas correctivas está al alcance
de los propios directores de las escuelas, profesores y extensionistas; en muchos casos sin
necesidad de contar con decisiones políticas de alto nivel o con recursos adicionales a aquellos
que las instituciones de educación ya poseen.
La educación rural debe enseñar aquello que sus “clientes” necesitan
aprender
A pesar de todo lo descrito en el párrafo anterior, el mencionado sistema sigue ignorando los
daños que la mala calidad de la educación está produciendo en el desempeño de la agricultura
y de los agricultores; y está subestimando la necesidad de realizar una urgente transformación
curricular y pedagógica. Las referidas instituciones educativas siguen actuando como si no
tuviesen nada que ver con los daños que la inadecuada educación está produciendo en la vida
de los habitantes rurales, como por ejemplo: la bajísima productividad de la mano de obra, la
falta de rentabilidad en la agricultura, el desempleo y subempleo, la pobreza y el éxodo rural.
Cuando son requeridos a promover los cambios necesarios, los educadores suelen afirmar
que no pueden corregir las ineficiencias y debilidades de ellos mismos y de sus respectivas
instituciones, porque faltan decisiones políticas, aportes presupuestarios adicionales, mejores
instalaciones, computadoras con acceso a Internet, mejores sueldos, etc. Sin embargo, al
analizar tales justificaciones, con objetividad y sin “emocionalismos”, es fácil darse cuenta que
la falta de esas ayudas externas, no necesariamente está impidiendo que ellos mismos corrijan
y mejoren gran parte de lo que puede ser corregido y mejorado sin recibir apoyos adicionales.
En América Latina tenemos muchos ejemplos en los cuales los gobiernos han incrementado
las asignaciones presupuestarias y mejorado los sueldos de los educadores pero la calidad de
la educación sencillamente no ha mejorado. Desafortunadamente el no atendimiento a tales
reivindicaciones suele ser utilizado por los sindicatos de profesores–siempre muy politizados
e “ideologizados”– como excusa para ocultar su falta de voluntad y/o de capacidad para
corregir y mejorar aquello que, puede ser corregido y mejorado, aún sin recibir ayudas externas
¿Dónde debe empezar esta educación emancipadora?
En primer lugar debe empezar por quienes están sufriendo y pagando las consecuencias
de las “disfuncionalidades” e inadecuaciones del sistema de educación rural. Si los propios
agricultores (y los demás integrantes de las cadenas agroalimentarias que también están
siendo afectados por la baja calidad educativa) no se organizan para EXIGIR y PRESIONAR
en pro de una educación acorde a sus necesidades, sencillamente sus demandas
seguirán siendo ignoradas. Sin embargo, si los referidos demandantes elaboran una sólida
fundamentación de sus exigencias y reivindican medidas que realmente están al alcance
del sistema educativo, éste no tendrá argumentos ni motivos para dejar de atenderlas. Las
protestas que históricamente los agricultores han hecho frente a los bancos de crédito rural, a
partir de ahora deberán hacerlas frente a las instituciones de educación agrícola, formal y no
formal. Tales protestas deberán perdurar hasta que:
1) los directores y profesores de las facultades de pedagogía reconozcan que gran parte de la
mala calidad educativa de las escuelas fundamentales rurales, y también de las urbanas, se
debe a la inadecuada formación de los maestros que de ellas egresan.
2) los directores y profesores de las facultades de ciencias agrarias y de las escuelas
agrotécnicas reconozcan que la principal causa del desempleo de sus egresados y del
modesto impacto de cambio de los servicios de extensión rural es la inadecuada y teórica
formación de los profesionales y técnicos que ellas están formando.
3) los directores y profesores de las escuelas fundamentales rurales reconozcan que gran
parte de la “repitencia” y de la deserción escolar y también del subdesarrollo imperante en las
zonas rurales se deben a la descontextualización e irrelevancia de muchos de sus contenidos
curriculares.
4) los directores y extensionistas de los servicios estatales de extensión rural reconozcan
que gran parte de la falta de rentabilidad en la agricultura y de la pobreza rural se debe a
que dichos servicios – por debilidades técnicas, inadecuaciones metodológicas y “rigideces”
burocráticas – no están siendo capaces de difundir, rápida y masivamente, tecnologías de fácil
adopción y de bajo costo, con el propósito de que los propios agricultores puedan solucionar
sus problemas, sin necesidad de ayudas paternalistas.
Sin embargo, tener la actitud de reconocer esa “mea culpa” no es suficiente; los educadores
deben reconocer y actuar en el sentido de corregir y/o eliminar aquellas muchas distorsiones
que están a su alcance hacerlo. En resumen, los directores, los profesores y los extensionistas
deben abandonar la cómoda actitud de quejarse, de presentar justificaciones poco
consistentes, de echar la culpa a los demás y de seguir esperando que los demás resuelvan
los principales problemas de la educación rural; porque muchos de esos problemas son
generados dentro de las unidades educativas y consecuentemente deberán ser solucionados
dentro de estas por los propios educadores, y no necesariamente por agentes externos a ellas.
Las medidas que los propios educadores podrían adoptar para corregir las inadecuaciones
y distorsiones del sistema de educación rural están identificadas y descritas en los textos
alojados en la sección “Artículos” de la página Web:
– http://www.polanlacki.com.br
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