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El cumple de Luis…por Luis Villegas

EL CUMPLE DE LUIS.

El sábado, andaba yo de patita de perro. Contar los detalles no viene mucho al caso, porque luego hasta en comercial queda y no es por ahí.

El asunto es que había la necesidad de celebrar varios festejos de manera simultánea y entre ésos iba el de m’ijo “el soldado” —sí, lo captaron: es que se trata de mi hijo el mayor; por no mencionar que anda pelón, como su apá—, quien cumple años el 14 de abril.

Cosa rara en él, porque por lo general anda de rejego y malamansado, el Adolfo aceptó la invitación de ir a la carnita asada; de ese modo, ahí estábamos, en medio de una concurrencia entrañable: Luis Abraham, Adolfo y miguelito, o séase yo.

El asunto no tendría nada de particular porque cumpleaños hemos festejado varios y la cosa habría quedado en eso, en la famosa “carnita asada” y en echarse unas cervecitas al coleto, en excelente compañía; pero no, lo memorable vino de la mano de la curiosidad del Adolfo, quien nunca había escuchado cantar a su hermano mayor.

Hace casi cinco años y medio escribí que uno de tantos fines de semana que me agarró en la ciudad de México pasó por una mesa de billar y otra de dominó; que fue ir al teatro y al estadio Azteca después, a ver un América Monarcas sin chiste; que transcurrió en dos o tres fondas —de excelente yantar—; y que, para concluir, “nos sorprendió a Luis y a mí en Garibaldi, cantando a grito pelón, nada más por el gusto de hacerlo”. Ahí descubrí esa faceta de Luis; lo cierto es que a mi hijo mayor se le da ese asunto de los “gorgoritos”.

Por ese motivo contraté un karaoke con la esperanza de que no se hiciera el remolón y, ¡Dios mío!, no se hizo; a petición de Adolfo cantó y yo hubiera querido que cantara más, que fuera menos reacio al grito universal de: “¡Otra! ¡Otra! ¡Otra!”, pero no, se montó en su macho de compromisos “preadquiridos”; además no era cosa de abusar pues, como dije, era su cumple.

En algún punto de la velada, se me empañaron los ojitos, cosa que el Adolfo —quien con los pelos que trae parece “Caballero del Zodiaco”, lleva tres meses sin ir al peluquero—, no podía dejar pasar y me hizo víctima del bullying.

Lo admito públicamente: ese sábado me mató; me mató ver a mis dos hijos; me mató ver la cara de gusto y de azoro del Adolfo; y me mató escuchar cantar a Luis, tanto tiempo había transcurrido desde la última vez.

Como sea, vayan estos párrafos en muestra de gratitud por la amistad y la compañía, por los hijos (auténticas “bendiciones”), por el maravilloso regalo de esa tarde-noche, pero sobre todo, para desearle a Luis Abraham, larga vida y felicidad.

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Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com

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