El diluvio que llegó…por Aída María Holguín
Luego de cinco años de extrema sequía en el estado de Chihuahua, 4 días de constante lluvia fueron suficientes para recordarnos que los Gobiernos no han hecho lo necesario para prevenir contingencias ambientales; trátese de frío, calor, sequía, o lo que pasa cada vez que llueve.
Cierto es, que a la madre naturaleza no se le puede detener, pero el diluvio que llegó, dejó claro que no se ha hecho gran cosa para evitar -o al menos disminuir- los estragos causados por ella; y aunque la lluvia se generalizó en casi en todo el territorio estatal, Chihuahua fue la más afectada en su infraestructura.
Hay frase que todos los que hemos vivido en Chihuahua capital conocemos bien: “en Chihuahua no llueve, pero cuando llueve, nos inundamos”. Esta frase, ha sido mal entendida y mal atendida.
Mal entendida, porque históricamente las autoridades han dado por hecho que estamos acostumbrados a lidiar con los efectos de la sequía y de las inundaciones-, y que la frase puede seguir -sin problema alguno”- heredándose de generación en generación.
Mal atendida, porque queda claro que a ningún gobernante se ha interesado en hacer –a largo plazo- algo al respecto; es decir, sí se han realizado acciones para prevenir desastres futuros en los lugares donde ya ocurrió uno, pero no se han emprendido acciones que eviten que éstas sucedan en otros lugares, aún y cuando ya hay un historial que indica que son zona de riesgo.
Dijo el Coordinador de Unidad Estatal de Protección Civil, Luis Lujan Peña, que estas lluvias fueron inusuales y atípicas. Cosa que los chihuahuenses ya sabemos, pero esto no es sinónimo de que no pueda pasar, y tampoco de que no deban realizarse acciones para prevenir desastres.
Y es que no necesita llover 4 días para saber lo que a Chihuahua le pasa cuando llueve; ¿o es que no recuerdan aquel “sábado negro” de 1990? Sí, aquél sábado 22 de septiembre en el que unas horas bastaron para que ocurriera lo que hasta hoy se considera la peor inundación de Chihuahua.
Cabe señalar, que en 2007 la SEDESOL otorgó al municipio de Chihuahua recursos para la elaboración de un “Atlas de Riesgos”; esta herramienta, identificaba riesgos -naturales y antropogénicos- con el fin de prevenir desastres de diferentes tipos, tales como derrumbes, inundaciones, heladas, vientos y explosiones, entre otros. Pero bueno… todo parece indicar que el Atlas de Riesgos no se ha actualizado, ni se ha usado para los fines que perseguía.
El caso es que administraciones van, y administraciones vienen, pero no hay acciones concretas que demuestren que se tiene la intención de tapar el hoyo antes de que se ahogue el niño.
Sin duda alguna, la naturaleza es impredecible; pero cuando las fallas son humanas y/o históricas, no deben seguirse ignorando. Tal es el caso del puente del Río Sacramento que conduce a las Grutas de Nombre de Dios. No es la primera vez que éste ha sido destruido por las fuertes corrientes de agua. ¿Por qué no hacer ahí un puente elevado de buena calidad, en lugar de hacer pasos a desnivel en otras zonas de la ciudad -que por cierto, también terminan inundados-?
Por otro lado, y aunque no había sucedido nunca, la inundación -casi- toral de las instalaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Chihuahua, pone en tela de juicio a OMA, pero la responsabilidad cae sobre quien otorgó la concesión para administrar y operar el aeropuerto, y sobre quienes se encargan de vigilar que dicho grupo cumpla con todas las de la Ley.
De las inundaciones en zonas habitacionales -que no es algo nuevo-, evidencia otra vez a las Constructoras, pero sobre todo a quienes otorgan los permisos de construcción, de quienes supervisan que las construcciones cumplan con todos los requisitos legales y normativos, y de la dependencia encargada del área de vivienda en el estado al momento de la edificación.
Aunque resultaría muy extenso mencionar todos y cada uno de los problemas históricos causados por las precipitaciones pluviales (baches, calles y sitios públicos inundados, falta de drenaje pluvial, colapso de la red de alcantarillado, etc.), no se puede dejar de mencionar lo que ya es característico en las “magnas” obras de la actual administración municipal, y que también pasarán a la historia:
El paso inferior en la Cantera y Juventud, a la primera lluvia se inundó; el paso inferior de la Ave. Independencia, hasta la fecha presenta filtraciones -sin que llueva-; la peatonalización del centro histórico, causó que la calle Libertad se transformara en río, y que el Museo de Arte Sacro se inundara; y gran parte del Parque Metropolitano El Rejón, quedó bajo el agua. Habremos de esperar la inauguración del otro paso inferior de la Cantera para ver de qué manera se inunda; por lo pronto, la obra se detuvo temporalmente por la inundación de la misma.
Concluyo esta vez con una reflexión personal y propositiva: los Alcaldes oriundos de Chihuahua capital no han tomado en serio la problemática histórica ocasionada por la madre naturaleza, por lo que es difícil que uno que no lo sea, sí lo haga; sin embargo, he aquí un buen reto para que Javier Garfio demuestre lo contrario.
Aída María Holguín Baeza
Correo: laecita@gmail.com
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