El peso de la ley..por Aída María Holguín
Luego del vil y cobarde asesinato del periodista Javier Arturo Valdez Cárdenas, el presidente Enrique Peña Nieto convocó a los gobernadores y al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México a una reunión urgente para analizar la situación, revisar y definir acciones conjuntas para garantizar las condiciones que se requieren en el ejercicio periodístico.
En esa reunión, el presidente Peña Nieto aseguró (por enésima vez) que el gobierno mexicano aplicará todo el peso de la ley en contra de los responsables de los hechos delictivos. Sin embargo, con el historial de impunidad que ha persistido durante su gobierno, queda en evidencia que no se ha dado cuenta de que en México, en materia de combate a la impunidad en crímenes contra periodistas, la ley no tiene peso alguno o, si mucho, es de “peso paja”.
Y es que, considerando que de 2000 a la fecha, la organización Artículo 19 ha documentado el asesinato -en posible relación con su labor periodística- de 106 comunicadores en México (33 de ellos durante la administración de Enrique Peña Nieto) y que, el 99.7% de las agresiones contra periodistas siguen impunes; queda claro que la ley (esa que desde su campaña dijo Peña que aplicaría con todo rigor) está muy lejos de alcanzar el peso suficiente para garantizar las condiciones necesarias para el pleno ejercicio del periodismo.
Es “quizás” por eso (y Peña no lo sabía), que la organización Reporteros Sin Fronteras tiene catalogado a México como el tercer país (después de Siria y Afganistán) más peligroso para ejercer el periodismo, y como el país más mortífero -para los periodistas- de América Latina.
El caso es que 106 asesinatos después, Enrique Peña Nieto por fin decidió que ya era momento analizar la situación, revisar y definir acciones. No obstante, como suele suceder, del dicho al hecho hay mucho trecho. Es decir, para que la ley tenga el peso suficiente, se requiere de menos dichos (discursos) y más acciones concretas, firmes y congruentes que lleven a la detención y castigo a los responsables de los crímenes en contra de los periodistas.
De nada sirve un presidente “conmovido” e “indignado” si no hace nada por “darle color” a los elefantes blancos denominados Mecanismo de protección de personas defensoras de derechos humanos y periodistas y Fiscalía Especializada de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión que, como bien lo han señalado diversas organizaciones civiles, de poco o nada han servido.
Indudablemente, para que las agresiones contra periodistas no queden sin castigo, es imprescindible aplicar todo el peso de la ley. Pero para que eso suceda, primero es necesario dotar a la ley del peso requerido; es decir, administrar (como función y como bien) la justicia de manera adecuada. Y para lograr esto último, se requiere de un presidente capaz y verdaderamente comprometido con la defensa, protección y aseguramiento del pleno ejercicio periodístico, cuyo fin social es el de mantener informada a la población, fomentando así, el pensamiento crítico que, a través del análisis y la reflexión, la induzca a formar su propia opinión de lo que sucede y actuar en consecuencia.
Finalizo en esta ocasión con una adaptación de lo dicho alguna vez por el economista estadounidense, Edwin Walter Kemmerer: Excelente cosa es una buena ley, pero ésta no tiene ningún peso si no hay hombres de grandes capacidades que se encarguen de ejecutarla.
Aída María Holguín Baeza
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