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El valor de las imágenes…por Aída María Holguín

 

Dice un viejo y conocido refrán que “una imagen vale más que mil palabras”. De acuerdo con el Refranero Multilingüe del Instituto Cervantes, este proverbio reconoce que la mejor manera de probar algo es verlo.
En la medida que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) evolucionan, este proverbio toma mayor relevancia porque las imágenes también evolucionan mostrando realidades que, indudablemente, requieren más de mil palabras para interpretarlas o describirlas.
De entre todas las imágenes que inundan las redes sociales, los videos (imágenes con movimiento) se constituyen en un referente del valor que puede llegar a tener, puesto que éstas ubican -de mejor modo- al observador en el entorno en el que se fueron captadas, lo cual amplía el número de elementos para su interpretación.
Al analizar detenidamente el sentido del refrán y el papel que -al respecto- desempeñan actualmente las TIC y las redes sociales, en términos generales es posible asegurar que su papel has sido fundamental para facilitar el acceso a la información y el conocimiento; no obstante, el uso incorrecto de estas herramientas puede provocar consecuencias negativas para la sociedad en su conjunto.
En ese contexto y, retomando el lamentable hecho acontecido la semana pasada en el Colegio Americano del Noreste (en Monterrey), es que resulta necesario reflexionar respecto a la “viralización” del video respectivo, misma que refleja de la ausencia de valor.
En su concepción original, el refrán de referencia hace énfasis al valor como forma de encontrar la significación de las imágenes. De ahí que resulte imprescindible considerar que las imágenes “viralizadas” (en este caso un video) reflejan -entre otras obvias cosas- una significación relativa a al valor entendido como alguna cualidad de los seres humanos. Es decir, la difusión masiva del video lo convirtió en un espectáculo que evidenció a un gran número personas que carece de uno de los valores supremos: el respeto.
Por una parte, esa falta de respeto se debe a que los difusores no tomaron en cuenta una regla de oro: ponerse en los zapatos del otro (víctimas, padres o familiares). Por otra parte, demostraron la total falta de respeto, quizás por desconocimiento (que no es justificación), a diversas disposiciones legales; entre ellas, las establecidas en la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.
Si bien es cierto que saber qué pasa en nuestro entorno es una necesidad y un derecho, que algunos de los que difundieron las imágenes lo hicieron “inocentemente”, y que otros lo hicieron por “solidaridad”; también es cierto que gran parte de la difusión se hizo por morbo o fines lucrativos, y eso es totalmente inadmisible.
En esta ocasión finalizo con lo dicho alguna vez por el escritor, político y periodista peruano, Mario Vargas Llosa: “El espectáculo se ha convertido en el valor de nuestra época. Ya no hay valores, nadie sabe qué cosa es buena, qué cosa es mala […] Vivimos en una de las épocas más confusas de la historia”.
Aída María Holguín Baeza
Correo electrónico: laecita@gmail.com

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