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Entre libros y charales (Libros, libros, libros III de III partes)…por Luis Villegas

Después de regocijarme en pescar charales y llevarlos a comer de mi palma envenenada, para luego devolverlos a su estanque a nadar en las aguas turbias de sus detritus, continúo con mis disquisiciones bibliográficas; Dios sabe que enemigos tengo en “bonche” y no es cosa de ponerlos en fila de espera, porque algunos, además, quizá ni a los buñuelos nos lleguen entre tanta edad inexorable, tanta soledad a cuestas, tanta soberbia indemostrada, tanta rabia inútil y tanta impotencia (in)galopante.

Con buen sabor de boca y otra vez sin ánimo de arriesgar, comencé “Máscaras”1 de Leonardo Padura, otra garantía per se, sólo porque es Padura, y de quien puedo decir, como afirmé de Márkaris: Creo que he leído todo lo que de él se ha publicado en español y lo guardaba en calidad de “tablita de salvación” (otra).

En cuanto a “Recursos inhumanos”,2 “Fábula Asiática”3 y “Así es como se mata”,4 a no dudarlo, valieron la pena; la primera es magnífica, sin la fuerza y la garra de Jorge Volpi o la sutileza de Almudena Grandes, en “Memorial del Engaño”5 o “Los Besos en el PAN”,6 respectivamente, “Recursos Inhumanos” explota las circunstancias que rodean las crisis financieras, el desempleo masivo, la inequidad rampante, los abusos del capitalismo feroz de nuestros días, y nos regala una novela lúcida e inteligente situada en la Francia actual; en cuanto a “Fábula Asiática”, me encantó por dos razones: Porque es de un guatemalteco que escribe con soltura y donaire de temas actuales y no sólo de sentidos regionalismos (reciclados) y porque constituye una crítica formidable a nuestro cientificismo carente de cualquier atisbo de ética; por lo que hace a “Así es como se mata”, cumple con su propósito, aunque denota al autor que escribe su primera novela y eso tristemente se deja ver, pues no puede evitar caer en los lugares comunes; ¿los volvería a leer a los tres? Sí, sí, no; el tercero no tiene nada más qué aportar; pero los dos primeros, por supuesto que sí.

De hecho, déjenme les cuento: ¿Cómo no iba a ocurrir? Enrrachado, pensé que me iba a seguir con el cuarto al hilo pero no, la fuga estuvo en “Las Llaves del Reino”,7 de Sacheri; encarreradito, como digo, pensé, iluso de mí, que ésta iba a ser el remate de mi carrusel de delicias y mi cuarto deleite, pero no; y la culpa no es del autor; es enteramente mía, ¡burro! Si ahí clarito en la contraportada decía “artículos”; ¡ah!, pero como el señor estaba emocionadísimo, lo compré a lo baboso y de ahí las funestas consecuencias. El desagravio llegó de la mano de Pierre Lemaitre (con él arriesgué dos veces, ¡je!), y una muy buena “Rosy & John”,8 que se lee de corridito y lo confirma como lo que es: Uno de los mejores escritores modernos de novela negra. Con lo que ya llevamos cuatro autores fun da men ta les de ese género y que me dan a un aire cosmopolita que desmiente, en los hechos, ese nopalote que, a leguas, se me ve en la frente: Petros Márkaris, griego; Leonardo Padura, cubano; Qiu Xiaolong, chino; y Pierre Lemaitre, francés; en ese brete y con el perdón de ustedes, no se me ocurre mejor expresión que esta: “No te arrugues cuero viejo que te quiero p’a tamborrrr”.
La serie la terminé —la estoy terminando porque a ratitos la leo en el baño—, con “Tan poca vida”9 (mira tú, las casualidades de la vida); aunque antes leí a una autora que sólo escribió dos novelas, recién fallecida por cierto, Harper Lee, y cuyo “matar un Ruiseñor”, todo un clásico, me mató hace ya sus buenos 35 años; pues semiregresó la señora con su segunda novela, publicada apenas en 2015, y, con “Ve y pon un centinela”,10 de nuevo me deslumbró; o será pura nostalgia pues la protagonista es la entrañable Jean Louise Finch, mejor conocida como Scout (uno de esos personajes entrañables). En algún otro lado lo escribí y ahora lo repito: “¿La máquina del tiempo? ¡Claro que existe! ¡Si todos llevamos una, aquí, al lado izquierdo del pecho, juntito del esternón!”; pues su lectura me la puso a funcionar a todo tren. Hay toda una anécdota detrás de esas dos historias y ya sabrá Usted si se mete a investigar o no.
Por último, debo dejar constancia de que este asunto no marcha del todo bien; no es cosa de llevarme un montón de libros y traer de vuela otro montón sin leer que compré allá por donde andaba; fue el caso de Jorge Volpi, de quien adquirí dos y que, Dios mediante, estaré leyendo allá por diciembre: “Tiempo de Cenizas”11 y “La Paz de los Sepulcros”,12 junto con otros cuatro o cinco que ya iré comentando porque, creo, ya estuvo bueno de estar hablando de libros, libros y más libros.

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Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com

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