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Estado policiaco, si. Estado fallido, no…por Carlos Murillo

Nada es tan desalentador como un esclavo satisfecho

Ricardo Flores Magón

Es tan absorbente el bombardeo a través de medios de la actual campaña electoral, que resulta difícil recuperar y reflexionar los problemas trascendentales a la lógica sexenal. De continuar la estrategia de la “guerra” contra el narco, como un problema de falsa moral, de “cruzada” contra la delincuencia, y no como una amenaza a la salud pública y un negocio de intereses de la economía capitalista, el Estado mexicano se encamina a acrecentar su ya acentuado militarismo (Estado policiaco) y pueda llegar a destruir poco tiempo, la nación tal como la conocemos (Estado fallido).

Los intereses económicos internacionales ponen en juego los destinos de las naciones. Estados Unidos, Islandia, Grecia, España; antes Sudamérica, Japón. Para salvar los grandes capitales, se arriesga el futuro de generaciones; por eso el actual malestar social en Estados Unidos y Europa. En estos países se van perdiendo poco a poco derechos y privilegios; ahora el desempleo, las deudas, el empobrecimiento, aparecen a la par con el Estado policiaco: mayor vigilancia policiaca; militarización de la vida cotidiana; represión de los movimientos sociales; violación a los derechos humanos; desaparición de las garantías individuales…todo lo que un mexicano(a) les puede contar por experiencia propia.

El Estado mexicano no ha dejado de ser un Estado policiaco desde los tiempos del PRI a los actuales del PAN. En los últimos treinta años, el periodo neoliberal, la represión policiaca nos da cuenta de abusos en un sinnúmero de lugares en el país y donde tal vez Ciudad Juárez es y será el pináculo de la violencia de Estado por excelencia no sólo del sexenio, sino de los gobiernos panistas con sus feminicidios y más de diez mil asesinatos en los últimos cuatro años. En la vorágine de la combinación del poder político electoral y los intereses capitalistas monopólicos, la transición hacia nuevas formas de esclavismo (enajenación) incluye no sólo la mala educación, la desinformación y la desnutrición como pilares de la despolitización, también la limpieza social se hace evidente; una verdadera guerra de baja intensidad financiada por el Estado y apoyada por empresarios contra personas “peligrosas”, “indeseables” o simplemente, desechables.

El pretendido Estado fallido no es más que una estrategia conceptual de Washington para justificar su cada vez mayor intervencionismo en México, como lo ha hecho en años recientes en Afganistán, Irak y Colombia. Es un error, una trampa, pensar que México es un Estado fallido; no nos equivoquemos: El gobierno mexicano en todos sus niveles (federal, estatal y municipal; el representativo y el judicial) sigue fortalecido por muy corrupto y decadente que nos parezca, por una sencilla razón: la continuación de la elecciones. No sólo eso, lo electoral da una especie de certidumbre por “garantizar” la continuidad de las instituciones públicas, aunque no tanto la paz y la tranquilidad social, pese a que permite también, la permanencia de una burocracia y clase política para operar esas instituciones, con el poder que les damos.

Las y los gobernantes mexicanos saben muy bien lo que hacen. En su enajenación de poder y riqueza, no les interesa el rumbo de la sociedad, sino cómo sacar el mayor provecho posible para sí mismos. El Estado policiaco es una tendencia fascistoide de las democracias electorales para no dejar el poder. Por eso la pretendida “guerra” contra el narco, es una farsa y a la vez un pretexto para sacar al ejército a las calles y desviar la mirada de otros rublos. En Estados Unidos, España o Chile, se reprime igual a Indignad@s que a Ocupas o estudiantes. En México además se asesinan periodistas y se persigue a activistas sociales: a ningún gobierno le faltan pretextos para reprimir por que, recordando a Max Weber, ejercen el monopolio de la violencia.

Lo que podemos concluir es que hay una visión a mayor plazo de las élites político-económicas que las y los ciudadanos comunes apenas podemos distinguir, pero la violencia sin duda, nos pone en perspectiva, pues la sociedad pone los muertos y las élites siguen intocables. El miedo ha sido con mucho, el gran legado de la era calderonista; un recurso más para ejercer el poder, en este caso a través del terror. En el Estado Policiaco nadie está a salvo (recuérdese las épocas totalitarismo del siglo XX) y el terror, ese instrumento de dominación de las sociedades guerreras, ahora toma nueva forma en el discurso de Washington con sus “guerras preventivas”, “guerra al terrorismo” y su más reciente “guerra contra el narcoterrorismo”; es decir, se inventan nuevos enemigos, pero este en especial, el narco, al ser civil, se invisibiliza y confunde fácilmente en la sociedad con los resultados que ya conocemos: todos(as) somos sospechosos y todos(as) podemos ser víctimas “colaterales”.

Mientras todo esto sucede en el plano macro social mundial, nuestro contexto mexicano local nos cuenta de 49 cuerpos desmembrados en Apodaca, Nuevo León; de 18 en Jalisco, otros tantos en Veracruz y así, ¡en menos de un mes!. En Ciudad Juárez, Ciudad Cárcel, desde donde escribo estas líneas, la policía de Julián Leyzaola, el militar a cargo de Seguridad Pública Municipal, sigue violando las garantías constitucionales haciendo retenes a diestra y siniestra y peor aún, golpeando, desapareciendo personas y asesinando con la mayor impunidad que la justicia mexicana, el gobierno municipal priista, así como las cámaras empresariales, le brindan.

Mucha gente está entusiasmada con las elecciones, pensando que ganará su partido o candidato. La verdad es que va a haber fraude a favor del PRI y nadie siquiera ha reflexionado al respecto; otra verdad es que el gran ganador de esta contienda va a ser el abstencionismo y por último, pero no menos importante, es que se le apuesta a un futuro que ya nos alcanzó. La pregunta no es por quién vas a votar, sino qué estás haciendo para terminar con todo lo que no te gusta de los políticos; qué estás haciendo por ti y por la sociedad más allá de las elecciones. La violencia sigue y nadie está seguro, sólo las y los políticos, por que saben que depende de que votes para que el/ella siga defraudándote.

Alto al Estado policiaco.

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