Fraude preelectoral…por Carlos Murillo
Brincan los borregos
Gloria Trevi
Votar, ¿por quién, para qué? Parece preguntarse las personas ante la cercanía del 4 de julio que, a diferencia del Día de la Independencia estadounidense, para quienes “celebramos” elecciones en México no significa ni independencia ni mucho menos revolución; en el mejor de los casos, la continuidad del régimen y en el peor, la descomposición acelerada de una idea de democracia rápidamente desdibujada por quienes traicionan cotidianamente la confianza en las instituciones.
La priístización de la vida política. La escuela del PRI alcanza a los partidos; hoy es posible observar las mismas prácticas priístas de siempre en todos los partidos y gobiernos. El PRI ciertamente es una herencia incómoda para la sociedad mexicana, pero sus competidores políticos no se quieren quedar atrás, como podemos comprobar en la conducta del gobierno federal panista y sus repercutores estatales y municipales. Se trata del poder político a cualquier coste: la mentira, el engaño, el asesinato, la compra de votos, la intimidación, el oportunismo…nómbrelo usted y lo encontrará: es la vulgar ausencia de ética, la mezquindad y la coprofagia tan común en los políticos.
Al borde de la anomia. Ciertamente el país requiere de un cambio trascendental frente al reto de vivir en un mundo globalizado y de la enorme distancia entre ricos y pobres del país. Pero el camino de la violencia y la cerrazón del conservadurismo de los hombres y mujeres del poder hacen imposible cualquier alternativa para modificar el rumbo de México. Difícil pensar en la legalización de las drogas, en la rotación de poder, en la autosuficiencia alimenticia, en la justicia rápida y expedita, en el Estado laico; difícil por que quienes lo impiden son precisamente quienes detentan el poder político y económico: políticos, jueces, gobernantes, monopolistas, oligarcas, narcotraficantes y jerarcas religiosos.
Oferta partidista. El sistema político nos quiere hacer creer que vivimos en democracia, pero la realidad es lo contrario: vivimos una partidocracia que además está supeditada por los intereses de los grandes monopolios (Televisa) apoyada por sindicatos charros (SNTE) financiada con dinero ensangrentado (narcotráfico) fortalecida por millones de oportunistas descerebrados (militancia) justificada por merolicos con diploma (“intelectuales”) y claro está: protegida por el monopolio de la violencia policial, militar y de facto. Los partidos muestran el cobre, una mezcla de arrogancia, ignorancia, vicio, insensibilidad y cinismo fácilmente traducible: les vale madres la gente, lo que importa es el poder.
Perfil de los “candidatos”. En teoría, cualquier persona puede aspirar a un puesto de elección popular (los requisitos son mínimos) y democráticamente todos y todas tendríamos alguna vez que ser y hacer gobierno, pero por tradición se espera que quien lo haga, sea alguien destacado, inteligente, valiente, etcétera…la realidad es al revés: compite quien sufre de megalomanía o complejo de inferioridad; compite el más rico, pero no necesariamente el más honesto; compite el más servil a suceder al gobernante actual; compite el más pendejo que se deje mangonear por los poderes fácticos; compite el más mediocre, el que no la hizo en cualquier otra actividad; compite también el monigote que protege a las mafias mientras sigue robando. En pocas palabras a la actual “clase” dirigente se le puede denominar oclocracia (gobierno de las mayorías incultas, o como bien define Alfredo Jalife Rahme, gobierno de los peores).
Pasividad ciudadana. Para lograr todo lo anterior hacía falta también una sociedad plenamente enajenada, mal alimentada, mal educada, miedosa, infantil, atomizada. Vivimos un México sin privilegios, con altos riesgos, mentalmente esclavizados, con una voluntad quebrantada por la televisión, el fútbol, la religión, el optimismo neoliberal. Hay protestas, pero sobre todo quejas llanas y deseos de mejorar habladas al vacío; todavía el enojo ciudadano aguarda por la acción que le llegue al hartazgo o espera ingenuamente a que resucite Zapata o nazca un nuevo Pancho Villa; mientras se acumula más enojo generalizado a través de las nuevas víctimas del régimen, sean mineros, electricistas, campesinos, estudiantes, jóvenes, papás de los niños calcinados en la guardería ABC o 25,000 asesinatos justificados por la “guerra” contra el narco.
Para hacer fraude, no es necesario esperar al día de las elecciones, el fraude ya está ahí, desde antes. México ha sido defraudado por años de gobiernos corruptos, incapaces de cumplir con sus funciones mínimas a favor de la gente, apostando siempre a la desmemoria y pensando que el mexicano siempre será un idiota que se cree todo sin responder a nada. Hoy asistimos a las elecciones del cinismo, del “me vale que me involucren con el narco mientras no me comprueben nada y el partido me apoye” en un México que va cediendo terreno al crimen organizado y donde no existen diferencias entre éste y los partidos. Se critica a las y los abstencionistas por “no participar” electoralmente, pero más bien habría que preguntarse, ¿quiénes son los que votan?
NO SOLUCIONES, NO ELECCIONES
Revolución MMX
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