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Fue teté…por Luis Villegas

1.- Gane usted o pierda, las campañas políticas (o precampañas) son agotadoras. Primero, está el asunto ese de la imagen. La cosa funciona más o menos así: Le toman una foto y ya está, todo mundo haciendo fila para votar por usted. Claro que habemos quienes lo tenemos un poco más difícil; como alguna vez me dijera mi compadre César Jáuregui: “Compadre; si algún día remoto y lejano te postulamos para cualquier cosa, te sacamos una foto de tu mejor ángulo (suponiendo que exista) y no vuelves a salir a la calle lo que dure la campaña”.

 

2.- Por supuesto que yo no estoy en el supuesto de ese otro amigo -negro como el carbón y feo como pegarle a la mamá de uno (de quien por pura bondad omito su nombre)- quien una vez que le entregaron sus tarjetas de presentación previo al arranque de la campaña, exclamó optimista: “Bueno, visto así no estoy tan pior”; y muy contento se fue a contarle mentiras a la gente. El fotógrafo me dijo en voz bajita: “Lo que no sabe el ca… es que la computadora casi se vuelve loca tratando de componerlo en el retoque”.

 

3.- Luego está el asunto del mensaje. Si lo de la imagen se puede remediar con una ayudadita del PhotoShop (¿así se escribe?), con el mensaje no hay cómo engañarse. El mensaje es ese texto, por fuerza breve, plagado de significados que modulado por la bien timbrada voz del candidato o candidata, hace que todo el mundo haga filas para ir a  votar por él o por ella.

 

4.- El asunto se complica si toma en cuenta usted que el conglomerado social promedio está dividido en hombres y mujeres, ricos y pobres, jóvenes y viejos, felices e infelices, inteligentes y tarugos, políticos y apolíticos, casados y solteros, religiosos y ateos, de izquierdas o drechas, con un amplio espectro intermedio en todos los casos; es decir: Ni tan hombres, ni tan ricos, ni tan jóvenes, ni tan felices, ni tan inteligentes, ni tan políticos, ni tan casados, ni tan religiosos, ni tan de izquierda y viceversa. De tal suerte que caerle bien a todo el mundo y convencerlo para que vaya a hacer la famosa fila está en chino y siempre se corre el riesgo de caer gordo por alguna babosada que uno dice. Por eso el asunto aquel de la imagen es crucial: Hay personas que se defienden mejor quedándose calladas.

 

5.- Como sea, en eso del mensaje hay que pulirse y echarle cerebro; tomando en cuenta los segmentos de población a que he hecho referencia, es necesario que el mensaje no diga idioteces del tipo: “Prometo bajar los impuestos”, por ejemplo, porque ¿cuáles impuestos por pagar si todo el mundo está desempleado o ganando el mínimo? Ya quisiera uno poder pagar impuestos, porque eso significaría que está uno trabajando y ganando la pachocha. O barbaridades como: “Habrá más policías”. ¡Cuando la mitad del problema es precisamente ése: Que buena parte de los policías (no todos) están conchabados con los delincuentes!

 

6.- ¡Ah! Pero suponiendo que tenga usted a un genio en eso del marketing político y su imagen sea impecable y el mensaje llegue al corazón de todo aquel que lo escuche, el asunto es que sin dinero no hay manera de que todo el mundo se ponga a hacer fila para votar por uno (porque el acarreo también cuesta: Los cien pesos del voto, la torta y el Pato Pascual de tamarindo). Así que un asunto serio, muy serio, es el del dinero. Con dinero no necesariamente va a ganar usted una contienda, pero sin él, seguramente saldrá derrotado.

 

7.- A partir de que usted tiene muy claro que una de sus más caros anhelos en la vida es querer ser servidor público de elección popular -o salvar al Mundo (que es casi lo mismo)-, es preciso andar como Sandokán, aquél héroe de la literatura juvenil: Con la espada desenvainada y sableando a cuanto prójimo se le pare en frente así sea para pedirle la hora.

 

8.- Satisfechos esos requisitos indispensables, ahora sí ya puede buscar Partido; estoy seguro que a una candidata o candidato de presencia perfecta, con un discurso de manufactura impecable y con dinero suficiente para taparle la boca a cualquiera no le va a hacer el feo nadie. El resto, además del partido, como el coordinador de campaña, el equipo, la infraestructura, los jingles, la agenda, los paleros, vendrá solo.

 

9.- Debajo de esa escala, sin oportunidades de paladear el triunfo ni lamentar la derrota en condiciones adecuadas, están los abogados. En efecto, si se gana, debe uno apurarse a “vacunar” la victoria revisando todos los documentos y acontecimientos relevantes para el proceso y estar preparado para el cómputo. Si se pierde, ahí está uno, igual, revisando todos los documentos y acontecimientos relevantes para el proceso, viendo la manera de encontrar el “prietito en el arroz”. Si se gana, gana el candidato; si se pierde, perdemos los abogados.

 

10.- En efecto, de los triunfos jurídicos del 2006, pero sobre todo del 2007, nadie se acuerda; en cambio, la modesta participación de quien esto escribe en el pasado proceso interno, parece que molesta grandemente a algunos, al extremo de abrir la boca para decir y repetir lo que se ignora, exactamente igual a como hacen los monos de ventrílocuo. Seré muy breve.

 

11.- Ya bastante sufre uno con sus pérdidas y derrotas particulares como para que todavía lo calumnien. ¿Apoyé a Pablo Cuarón? Sí, lo apoyé. ¿Voté por él? Sí, voté por él. ¿Me hice cargo de la defensa jurídica-electoral? Sí, me hice cargo a medias. Concretamente, contesté quejas interpuestas en su contra y elaboré algunas quejas de carácter administrativo de naturaleza interna. ¿Nada más? Nada más.

 

12.- Quien suponga o afirme otra cosa miente o, cuando menos, se equivoca. Las columnas sin sentido, las notas escandalosas, las supuestas acusaciones penales, la presunta lista de funcionarios públicos municipales corruptos, los dimes y diretes en medios, no me afectan ni me atañen. Cualquiera que me conozca, así sea un poquito, sabe que nunca he regateado mi presencia en los medios de comunicación (hubo un tiempo en que parecía vedette y no necesariamente por mi físico, que conste). Si se debe decir algo, voy y lo digo y ya, sin tantas historias ni aspavientos.

 

13.- Por último, me gustaría decir que: “Mi plumaje cruzó ese pantano sin mancharse”, pero por muy famosa y diazmironiana que sea la frase no termina de convencerme y menos vinculada con la metáfora de la vedette. En cambio, concluyo con la tierna exclamación de inocencia de cualquier niño que se respete: “Yo no fui”.

 

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com, luvimo662003@yahoo.com

 

P.D. Eso no significa que no haya visto o no me haya percatado de hechos tristes y lamentables que sí le atañen al PAN, a los panistas y a sus dirigencias; pero ésa -diría la nana Goya- “es otra historia”.

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