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Gabriel Ruiz y la equinolalia…por Luis Villegas

A Dios gracias, esta no es una nota necrologica ni la debi empezar a escribir comenzada (o terminada) la correspondiente a la semana en curso; ahi nomas, saliendo de la sesion publica del Consejo de la Judicatura me instale detras de la computadora y me deje llevar.

A Gabriel lo conoci en la Facultad de Derecho; amigos nunca fuimos ni intimos, conocidos apenas, con algunas amistades comunes que nos permitieron la cercania propia de aquella edad y aquellos ayeres (entiendase la de unos tragos de por medio y noches locas de platicas largas, plenas de vericuetos y altibajos emocionales). !Ay, Dios mio! !Como pasan los aoos!

Donde me reencontre con Gabriel fue en el Tribunal, magistrados ambos; el, con una larga trayectoria dentro de la institucion (a la que no faltaron reconocimientos varios por su destacada labor), yo, magistrado foraneo y cargando por ese mote que me enorgullece en lo particular aunque la opinion publica haya intentado desmerecerlo en su oportunidad y pertinencia: “oxigenador” (desde entonces me siento como Chanoc, buceando en las profundidades y nadando entre tiburones aunque sin el cuchillote entre los dientes).

Como sea, a lo largo de estos aois, producto de las singular biografia de cada cual y de las circunstancias (adversas) que a ambos nos toco vivir, estrechamos lazos de amistad y reconocimiento mutuos.

El martes pasado, Gabriel dirigio sus ultimas palabras como Consejero de la Judicatura; al dia siguiente, formalmente anuncio su jubilacion y se salio de todos los grupos de chat donde estaba incluido; asi, de ese modo simple, Gabriel puso fin a una carrera de treinta aoos en el Poder Judicial.

Me alegro de haber manifestado, en su oportunidad y de forma publica lo que hoy reitero: que bueno que se va Gabriel de esa manera, sin alharacas ni aspavientos; sin esa larga y aburrida sucesion de amagos que solo busca incrementar el numero de privilegios, prebendas y canonjias que para algunos el cargo les ha significado a lo largo de los aoos o, quiza, tal vez, solo buscan que hable el caballo. Me explico.?

Se cuenta que hace muchos aoos, en un reino alejado del oriente proximo, habia un rey a quien hizo enojar uno de sus ministros; erudito, instruido en multitud de artes, su sabiduria no fue suficiente para calmar el enfado del monarca, por lo que este mando que le cortaran la cabeza a la manana siguiente. Antes de la ejecucion, mientras paseaba por los jardines, el senor escucho que su subdito lo llamaba a voces, mas por curiosidad que por otra cosa, fue a la celda donde este esperaba la ejecucion y fue entonces que escucho una insolita peticion. El antiguo burocrata le pidio clemencia y, a cambio, prometio que en un aoo justo a partir de esa fecha, el haria que el caballo favorito del soberano pudiera hablar. Mas divertido que azorado y lleno de curiosidad, el rey accedio a la extrana peticion y ordeno que fuera excarcelado. Pasadas algunas horas, un antiguo companero del exfuncionario, llamo su atencion preguntandole si se habia vuelo loco; si sus largos aoos de estudio le habia derretido el cerebro o alguna enfermedad mental lo habia hecho su presa; era imposible que el equino pudiera hablar y menos dentro del plazo de un aoo; el caballerango se detuvo y sin meditar su respuesta y respondio: mira, a estas horas yo deberia estar muerto; con mi oferta gane 365 dias para mi causa, en el transcurso de los cuales nuestro amo puede morir, me puede perdonar, su hijo el principe puede interceder por mi, el regimen puede ser derrocado o, incluso, el caballo aprende a hablar; es cosa de esperar y ver que pasa, en su momento ya veremos.

Asi muchos. Hace hasta lo imposible por continuar en el candelero a ver que pasa. Ofrecen o piden dadivas que les compensen de su perdida de influencia; urgidos, necesitados de respirar, poquito mas, ese hilito de poder tan necesario para su disminuida presencia y su escasa honra. Con excusas y pretextos postergan su adios, aferrados a un cabito de autoridad que les brindo el ejercicio de la judicatura.

Gabriel se retiro con entereza, pulcritud y bonhomia. El modo en que se despidio da cuenta de la necesaria integridad que debe honrar el quehacer jurisdiccional; se va sin lastres, sin remilgos y con su actuar brinda ejemplo de integridad; no se atuvo a palabreria inutil ni a posturas equivocas; sin fisuras ni requiebros morales que, eventualmente, habran empanado una trayectoria limpia.

Como sea, gracias Gabriel por el ejemplo, tan necesario en esta hora; porque hasta para decir adios con dignidad hay que tener presencia y tamanos. Aqui seguimos hasta que la vida nos vuelva a juntar.

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Luis Villegas Montes.

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