García Luna, el capo de un narcogobierno…por Olga Aragón
El gobierno de la 4T será capaz de aprehender y someter a juicio a los expresidentes Fox, Calderón y Peña Nieto si las investigaciones en el proceso de Genaro García Luna constatan vínculos criminales con el Cártel de S
Olga Aragón
El ruido de los grilletes de un lastimero Genaro García Luna, que camina encorvado y cabizbajo hacia el banquillo de los acusados en la Corte de Nueva York, resuena y enciende alarmas en México; tiemblan a cada paso del inculpado, ellos, los que saben que el otrora poderoso secretario de seguridad pública del gobierno calderonista, en su caída puede arrastrarlos consigo a la cárcel.
Tienen razón en estar nerviosos. García Luna no se mandaba solo.
El omnipotente “súper policía” de los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, ha sido acusado de cuatro delitos graves por el Gran Jurado de La Corte de Brooklyn: tres cargos de conspiración para traficar cocaína desde enero de 2001 a la actualidad, y uno por declaraciones fraudulentas.
Son crímenes que se castigan en Estados Unidos con sentencia de diez años de cárcel a cadena perpetua.
García Luna, a sus 51 años, está acusado de aceptar millones de dólares en sobornos del Cártel de Sinaloa, de 2001 a 2012, mientras controlaba la Policía Federal y era responsable de garantizar la seguridad pública en México
El fiscal Richard P. Donohue afirma que, a cambio de pagar sobornos al ex secretario de Seguridad Pública, el Cártel de Sinaloa obtuvo vías seguras para el tráfico de drogas. Y no sólo eso. También obtuvo información confidencial de las fuerzas del orden respecto a investigaciones sobre el cártel e información sobre cárteles rivales de narcotraficantes, facilitando así el trasiego internacional de cientos de toneladas de cocaína y otras drogas.
El estratega y operador de la sangrienta guerra de Calderón contra el narcotráfico –que dejó un saldo terrorífico de más de 200 mil muertos y 40 mil personas desaparecidas– en diez años amasó una fortuna imposible de justificar con sus ingresos de funcionario. El Cártel de Sinaloa, en el mismo tiempo, creció hasta convertirse en lo que ahora es: la organización criminal más grande en la historia de la humanidad, con presencia en más de la mitad de los países del mundo.
El Cártel de Sinaloa, con su máximo capo Ismael El Mayo Zambada desde hace 50 años, mueve anualmente 280 toneladas de cocaína y distribuye esa droga al mayoreo. Acumula una riqueza inmensa, porque en Colombia un kilo de cocaína cuesta 3 mil dólares, ya en México vale 13 mil, puesto en California sube a 24 mil y en Nueva York a 35 mil, en Rusia y China a 200 mil y en Australia hasta 300 mil dólares, ejemplifica la periodista Anabel Hernández en su libro “El Traidor”,
La magnitud de esta producción, trasiego y distribución de droga en el mundo, especialmente en Estados Unidos, es imposible si la complicidad de una enorme red de funcionarios corruptos en todos los países donde tiene presencia el Cártel de El Mayo.
El fortalecimiento de este cártel, fue resultado de un pacto entre México y Estados Unidos. La autora de “Los señores del narco” y de “El Traidor”, en ambas obras documenta y presenta testimonios de los pactos que hicieron no sólo las autoridades de seguridad mexicana encabezadas por Genaro Luna, sino también las autoridades estadunidenses, con pactos que permitieron a los capos del Cártel de Sinaloa contar con agentes federales de ambos países para eliminar a sus rivales y gozar de su protección para traficar grandes tonelajes de droga en rutas seguras.
En Chihuahua, los ciudadanos comunes percibieron nítidamente que la “guerra” contra el narcotráfico, dejó muertos sólo de los bandos contrarios al Cártel del Chapo Guzmán.
“Aquí nomás caen los de este lado”, decían los chihuahuense ante el regadero de cadáveres.
Ciudad Juárez fue el más cruento campo de batalla de la guerra de Calderón, durante su sexenio fueron asesinadas 10 mil 672 personas en esta frontera. En la feroz guerra del Cártel de Sinaloa por arrebatarle la plaza al cártel local de Vicente Carrillo Fuentes, la ciudad se convirtió en la más letal del mundo.
Edgardo Buscaglia, académico investigador senior en Derecho y Economía en la Universidad de Columbia, quien ha brindado asesoría a las unidades antimafia de 118 países, dijo que los resultados de una investigación entregados a Felipe Calderón en 2018, revelaron de manera contundente que en la guerra contra el narcotráfico, se estaba favoreciendo al Cártel de Sinaloa: de 52 mil ejecuciones de presuntos integrantes de crimen organizado, menos del 2% correspondían al Cártel del Chapo Guzmán.
“Claramente se lo dijimos al presidente Calderón: desde el gobierno se está favoreciendo al Cártel de Sinaloa”, recordó Buscaglia que incluso pidieron al presidente la detitución de García Luna.
Las denuncias presentadas a Calderón, advirtiéndole que su secretario de Seguridad Pública estaba vinculado a cárteles de la droga, terminaron en cárcel y otras formas de represión contra los denunciantes.
EN EL MISMO BANQUILLO
Conteniendo las lágrimas, esposado y arrastrando los grilletes en cada paso, García Luna acudió el viernes 3 de enero ante la Corte de Nueva York, a declararse “No culpable” de los cargos que se imputan.
Escalofriante, sin duda, habrá sido para el estratega y operador de la guerra de Calderón contra el narcotráfico, sentarse en el mismo banquillo donde estuvo Joaquín “El Chapo” Guzmán, ahí en la Corte Federal de Brooklyn, cuando hace medio año el juez Brian M. Cogan condenó a cadena perpetua y 30 años adicionales de cárcel al ex capo del Cártel de Sinaloa.
El juez Cogan también presidirá el juicio del exsecretario de seguridad pública.
“No culpable”. Igual se declaró el Chapo Guzmán tres años antes. Pero en febrero de 2019 el tribunal emitió su veredicto de culpabilidad por los diez cargos de narcotráfico, lavado de dinero y posesión de armas de fuergo de que fue acusado. Luego, en julio del mismo año el juez Cogan condenó al ex capo del Cártel de Sinaloa a una pena peor que la muerte: cárcel a perpetuidad. El Chapo se pudre en vida en la prisión de máxima seguridad ADX Florence, Colorado, en Estados Unidos, donde los reos permanecen en sus celdas en absoluto aislamiento, sin contacto con los custodios ni con otros reclusos.
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