Historia de traición y corrupción…por Aída María Holguín
En busca de algo interesante para ver en televisión en estos días de asueto -que a no pocas personas inducen a la reflexión-, encontré un documental del Discovery Channel titulado “Quién traicionó a Jesús”. Este documental tiene una duración de casi dos 2 horas, mismas es las que poco a poco se van revelando detalles -hasta hace pocos años desconocidos- sobre la traición a Jesús.
En esta producción del Discovery Channel participan investigadores e historiadores especializados en el tema, quienes apoyados en recreaciones audiovisuales de la vida de Jesús -desde su entrada a Jerusalén el Domingo de Ramos hasta el momento de su crucifixión-, siguen la pista de cada uno de los sospechosos para determinar quién sería el mayor beneficiado con la muerte de Jesús.
Hago referencia a este recomendable documental porque justo al terminar de verlo, comencé a meditar respecto a los actos de traición y corrupción- que históricamente han contribuido al deterioro de la humanidad y de los pueblos.
La traición -como una práctica de la humanidad- quedó grabada en la historia de la conocida traición de Judas en contra de Jesús; y aunque el documental cuestiona si realmente fue Judas, o fue alguno de los otros apóstoles, uno de sus seguidores, o los Fariseos; en cualquiera de los casos hubo un soborno por parte de alguien que no deseaba que Jesús y sus seguidores se hicieran más populares, porque esto representaba la pérdida paulatina del territorio y del poder.
Se dice que las prácticas de traición son parte de la naturaleza humana; sin embargo, practicarla -o no- depende de los principios, valores, formación y educación de cada persona, sin olvidar que parte importante de caer -o no- en estas prácticas desleales, es decisión de cada individuo.
México no ha sido la excepción en este tipo de prácticas desleales, y conforme pasa el tiempo, cada vez son más las personas que traicionan a la patria; ya sea en lo individual o en lo colectivo; desde el ámbito privado o incluso desde el servicio público y los cargos de representación popular. Éstos últimos, traicionan por duplicado: a la patria y a sus representados.
La traición en este caso nos ocupa, es mediante eso que todos conocemos como corrupción. Corrupción que se conforma con los que sobornan y los que son sobornados, ya sea con dinero, con bienes, con favores, por temor, o simplemente por tibieza; el caso es que cualquiera que permita actos de corrupción, ya sea de pensamiento, obra u omisión es un traidor a la patria y al pueblo.
En nuestro país la corrupción es una práctica tan común que -tristemente- ya no sorprende, y que cada día va en aumento; pero lo peor del caso, es que se le considera como algo normal; como algo que en todos lados pasa y no tiene la menor importancia.
Si queremos seguir siendo un país de traiciones y corrupción, entonces sigamos aceptando y ofreciendo la “mordida”, o quedémonos callados y no denunciemos lo que pasa; pero si queremos hacer la diferencia y comenzar a ver un verdadero cambiar en nuestro país, entonces ejerzamos nuestra libertad de expresión, cumplamos con nuestro deber ciudadano y denunciemos la corrupción que se practica en nuestro trabajo, en nuestra ciudad, en nuestro estado y en nuestro país.
Seguir buscando culpables es cosa fácil, pero no es la solución. La traición y la corrupción comienzan, se expanden y/o terminan con uno mismo; la corrupción la alimentamos los ciudadanos cuando participamos o permanecemos en la indiferencia ante los actos ilícitos.
México necesita más mexicanos patriotas y menos gente corrupta o traidora. El día que todos podamos decir: yo participo en ningún acto de corrupción, yo no traiciono a mis paisanos, yo no traiciono a quien confía en mí, yo no traiciono a mi patria, y yo denuncio a quien sí lo hace; entonces, ese día empezaremos a ver al México próspero y pacífico que todos anhelamos.
No hay que olvidar que México no son los gobernantes o los partidos políticos; México es lo que sus ciudadanos hacen de él a través de sus acciones, entonces, lo que queramos que sea México, hagámoslo en nuestra persona, con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestra ciudad y con nuestro Estado.
Finalizo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por Emiliano Zapata: “Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno, están traicionando a hermanos.”
Aída María Holguín Baeza
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