Historias de hospital: el misterio de la vesícula…por Aída María Holguín
Imagine usted, estimado lector, que estando en el hospital le preguntan por enésima vez (porque al parecer no existe un registro eficiente o un sistema de consulta) su historia clínica y sus respuestas no incluyen (porque no es el caso) que tuvo problemas con la vesícula o que en algún momento se la tuvieron que quitar. Entonces le preguntan: ¿y cuándo le quitaron la vesícula?
Bueno, pues eso le acaba de suceder a mi madre en el ISSSTE, específicamente en el Hospital General “Lázaro Cárdenas”.
Por el historial clínico reciente de mi mamá, supusimos (la familia) que sus problemas cardiacos le causaron -otra vez- un malestar que nos obligó a trasladarla (la noche del 2 de mayo) al servicio de urgencias. Luego de estar casi 12 horas en observación (sin que ningún cardiólogo tuviera contacto personal con ella), decidieron internarla para realizarle algunos estudios.
El 4 de mayo a medio día, la médica tratante nos informó (atenta y profesionalmente) que el malestar de mi madre se debía a la angina de pecho; sin embargo, era necesario hacerle otros estudios para descartar otros problemas, añadiendo que los estudios podían hacerse por medicina externa (para no dejarla internada). Luego de su amable explicación, dijo que le dejaría al cardiólogo (luego de valorar su estado) la decisión de darla de alta -o no-.
Fue ese mismo día por la tarde cuando, por enésima vez, otro médico le preguntó a mi mamá su historia clínica. A duras penas mi madre respondió y, como ya se dijo, el asunto de la vesícula no fue mencionado (porque no había razón para hacerlo). Entonces surgió un singular diálogo:
– Médico: ¿Y cuándo le quitaron la vesícula?
– Mamá: No me la han quitado.
– Médico: Pues no la encontramos.
Ante tal situación, el médico dijo que ese mismo día solicitaría (a un especialista en la materia) una interpretación exhaustiva de la sonografía. En ese momento intuimos que, aún y cuando (favorecidos por un milagro) un cardiólogo hiciera acto de presencia, no iba a haber modo de salir del ISSSTE antes de que concluyera el puente. Total que se nos atravesó el puente y no tuvimos ninguna noticia (salvo que habían detectado una inflamación en el páncreas, que luego -el lunes- negaron haberlo dicho).
Si bien es cierto que el misterio de la vesícula sirvió para para aligerar el malestar emocional que suele provocar (en los pacientes y sus familiares) el internamiento hospitalario; es decir, que fue motivo de bromas que incluso publiqué en Facebook y de las cuales fueron partícipes algunos de mis contactos (por ejemplo, “recompensa a quien dé información del paradero de la vesícula”), también es cierto que asumimos que se trataba de algo grave puesto que, en caso de que durante alguna cirugía (atando cabos, sospechamos del momento exacto en que pudo haber sucedido) le hayan extirpado la vesícula a mi mamá, tenían la obligación de habernos notificado.
Fue hasta el lunes que apareció un cardiólogo y, por el “poder de la vista”, dijo que mi mamá estaba bien y decidieron darla de alta, no sin antes informarnos (porque preguntamos, no por propia voluntad) que ya está confirmado que mi mamá no tiene vesícula. Entonces surgió otro singular diálogo:
– Mamá: ¿Pero por qué no me lo dijeron en su momento?
– Médico: A lo mejor sí le dijeron pero se le olvidó.
– Mamá: ¡Cómo se me va a olvidar que me quitaron la vesícula…!
Aunque el misterio de la vesícula “ya está resuelto”, ahora empieza el viacrucis para saber cuál fue el motivo para extirpar la vesícula, pero sobre todo, por qué no se nos informó.
Finalizo en esta ocasión con lo dicho alguna vez por el escritor, historiador y filósofo francés, Voltaire: “La parte más filosófica de las historias, es hacer conocer las tonterías cometidas por los hombres.”
Aída María Holguín Baeza
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