Homus Deus: Canto de desesperanza y olvido…por Luis Villegas
HOMO DEUS: CANTO DE DESESPERANZA Y OLVIDO.
Concluí, no sin cierta desazón, un ensayo cuyo título previo generó en mí sentimientos encontrados.
Me explico: en alguna ocasión escribí con cierto beneplácito de Noah Harari y su best seller: “De animales a dioses”.1 En ese texto, comenté, el autor despeja, o por lo menos lo intenta, una serie de preguntas acuciantes para una porción de la humanidad: ¿cómo logró nuestra especie imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros recolectores se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses, en naciones o en los derechos humanos; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? ¿Cómo acabamos sometidos a la burocracia, a los horarios y al consumismo?
“Homo Deus”2 es una vuelta de tuerca respecto de la obra previa; más de lo mismo aunque su autor arribe a lo que, para mí, constituyen conclusiones más que desalentadoras.
Quizá el deslumbramiento que Noah Harari produce en el ánimo del lector sea lo que en primera instancia parece un planteamiento muy serio basado en multitud de avances científicos, envuelto en una prosa amena, que atrapan la atención. No obstante, una reflexión de fondo no puede sino arribar a una desmoralizadora conclusión. Bien leído, Harari no propone nada, se limita a describir el futuro de la raza humana sobre la base de nuestra miseria actual. Los seres humanos que Harari vislumbra de aquí a un par de décadas o en media centuria, somos los mismos pobres mortales que poblamos actualmente el mundo; y ni siquiera lo hace a título de aviso o advertencia pues se limita a desarrollar, hasta sus últimos extremos, nuestra mezquindad, nuestro egoísmo y nuestra estupidez.
No nos hace falta este autor para saber qué o quiénes somos; de sobra lo sabemos (o deberíamos saberlo); existen multitud de textos —y lo que es peor, de evidencia—, que sumariamente nos refleja en nuestra monstruosa condición cotidiana.
Es más, quizá mejor que cualquier otro libro reciente, “Homo Deus” es una loa a la desdicha que nos cerca por todos lados como consecuencia directa de nuestro alocado proceder; y no sólo eso, sino que esa descripción “realista”, basada en “hechos”, legitima la desigualdad, la guerra, el hambre, la enfermedad y la muerte, pues niega de facto la posibilidad de combatirlas con los recursos actuales. “Homo Deus” claudica a la posibilidad de un mundo mejor sobre la base de nuestro propio esfuerzo y el destino que refleja es el de estos que somos en nuestra desquiciada crueldad.
Incluso autores como Schopenhauer, quien nadie dudaría en afirmar que se adoba en el pesimismo más descorazonador, tiene claro que la condición humana se puede salvar a través del acto de amar y busca una salida por teórica que pueda parecernos: “el amor puro (aγαπε, caritas) es por naturaleza compasión […] frente a Kant diremos: el mero concepto es tan estéril para la auténtica virtud como para el auténtico arte: todo amor verdadero y puro es compasión, y todo amor que no sea compasión es egoísmo”.3
Quien no entiende el regocijo de un abrazo —o peor aún, trata de explicarlo— está muerto. Es estúpido; y sí, podrá elaborar alambicadas teorías para intentar comprender el cosmos, pero se estará engañando porque toda su búsqueda lo llevarán a un callejón sin fondo; eso ocurre con “Homo Deus”; una obra de segunda, aunque muy bien escrita.
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