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Importancia de la lectura en la formación de líderes (II de II partes)…por Luis Villegas

Merced al hábito de la lectura conocemos personas (incluso ya muertas) o visitamos sitios… inexistentes. Leer nos acerca a personajes, situaciones, lugares y costumbres lejanas en el tiempo y en el espacio. Yo he estado en el Egipto de los faraones; la Roma de los césares; la Grecia de Aquiles, de Platón, de Pericles; el Japón de los samuráis; la España prometedora de los Reyes Católicos y la oscura península del Generalísimo; la Francia medieval; la Italia renacentista; la Inglaterra de la Reina Victoria; la China de Mao; o la Alemania devastada de Hitler; he surcado océanos y cruzado desiertos; he cabalgado al lado de Napoleón, de Pancho Villa, de Gengis Kan, de Alejandro Magno, de beduinos -a lomo de camellos- o de apaches, montados a pelo, en veloces mustangos; y he atravesado toda Asia, de ida y vuelta, al lado de Marco Polo, y

Al estimular las emociones, al agitar los sentimientos, al avivar la imaginación, la lectura detona la sensibilidad artística del individuo y da cause a su creatividad.

Con la lectura se ríe, se llora, se sufre, se padece, se goza, se ama y, a veces, se odia. La lectura nos puede entretener, distraer, divertir, solazar, pero siempre -siempre- nos transforma.

Hace unos días, al entrar a un café, me encontré con un conocido que al ver mi libro bajo el brazo comentó: ‘¡Ah! ¿sabiduría de sobaco?’. Y le respondí: ‘No. Es solo que siempre, a donde voy, infaltablemente, como diría Germán Dehesa: Le salgo al paso a la vida con un libro en la mano’. Y es verdad. Carguen ustedes su libro a donde quiera que vayan. Y si van a hacer una fila, si van a esperar a alguien o algo, si van a hacer un pequeño viaje, si no tienen nada más qué hacer, si están en la parada del camión, en la antesala de cualquier evento, ya en el lecho sin poderse dormir, vamos, si están en el baño: Lean, lean, lean.

Y sí, sé que los libros están muy caros, pero las ediciones de los clásicos son muy baratas -en muchas librerías no pasan de 25 o 30 pesos-; en tanto que las librerías de segunda, nos ofrecen ejemplares de ediciones recientes que no son nuevos, a precios muy económicos. Yo acabo de gastar 350 pesos en 12 libros; en promedio, menos de 30 pesos cada uno.

No obstante, yendo un poco más allá, siendo más pragmáticos, ¿para qué nos sirve la lectura? O mejor dicho: ¿Cómo o por qué la lectura incide en la formación de líderes? -Ese es nuestro tema, no lo olvidemos-. Muy simple, al desarrollar las habilidades anteriores, al alentar la reflexión; al mejorar la memoria; al agudizar la capacidad de observación y análisis; al ampliar nuestro vocabulario; al organizar de mejor manera ideas, conceptos, pensamientos, sensaciones, creencias o sentimientos -y al facilitar la transmisión de todos ellos en forma escrita u oral-; al fortalecer nuestra capacidad de concentración; al desarrollar nuestra agilidad mental; al propiciar el pensamiento lógico; al agitar emociones y sentimientos, al avivar la imaginación; al detonar nuestra sensibilidad; al desarrollar nuestro sentido estético; el individuo conoce, reconoce, aprecia y valora mejor su entorno.

Ese bagaje le permite ponerse a la vanguardia del resto de los individuos; deja de formar parte de la masa anónima de personas y no solo está en aptitud de ser guía, para dirigir; sino más importante aún, está en aptitud de ser faro para alumbrar.

Nadie pone en tela de juicio que la invención de Gutenberg, la imprenta, constituyó una auténtica revolución. Una revolución que se libró sin armas, no hubo espadas ni escopetas; una revolución cultural cuya única herramienta fue la palabra, la palabra escrita. Por sí misma, la imprenta transformó el mundo de su época y, por ende, también el nuestro; que no sería -para lo bueno y para lo malo- lo que es hoy en día. ¿Cuál no será la fuerza de la palabra escrita, que existen libros -sí libros, ese puñado de páginas entintadas- que han servido de palanca y movido al mundo?

Retomando nuestro asunto, el liderazgo, tenemos que este entraña la habilidad -y la capacidad- de poder comunicar una visión y propósito a las demás personas, para que se los apropien y actúen en consecuencia. Si no entendemos el Mundo, si ni siquiera somos capaces de entendernos a nosotros mismos, difícilmente vamos a poder hacer partícipes a otros de cualquier visión o propósito. La lectura nos brinda herramientas fundamentales no solo para conocer -y entender la compleja realidad que nos circunda- sino además, para comunicar y compartir a los otros nuestras inquietudes, intensiones, proyectos, etc.

A propósito de esto, Carlos Monsiváis sentenciaba: ‘La lectura despierta el espíritu crítico de la gente’. Quien solo mira la televisión, las noticias por ejemplo, cree saber, pero no entiende; asimila imágenes y sonidos, sin procesarlos, sin digerirlos, es decir, sin comprenderlos; pero lo peor, adquiere un conocimiento ajeno a través de la lente y la óptica de otro u otros. Leer, despierta nuestro espíritu crítico, pues inseparable del acto de leer, son la reflexión y el análisis y, en consecuencia, la toma de partido con razón de causa.

Quien lee está mejor preparado para entender y enfrentar al Mundo y, por eso mismo, para ser portavoz, dirigente, representante o, ¿por qué no?, el paladín que la justicia, la bondad, la verdad o el amor necesitan.

Termino con unas palabras de Mario Benedetti: ‘Quiero quedarme en medio de los libros […] me siento cómodo entre tantas hojas / con adverbios que son revelaciones / sílabas que me piden un socorro / adjetivos que parecen juguetes / quiero quedarme en medio de los libros / en ellos he aprendido a dar mis pasos / a convivir con mañas y soplidos vitales / a comprender lo que crearon otros / y a ser por fin / este poco que soy’.

Les adjunto a la presente dos breves listados de libros y autores; los que sería pertinente que leyeran en algún momento de sus vidas; y aquellos otros que no pueden dejar de leer para reír y, tal vez, llorar un poco”.

Luis Villegas Montes.    luvimo6608@gmail.com, luvimo66_@hotmail.com

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