Javier…por Luis Villegas Montes
Javier:
Perdón, pero creo que entre usted y yo las cortesías salen sobrando; y la relación de años entre ambos, me permiten llamarlo por su nombre de pila sin faltarle al respeto, sin eufemismos ni hipocresías. Prosigo.
Una carta, Javier, puede albergar multitud de propósitos o razones; puede ser hecha para enterar, para compartir, para persuadir e inclusive para seducir; siempre, pues, hay una intención detrás de una misiva.
Porque lo conozco, sé que no hay manera de convencerlo a Usted de nada, no hay argumento ni bueno ni malo. Usted, como Gabino Barrera, no entiende razones; con la diferencia, en favor de don Gabino, que él era así andando en la borrachera y Usted ni en su juicio entiende.
Por otro lado, estas líneas tampoco se pueden leer como un mensaje velado del tipo: “te lo digo Juan para que lo entiendas Pedro”, dirigido a quienes en su círculo íntimo, o en su gabinete, se hacen eco de sus despropósitos y ocurrencias. ¿Para qué? En ese nido de víboras, y cobayas, no hay uno solo con la decencia o el valor suficientes para hacerlo desistir a Usted de llevar a cabo, hasta sus últimas consecuencias, las barbaridades que su arrebato le dictan. Definitivamente no.
Por eso, no es la ingenuidad la que alienta mis palabras, sabedor de que, allá, en ese lado del centro de la ciudad, no hay nadie, absolutamente nadie, susceptible de ser persuadido de algo.
Por este medio me limito, entonces, a dos cosas: advertirle y darle consejo.
Públicamente le advierto que, de continuar como hasta ahora, será Usted el único y directo responsable de este estropicio, de este lodazal y de este sainete tragicómico en que ha convertido la política, la administración pública y la procuración de justicia en el Estado de Chihuahua. Las buenas formas en el decir, de que hizo Usted alarde en el pasado lejano, contrastan de manera terrible con su proceder de hogaño: equívoco, torpe, desaseado, ilícito incluso.
¡Cómo serán las cosas Javier! De todo aquello que se ufanó en acusar a Duarte, ahora Usted es reo (o casi) de similares faltas. Mientras ilegalmente hacía Usted partícipe a un tercero, Marko Cortés Mendoza, de información privilegiada —y a diestra y siniestra repartía culpas y acusaba a distintas personas (sin evidencia), de hechos graves— y especulaba cínicamente con que “se dirá que todo lo hemos planeado para que coincida con el tiempo de las elecciones”, la justicia federal se preparaba para propinarle un soplamocos memorable por hocicón.[1]
Mientras hablaba de “investigaciones serias y profesionales”, esbirros a su cargo manipulaban y fabricaba pruebas; y mientras se le llenaba la boca —o mejor dicho, se le hinchaba la pluma— de palabras huecas destinadas a oídos sordos, sus secuaces se afanaban en pergeñar una justicia a su medida (y eso que hace apenas cuatro años se quejaba Usted de una justicia “a modo”).[2] Ahora, tiene fiscales y ministerios públicos (y hasta una piedra preciosa, valiosa de verdad) para sacar adelante sus proyectos espurios.
Mientras dictaba, o escribía: “la corrupción dejó en bancarrota a Chihuahua”, un periódico nacional, El Financiero (para que luego no diga que se trata de prensa local “vendida” o de sus adversarios políticos), calificaba su supuesta lucha profederalista como “una medida desesperada para solventar una deuda pública que en los últimos dos años ha crecido en alrededor de 40 por ciento”.[3] Crecimiento exorbitante de una deuda de la cual, Javier, la ciudadanía no percibe un solo beneficio ni sabe en qué, porqué o para qué se gastó ese dineral; pues —y Usted debe saberlo mejor que nadie (paladín de la libertad de expresión como se precia de serlo)—, Usted continúa dentro del grupo de los gobernadores peor evaluados a nivel nacional.[4]
De esa carta infame, llena de vilezas, de infundios y de los excesos retóricos que le caracterizan, Javier, rescato una sola idea: “la traición de muchos a ese ideal es lo que ha derrotado moralmente a nuestra institución”; en efecto Javier, tristemente así es. El PAN en Chihuahua, a cargo suyo por conducto de ignorantes, incompetentes, traidores y lambiscones, está derrotado; está postrado y de rodillas.
Va el consejo: no estorbe, Javier, deje espacio a quienes en el PAN (en el PAN libre, el PAN vivo, el PAN que todavía, pese a sus esfuerzos infames no ha logrado esclavizar, y que por cierto son la inmensa mayoría) pueden vencer y prosperar por encima de las amenazas que se avizoran en el futuro inmediato. Ni uno solo de los hombres, y mujeres, que lo rodean —inertes, como las cabezas que penden de las lanzas de los jíbaros en el Amazonas— es capaz de emprender esta cruzada pues la cobardía y la torpeza constantes cobran su precio. Deje libres a sus demonios, Javier, deje de guerrear contra una oposición panista que solo existe en una cabeza reducida y enferma; calle y vea cómo se triunfa en la adversidad sin autoengaños, cómo se gana el respeto de la gente con trabajo, cómo se genera confianza ciudadana sin mesianismos y cómo se alcanza una victoria electoral en forma sin ser producto de las circunstancias.
Ya hizo lo suyo, Javier; ahora, como le gustaba decir a don Manuel Gómez Morin: deje a los demás que sigan continuando.
Con respeto a su investidura, atentamente:
Luis Villegas Montes.
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