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Juego perfecto…por Luis Villegas Montes

A Carlos Reyes, por su gallardía.  **********

 1.- Yo no estuve ahí; básicamente porque no había nacido. Pero me imagino, sólo me imagino, que así han de haber sido las cosas la víspera del 16 de septiembre de 1810, luego de la invasión yanqui en 1842 o en las postrimerías de 1910: Uno va por ahí, por la vida, tan campante, como si hubiera la garantía de que existe un mañana para hacer realidad nuestros sueños más disparatados. De pronto, escucha uno una voz que sale de un altoparlante, lee un titular o simplemente alguien lo llama y a gritos se lo cuenta y ya está: Va usted y se alista. Va y se engancha ofertando su vida a cambio de una esperanza pequeña y enfermiza -capaz de todos los temblores posibles- y sin embargo, algo muy cercano a la felicidad le calienta el pecho mejor que el Vick Vaporub de la infancia remota.

 2.- Ese fervor, esa agitación, son idénticos, creo, a los de un montón de calzonudos armados de manera precaria un lejano 4 de mayo de 1862, por ejemplo, allá en Puebla. Yo me imagino al General don Ignacio Zaragoza gritando a voz en cuello: “Denme una ‘B’, denme una ‘E’, denme una ‘N’, denme una ‘I’, denme una ‘T’, denme una ‘O’, ¿qué dice? ¡No se oye! ¡Más fuerte! ¡Tres veces!”; para luego irle a partir su mandarina en gajos -a riesgo de la propia vida- al primer francés que se parara en frente.

 3.- Esa militancia no tiene precio. Para ese grado de compromiso, de disposición, de entrega, las palabras salen sobrando y no hacen falta, así que pueden perfectamente quedarse atoradas en la garganta, hechas nudo. Dicen que alguien, alguna vez, frente a la Madre Teresa de Calcuta en el trance de cuidar de un leproso le comentó: “Yo no haría eso ni por un millón de dólares”; a lo que la religiosa respondió: “Yo tampoco”. Si es cierta o no la anécdota es irrelevante; capta de manera suscita la esencia de esa particular capacidad de entrega de algunas personas a causas o fines superiores, aparentemente ajenos, movidos por un impulso que no se ve ni es posible palpar y sin embargo, es más fuerte que el acero.

 4.- En este punto recuerdo el filme “Un Juego Perfecto”. La película narra la historia real de un desarrapado grupo de muchachitos decididos a jugar béisbol. La trama gira en torno a los avatares que llevaron al triunfo al equipo de los Industriales de Monterey sobre sus rivales de La Mesa -cuatro carreras a cero-, durante la Serie Mundial Infantil en 1957, por un lado; y por otro, a que es la única ocasión en que se ha jugado un “juego perfecto” (ningún miembro del equipo rival tocó siquiera la primera base) en ese torneo.

 5.- Con el auxilio de su entrenador y del párroco del lugar, los niños van y juegan en los Estados Unidos con rotundo éxito. La cinta se desenvuelve en varios planos, se ocupa de distintas historias y sin embargo, el tema central no es el ¿Rey de los Deportes? o la segregación racial. El tema principal es otro: El amor. El amor romántico, el amor filial, el amor fraternal, el amor a México, el amor a un deporte, el amor a la vida, el amor como fuente de inspiración, coraje y determinación. Si no tiene nada mejor que hacer ¡vaya al cine! No importa que la crítica -¡otra vez!- le haya dado apenas dos míseras estrellitas pudiéndole haber dado 3 o 4 y, ya puestos, hasta 5 o 6.

 6.- Yo afirmo que si ese año de 1957 nos lo hubiéramos propuesto, tal vez habríamos podido invadir los Estados Unidos y recobrar Texas, Nuevo México y California, con ese pequeño equipo de beis como avanzada, poniéndonos el ejemplo. De haberlo hecho, para ir a Disneylandia, no necesitaríamos ahora de pasaporte, visa ni poner cara de menso en la línea fronteriza con la esperanza vaga de que no lo vayan a confundir a uno con un narcotraficante en ciernes o un terrorista en potencia (en esas ocasiones el gusto de viajar con la familia tiene su lado práctico: “Güi ar a famili. Da papá, da mamá and tuo pollitos” -dice uno y, por lo general, lo dejan pasar-).

 7.- Todo este rodeo, para decir que el pasado domingo, el júbilo tocó a mis puertas con singular estridencia. Los resultados de las internas panistas son alentadores (no voy a referirme a los “prietitos en el arroz” -eso merece mención aparte-); por esta vez, dejaré que el gozo me dicte las líneas finales.

 8.- El domingo por la noche, el grito atronador: “¡Toño!”, “¡Toño!”, “¡Toño!”, cimbró las instalaciones del Comité Directivo Municipal. Toño López había resultado triunfador de la contienda interna a la Alcaldía chihuahuense. El aullido, el grito atávico, el rugido, vistieron los ropajes civilizadores del “entusiasmo desbordante” y, con las caras rojas, los vellos de la nuca erizados y la “carne de gallina” una especie de escalofrío recorría las espinas dorsales de la multitud encerrada entre esos cuatro muros que le daba la bienvenida a esa victoria como la antesala del triunfo sobre nuestros adversarios el próximo mes de julio.

 9.- En el pasado, sin excepciones, los triunfos panistas han sido precedidos por un auténtico espíritu de unidad; en ninguna de los candidatos -ni a la Gubernatura, a las presidencias municipales, a las sindicaturas o a las diputaciones locales- se advierten síntomas de una ruptura. Sería absurdo que cualquiera de los aspirantes, cualquiera, por lealtades malentendidas, revanchismos estériles o pactos inconfesables, afectara la campaña de alguno del resto de los contendientes: Sería suicida. Todos se necesitan más que nunca. Es una exigencia imprescindible que, unas a otras, las campañas se apoyen entre sí y se complementen como una sola y gigantesca Cruzada.

 10.- Ese espíritu no es una entelequia. Existe y es tan real como los afiches, bardas o mítines y quizá más efectivo. Ese espíritu es contagioso; se irradia y se propaga en ondas que llegan hasta la última morada, del último barrio, de la última colonia, y persuaden al señor o a la señora de la casa para que cruce “PAN” en la boleta. Ésa es la forma en que el Partido gana las externas: Con votos que no necesitan de camiones para moverse, de cámaras de celular para constatarse, de amenazas para evidenciarse ni de monedas para captarse. Es un voto limpio que no se compra ni se vende y se muestra tal cual: Espontáneo, genuino, libre, optimista. Para decirlo en la atinada expresión de don Manuel Gómez Morin, las campañas exitosas del PAN “mueven las almas”. Pues bien, el domingo por la noche se sentía el fragor y el estrépito propios del día anterior a la batalla. En esa fecha nos enrolamos, desde la trinchera elegida al efecto -que cada cual le ponga nombre-, en esta lucha sin cuartel por recobrar Chihuahua; lo cierto es que estamos listos, verdaderamente listos, para ir por todo el próximo 4 de julio.

 11.- No los menciono por sus nombres a todos pues rebasan, por mucho, el breve espacio de estos párrafos; empero, sé a cabalidad que los candidatos como Pancho Jurado, en Parral; Arturo Zubía, en Camargo; o Ismael Pérez, en Meoqui, harán lo propio. No por nada, como lo dijo Toño López esa noche: La lucha no la hemos emprendido para derrotar a los otros partidos (montoneros y sacatones) ni -menos aún- para enfrentarnos entre hermanos, “vamos contra la delincuencia, la pobreza y el desempleo”; y en ello, como se comprometió mi compadre César Jáuregui en Juárez días atrás: “Vamos a dejar el alma y el corazón”. Ése será, a no dudarlo, nuestro “Juego Perfecto”.

 Luis Villegas Montes. luvimo6608@gmail.com

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