Jugando a matar…por Aída María Holguín
La Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, establece -en su Artículo 31, numeral 1- el derecho que los niños tienen al juego y a las actividades recreativas.
De acuerdo a los expertos en la materia, el juego es lo que diferencia a un niño de un adulto; en ese sentido, la Organización Mundial para la Educación, dejó claro -desde 1996- que “si jugar es típico del niño, si la infancia es una edad de juego, si la actividad más extensa, más intensa, más característica de la infancia es la ludicidad, no se puede concebir la infancia sin juego. Impedirle jugar es robarle la infancia al niño, anticipar la vida adulta”; por lo tanto, el derecho que los infantes tienen a las actividades lúdicas es inalienable de su condición de niño.
Para el lamentable caso que hoy nos ocupa, es necesario aclarar que los juegos y las actividades recreativas -a que los niños tienen derecho- deben ser propias de su edad, y que para los efectos de la Convención, se entiende por niño -o niña- a todo ser humano menor de dieciocho años de edad (a menos que las leyes pertinentes reconozcan antes la mayoría de edad).
La exposición anterior, se hace necesaria debido a que hace unos días trascendió el inaceptable secuestro, tortura y asesinato de Christopher Raymundo Márquez Mora, de tan solo 6 años de edad, luego de que un grupo de “amigos” -de entre 12 y 15 años de edad- “jugara” a secuestrarlo; “juego” que definitivamente no encuadra en los derechos propios de ninguna edad, y mucho menos en el de la infancia.
Tan pronto se supo del caso, la sociedad chihuahuense comenzó a manifestar -vía redes sociales- indignación y a pedir justicia para Christopher; esto último, debido a que a la Fiscalía de Chihuahua informó que -de acuerdo a las leyes locales- sólo dos de los cinco menores implicados en el asesinato podrán ser recluidos en caso de ser declarados culpables.
Es entendible que ante un hecho tan estremecedor e inaceptable, la sociedad exija -legítimamente- que no sea otro de tantos casos que queden en la impunidad; sin embargo, es importante considerar que tanto la víctima, como los presuntos asesinos, son niños; niños a quienes evidentemente el Estado no les garantizó el ejercicio pleno de sus derechos.
Y es que al ser México uno de los Estados Partes de la Convención sobre los Derechos del Niño, está obligado a respetar y garantizar los derechos enunciados en los tratados internacionales.; es decir, pedir que los presuntos asesinos sean tratados como adultos, es una violación no sólo a las leyes mexicanas, sino también a los tratados internacionales que tienen como finalidad asegurar al máximo la supervivencia y el desarrollo de la infancia.
Como era de esperarse, la clase política en el poder empezó a “aventar” culpas o lavarse las manos, y lo sucedido a Christopher se debe al deterioro del tejido social.
Sin duda alguna, el deterioro del tejido social tiene mucho que ver en este y otros casos en los que menores de edad han estado involucrados en delitos de alto impacto; sin embargo, este deterioro no es una “causa”, sino un efecto de lo que acertadamente ha señalado la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM): la muerte del menor es una expresión de la normalización de la violencia y de la presencia del crimen organizado, y de una evidente ausencia de políticas públicas integrales.
Como ya se dijo, esta no es la primera ocasión en que un menor de edad comete un delito de alto impacto, pero “jugar” a secuestrar, torturar y asesinar, como lo hicieron con Christopher, es un hecho que también refleja la impunidad y la corrupción que imperan en el país.
No basta pues con que el juicio en contra de los cinco menores de edad sea agilizado -por tratarse de un caso “excepcional”-, ni con que se promuevan reformas legislativas para que -desde los 12 años de edad- los niños que cometan algún delito puedan ser procesados penalmente; lo que hace falta, es que el estado Mexicano asuma sus responsabilidades y actúe en consecuencia para garantizar los derechos de los niños mexicanos, y lograr su desarrollo social y humano de manera integral.
En esta ocasión concluyo con lo dicho alguna vez por el filósofo y empresario inglés, William Penn: “Los niños tienen que jugar más con herramientas y juegos, dibujar y construir; tienen que sentir más emociones y no tantas preocupaciones por problemas de su tiempo.”
Aída María Holguín Baeza
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