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La cena…por Luis Villegas

Bien podrán decir que no están para leer mis tarugadas y les doy la razón.

 

El asunto es que esta semana, por prudencia (apenas nos estamos conociendo), he decidido no abordar ciertos temas, ásperos por naturaleza, y que van de las mentiras de nuestro guía moral a la imbecilidad de nuestro otro guía moral, y me van a perdonar ustedes tanta reserva y críptica alusión pero ya dije: Este año no pienso mojar mi pluma en bilis, por lo menos los primeros meses del año.

 

Así que, como el pago de predial, voy a aprovechar los meses de enero y febrero para estarme sosiego y ponerme en orden respecto de nuestras autoridades civiles, que tienen mucho de lo último y poco de civilidad.

 

Como sea, esta semana transcurrió en santa paz, excepto para Luis Abraham, con quien retomé la sana costumbre de irnos a jugar billar y dominó. Teníamos más de un año que no nos reuníamos con tan lúdico propósito y resultó que esta semana sí y pues total, fuimos.

 

¡N’ombre! ¡Pobre muchacho! Empezamos por jugar “Bola 8”; para quién no conoce las reglas del juego, ahí van: Acomoda Usted las bolas en un triángulo -sé que suena a especie de albur, pero no, es literal-, acomoda Usted las quince bolas en un triángulo, del 1 al 15, y las coloca en el extremo superior de la mesa; luego, con la blanca, despeja desde el otro extremo y quien emboque la primera bola decide el turno; si la primera es lisa (del 1 al 7) deberá embocar bolas lisas; si es rayada (del 9 al 15), deberá embocar éstas; gana el jugador que emboque primero su grupo de siete bolas y luego emboque, de manera legal, la bola 8.

 

En resumen: de diez partidas gané ocho y perdí dos, emboqué la bola ocho antes de tiempo una vez (no había embocado todas mis siete) y la emboqué junto con la blanca (la segunda vez). “Total, Luisito”, le dije, “yo creo que nos divertimos más si juego solo; yo me ahorro un turno y tú la humillación”.

 

Pasamos a la mesa de dominó. Pierde el que alcanza primero cien puntos. Tres partidas y perdió dos de tres. Total, no da una.

 

Hubo un momento, un breve instante, en que parecía un asunto que habría de quedar en tablas. Al inicio de la segunda partida empezamos a jugar y, el muy bestia de yo, le hice el juego de tal suerte que terminó en siete turnos y yo hice como 150 puntos. Luego me rehíce y culminó en la humillación a que ya he hecho referencia y que, por medio de estos párrafos, deja de ser ignominia privada para convertirse en escarnio público.

 

Ya veremos cómo nos va el miércoles de la próxima semana. Me imagino que el resultado debe repetirse a partir de la lógica natural de las cosas, que se puede resumir con el conocido adagio aquél de que: “Quien nace p’a tamal, del cielo le caen las hojas”.

 

El jueves fui a mi taller de literatura; y, ni modo, dado que he decidido transitar por el carril de la prudencia (la ando cortejando, ya dije), he aquí el fruto de esos inspirados afanes y que sirve título a estas líneas.

 

         En el taller nadie lo entendió. A ver si aquí…

 

LA CENA.

Continuará…

 

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Ya presenté el Juicio de Amparo. Resulta innecesario glosarlo, visto que lo agrego a esta reflexión, con todos sus anexos, para que ustedes juzguen si tengo derecho …

, que es la dirección de mi blog; en mi en mi cuenta de Facebook (Luis Villegas Montes) o a través de mi correo electrónico; o bien, síganme en los medios que gentilmente me publican cada semana.

 

Luis Villegas Montes.

luvimo6608@gmail.comluvimo6614@hotmail.com

 

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