LA CUCARACHA QUE NO QUIERE CAMINAR.
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“La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar; porque le falta, porque no tiene (…)”. |
Hace tres días, leí un artículo publicado el 24 de marzo de 2015 por el periódico El Universal, suscrito por Alejandro Hope, que lleva por título: “Mariguana: La discusión no es binaria”. Al margen de qué tan de acuerdo pueda estar uno -como ciudadano, como político, como padre de familia o como plácido y vulgar “pacheco” o “pacheca” (para que luego no digan que discrimino)- con el tema de su legalización, el planteamiento de fondo me gustó.
Buena parte de lo que ocurre en este país tratándose de los asuntos de interés colectivo, de las discusiones y debates políticos, se los lleva el traste por ese afán maniqueo del “todo o nada” al que son tan afectos los populistas y demagogos.
Dice el articulista: “La mariguana se discute en clave binaria. A la prohibición vigente, se ofrece como alternativa un modelo comercial, a la manera del tabaco o el alcohol. Con más o menos regulaciones, con más o menos impuestos, pero en el molde de distribución de las sustancias legales”. Y agrega categórico: “Esa dicotomía es paralizante”.
Y tiene razón; la gran dificultad es que buena parte de los asuntos públicos son planteados de ese modo “paralizante”: ¿Sí o no? ¿Estás conmigo o estás contra mí? ¿Te salvas o te condenas? Y por lo general -horror de ídem., o séase, “horror de horres”- quien suele emplazar a la parte contraria con ese tipo de disyuntivas, es el que se asume como “el bueno” de la película.
Respecto de este tema -del que no pienso adelantar mi opinión en estos párrafos (vaya uno a saber qué callos pisa)-, el autor del artículo en comento señala que existen por lo menos una docena de alternativas, de posibles marcos regulatorios (visible en el sitio http://ow.ly/KHX7V) que van de uno a otro extremo: Desde la prohibición absoluta hasta un mercado casi enteramente desregulado; y una gama de “puntos intermedios” que incluyen, por ejemplo:
1. Legalizar el cultivo para autoconsumo y regalo, pero mantener una prohibición para la comercialización;
2. Establecer un régimen de tolerancia para la venta detallista, sin alterar la prohibición para la producción (el modelo holandés);
3. Permitir la creación de cooperativas de consumidores, a la manera de los clubes sociales de cannabis en España;
4. Establecer un monopolio estatal en todas o algunas de los eslabones de la cadena productiva -esa sí no, por Dios-;
5. Legalizar la producción, distribución y comercialización, pero sólo para organizaciones sin fines de lucro; y un amplio etcétera.
Insisto, como Luis Echeverría, en este asunto yo no estoy a favor ni en contra, sino todo lo contrario. Lo que sí no me cabe duda, es que en cualquier ámbito de la vida pública se hace necesario un debate de esa índole; un intercambio de pareceres, de ideas, de opiniones, de propuestas; no de adjetivos o descalificaciones.
Buena parte de que podamos avanzar en la construcción de un Estado más pleno, más democrático, más “inteligente”, más creativo, dependen de cómo ventilemos los asuntos públicos o la respuesta que les demos cuando nos son planteados. Como escribe Hope, aunque en el contexto de su artículo, lo que ahí afirma es válido para cualquier discusión política: “Pensar en términos de un continuo regulatorio y no de decisiones binarias (prohibir/legalizar) abriría la puerta para una discusión más sofisticada sobre costos y beneficios. Asimismo, permitiría construir soluciones que atiendan las dudas y temores específicos de diversos sectores de la población”.
Sería deseable -y enriquecedor y apasionante y fantástico- escuchar debates más sofisticados sobre “costos y beneficios” de las políticas públicas en general, orientados a construir soluciones que atendieran a las dudas y temores de los distintos sectores de la población; que a condenas inclementes que no admiten disensos.
Desafortunadamente, todavía en México la política se parece mucho a esa cucaracha que no quiere caminar; y es posible que no lo haga porque le falta, porque no tiene… ideas qué ventilar.
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Luis Villegas Montes.
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