Home » Destacados » La policía no es la solución, pero…por Carlos Murillo

La policía no es la solución, pero…por Carlos Murillo

Más policía no significa más seguridad. Una sociedad sana, pacífica, libre y equitativa, amistosa, no necesitaría este tipo de protección hacia dentro de sí misma o de un ejército que amenazase al exterior. Pero una sociedad así es más una aspiración que una realidad actualmente.

 

En las democracias neoliberales, tanto como en las sociedades totalitarias, existe un aparato  de seguridad al servicio del Estado; ese aparato, escudado en el discurso de la justicia y el bien, utiliza la violencia en todas sus formas y se hace  aliado de los grupos de poder traicionando a la sociedad que debe servir. Este grupo civil armado que puede ser secreto, antidisturbios, militarizado y hasta ejecutorio, se le denomina policía.

 

Una de las grandes tendencias de la ideología neoliberal es la utilización de la policía para imponer el “orden y progreso” a fuerzas, así sea reprimiendo cualquier manifestación que vaya en contra de sus programas o desacreditando y persiguiendo a personas y grupos opositores, defendiendo así sus intereses y de paso convirtiendo a la policía en sus cómplices, aunque a veces también combaten a la delincuencia. Los Estados policiacos son la moda en el neoliberalismo, haciendo la libertad tan ficticia como la igualdad y equidad, al estilo de los Estados Unidos con sus dos millones de encarcelados y sus cárceles privadas.

 

La siguiente  propuesta  de policía especializada, está inspirada por la policía  municipal de Ciudad Juárez a cargo de Julián Leyzaola, quien ha optado por la limpieza social y la violación a los más mínimos derechos humanos, tratando a las personas como delincuentes en potencia, sospechosos de cualquier cosa, con el visto bueno del alcalde priista, Héctor “Teto” Murguía y las élites económicas locales, incluida la iglesia católica. Ante este panorama de terrorismo de Estado y ante la imposibilidad de desaparecer dicho aparato, aquí una propuesta amable y humana para profesionalizarlos, que podría incluso reivindicarlos socialmente, aunque soñar no cuesta nada:

 

Policía ecológica. Sería la encargada de parar la contaminación al medio ambiente del transporte (público y privado) así como de las empresas; vigilar el respeto a la naturaleza, el cuidado del agua, que no se abuse del ruido, del desperdicio de recursos no renovables o se concentren en pocas manos.

 

Policía escolar. Se encargaría tanto de vigilar que no haya abusos de los maestros hacia el alumnado, ni entre el alumnado (bullying) así como de recoger a niños y niñas de la calle o explotados laboralmente, para llevarles a la escuela; también estaría vigilante de que lleguen los recursos a las aulas y que no se cobren cuotas a los padres y madres de familia.

 

Policía Protectora de animales. Aunque para los animales no existen derechos, si sufren las consecuencias del maltrato humano de múltiples formas; esta policía vigilaría desde los rastros, corridas de toros y peleas clandestinas de perros y gallos, hasta el trato doméstico a mascotas.

 

Policía antimonopolios. A esta policía le tocaría atacar a los grandes grupos de poder económico. Evitarían desde despidos y leyes injustas, hasta competencias desleales, mercados negros, las altas tarifas y precios y los acaparamiento de productos y servicios. Pondría especial atención a la protección de sueldos y prestaciones laborales y perseguiría a los grandes evasores de impuestos.

 

Policía gay. Como su nombre lo dice, estaría encargada de tratar asuntos de las identidades sexuales, cuyas sociedades son frecuentemente abusadas incluso, por la propia policía. Esta policía estaría integrada necesariamente por agentes gays y transgénero.

 

Policía antirracista. Acudiría a prestar sus servicios ante la discriminación de todo tipo: étnica, sexual, etial, religiosa, con especial énfasis en la protección de los grupo indígenas; vigilaría desde los insultos racistas hasta la discriminación laboral. En vez de desaparecer gente, ayudarían a combatir el racismo en México.

 

Policía anticorrupción. Estaría en sus manos la vigilancia de las y los políticos, partidos y funcionarios públicos, por eso de los frecuentes robos y engaños a la nación de este singular grupo. Aquí el énfasis estaría desde las promesas de campaña hasta acciones consideradas como traición a la patria.

 

Policía clerical. Esta policía especializada se encargaría de todo abuso relacionado con las iglesias de toda denominación, particularmente de los casos de pederastia tan frecuentes de los sacerdotes católicos, que además gozan de impunidad actualmente, pero también combatiría a las religiones fraudulentas y engañosas.  

 

Policía fronteriza. Como respuesta a los frecuentes abusos e invasiones de la Border Patrol (patrulla fronteriza) y esporádicos ataques de ciudadanos de Estados Unidos hacia México, esta unidad daría cuenta de la protección de las y los connacionales en el norte del país. (Ya existe el Grupo Beta, pero como si no existiera).

 

Policía comunitaria. Es una especialidad existente, pero ahora se especializaría en evitar las conductas egoístas individuales y de grupo, evitando la concentración de poder y generando confianza entre las personas, unidad y autogestión, de tal manera que se hiciese innecesaria la presencia e incluso existencia policiaca.

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *