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Las batallas de mayo – Aída Holguín

Las batallas de mayo
Conforme pasa el tiempo, cada vez son menos las personas que conocen los acontecimientos que fundamentan y le dan sentido al carácter de “inhábil” a los días 1° y 5 de mayo. Es por eso que este texto se centra en la reflexión sobre el marco histórico que sostiene a los “puentes” de mayo.
Se trata de dos batallas de diferente índole que desarrollaron en diferentes ámbitos y momentos; sin embargo, ambas tienen dos cosas en común: corrió sangre, pero se logró el bien común.
En el caso del 1° de mayo, Día del Trabajo, sus orígenes se remontan al año 1886, cuando los sindicatos de Estados Unidos iniciaron formalmente una batalla para conseguir que la jornada laboral se estableciera en 8 horas. En apego a esta premisa, acordaron que partir del 1° de mayo los trabajadores laborarían solo 8 horas y que, si los patrones no lo aceptaban, iniciarían una huelga general.
Cuenta la historia, que muchos trabajadores sí lograron el objetivo; sin embargo, muchos de los que no lo lograron (como sucedió en Chicago) comenzaron la huelga que rápidamente se trasformó en enfrentamientos violentos y sangrientos iniciados por la policía. A los pocos días de haber comenzado la huelga, se llevó a cabo una manifestación en la Plaza Haymarket, lugar en el que un desconocido lanzó un artefacto explosivo, y fue esa situación la que sirvió como pretexto para que la policía empezara con la cacería de líderes. Este último hecho es el que originó el Día del Trabajo; es decir, el día que debe servir para para recordar el esfuerzo y sacrificio de los “Mártires de Chicago” que fueron injustamente enjuiciados, inculpados y condenados (a prisión o a muerte) por participar en una batalla en la que exigían un horario laboral del que ahora muchos gozan, pero pocos valoran.
En el caso del 5 de mayo, se conmemora una batalla que, desde 1862, enorgullece a los mexicanos por el hecho de ser la primera vez que el ejército mexicano logró vencer a un cuerpo militar mejor preparado (en todos los aspectos).
Obviamente, el orgullo -que hasta la fecha debe causar el resultado obtenido por el ejército mexicanos aquel 5 de mayo- no radica en su aspecto sangriento y mortal, sino en que se trató de un acontecimiento que sirvió para elevar la moral de pueblo mexicano que, en aquel entonces, estaba sumamente desanimado por lo que se visualizaba como un hecho: México sería invadido por Francia.
Como todo mexicano debería saber, la Batalla de Puebla es un suceso que va más allá de haber vencido (a “trancazos”) al ejército francés. Dicho en otras palabras, la conmemoración de esta fecha histórica debe estar dirigida a reconocer que cuando hay voluntad y amor a la patria, es posible vencer (bajo cualquier circunstancia) a cualquier extraño enemigo (nacional o extranjero) que ose profanar (literal o en sentido figurado) con sus plantas el suelo de México.
Por todo lo anterior, y muchas otras cosas más, las batallas de mayo siguen siendo (a pesar de que en ambas corrió sangre) un referente de todo lo bueno que puede suceder cuando hay voluntad y las acciones están verdaderamente orientadas al logro del bien común y al fortalecimiento de la democracia.
En esta ocasión, casualmente concluyo con lo dicho por un francés. El sociólogo, Alain Touraine: “La democracia sería una palabra muy pobre si no fuera definida por los campos de batalla en los que tantos hombres y mujeres combatieron por ella. Si necesitamos una definición fuerte de la democracia, es en parte porque hay que oponerla a aquellos que, en nombre de las luchas democráticas antiguas, se constituyeron y siguen constituyéndose en los servidores del absolutismo y la intolerancia”.
Aída María Holguín Baeza

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