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¿Legislar para quién?…por Aída María Holguín

De qué sirven las promesas de velar por los intereses del país, cuando una mínima parte de los que llegan al poder rescatan la palabra empeñada, y el desempeño de muchos otros deja mucho que desear.

Lo anterior, merece una reflexión respecto al quehacer público en México, porque las desagradables experiencias históricas en las que legisladores y servidores públicos han abusado de su investidura y posición para regalarle a unos cuantos los bienes de la nación, sólo han provocado que el círculo vicioso crezca: a mayor decepción, mayor es el abstencionismo a la hora de votar.  El resultado: legisladores y “servidores públicos” que en su mayoría atienden a intereses privados y/o partidistas y abusando de la representación que el pueblo les confirió.

 Este círculo vicioso, se alimenta de la falta de participación de una ciudadanía en los temas de interés público; es decir, de una sociedad mal informada que de manera indirecta elige que la mayoría de nuestros “representantes” no sean los más adecuados para defender lo que todos los mexicanos realmente necesitamos.  Dicho en otras palabras, terminan eligiendo (a través del abstencionismo) a “representantes” que llegan apoyados de las minorías, y no atienden las problemáticas de las mayorías.

 

En México estamos urgidos de leyes, que en su conjunto, sirvan como una herramienta clara y precisa para todos, y no sólo como herramienta que por su ambigüedad únicamente beneficia a unos cuantos.

 

En ese sentido, resulta prioritario que en la agenda pública se busque -y se encuentre- la manera de que en verdad haya una democratización de los medios de comunicación, ya que éste es un tema transversal a la sociedad mexicana.  Reivindicar la relación medios-estado es esencial, porque hoy por hoy, ésta se encuentra desvirtuada gracias al propio estado. .

 

Los medios de comunicación en México deben asumir y aceptar la gran responsabilidad social que tienen sobre la toma de decisiones (individuales y/o grupales) de la sociedad.

 

Siendo instrumento de información para los ciudadanos, los medios de comunicación masiva, debieran desempeñar un papel de “servicio a la sociedad”, y no el de servirse a sí mismos o de servir al estado como ha venido sucediendo desde hace muchas décadas.

 

La voluntad política puede -y debe- ser parte definitoria en la manera en que las reformas constitucionales se concretan a través de las leyes secundarias.  Esta voluntad, consiste en actuar con un enfoque de atención a las demandas ciudadanas, y dejando a un lado las presiones que ejercen los poderes fácticos.

 

Sin duda alguna, la participación de la sociedad civil es fundamental para ejercer la presión necesaria que se requiere para que los encargados de las políticas públicas entiendan de una vez por todas que su compromiso es con los ciudadanos.

 

Volviendo al tema del papel que juegan los medios de comunicación en la sociedad, es importante recalcar que sólo mediante el esquema de la democratización de los medios, es se podrá equilibrar el manejo de la información que es fundamental en la toma de decisiones; lo cual a su vez, contribuirá a la ruptura del círculo vicioso que ha llevado a México a un retroceso democrático, poniendo en riesgo su soberanía.

 

El estado mexicano está obligado no sólo a facilitar los recursos necesarios para incrementar la oferta de canales comerciales; también tiene la obligación de incentivar la creación medios públicos que constituyan alternativas informativas para los ciudadanos; esto, además de crear instituciones realmente autónomas que regulen y vigilen su cumplimiento.

 

México necesita de representantes decididos y comprometidos con la pluralidad y la defensa de los intereses públicos.  La sociedad mexicana no puede seguir condenada a vivir desinformada solo porque a unos cuantos les conviene.  Se requiere pues, de un ejercicio pleno de la soberanía, porque esto implica que la sociedad deje de tolerar y aguatar las malas prácticas que por décadas la clase política ha asumido, y que van en contra de la propia Constitución, situación que -de manera aberrante- terminan plasmando en las leyes que de ella -y de ellos- emanan.

 

Finalizo en esta ocasión con una reflexión del economista, político, escritor y francés, Frédéric Bastiat: “La ley se ha pervertido bajo la influencia de dos causas muy diferentes: el egoísmo carente de inteligencia, y la falsa filantropía”.

 

Aída María Holguín Baeza

Correo: laecita@gmail.com

De qué sirven las promesas de velar por los intereses del país, cuando una mínima parte de los que llegan al poder rescatan la palabra empeñada, y el desempeño de muchos otros deja mucho que desear.

 

Lo anterior, merece una reflexión respecto al quehacer público en México, porque las desagradables experiencias históricas en las que legisladores y servidores públicos han abusado de su investidura y posición para regalarle a unos cuantos los bienes de la nación, sólo han provocado que el círculo vicioso crezca: a mayor decepción, mayor es el abstencionismo a la hora de votar.  El resultado: legisladores y “servidores públicos” que en su mayoría atienden a intereses privados y/o partidistas y abusando de la representación que el pueblo les confirió.

 

Este círculo vicioso, se alimenta de la falta de participación de una ciudadanía en los temas de interés público; es decir, de una sociedad mal informada que de manera indirecta elige que la mayoría de nuestros “representantes” no sean los más adecuados para defender lo que todos los mexicanos realmente necesitamos.  Dicho en otras palabras, terminan eligiendo (a través del abstencionismo) a “representantes” que llegan apoyados de las minorías, y no atienden las problemáticas de las mayorías.

 

En México estamos urgidos de leyes, que en su conjunto, sirvan como una herramienta clara y precisa para todos, y no sólo como herramienta que por su ambigüedad únicamente beneficia a unos cuantos.

 

En ese sentido, resulta prioritario que en la agenda pública se busque -y se encuentre- la manera de que en verdad haya una democratización de los medios de comunicación, ya que éste es un tema transversal a la sociedad mexicana.  Reivindicar la relación medios-estado es esencial, porque hoy por hoy, ésta se encuentra desvirtuada gracias al propio estado. .

 

Los medios de comunicación en México deben asumir y aceptar la gran responsabilidad social que tienen sobre la toma de decisiones (individuales y/o grupales) de la sociedad.

 

Siendo instrumento de información para los ciudadanos, los medios de comunicación masiva, debieran desempeñar un papel de “servicio a la sociedad”, y no el de servirse a sí mismos o de servir al estado como ha venido sucediendo desde hace muchas décadas.

 

La voluntad política puede -y debe- ser parte definitoria en la manera en que las reformas constitucionales se concretan a través de las leyes secundarias.  Esta voluntad, consiste en actuar con un enfoque de atención a las demandas ciudadanas, y dejando a un lado las presiones que ejercen los poderes fácticos.

 

Sin duda alguna, la participación de la sociedad civil es fundamental para ejercer la presión necesaria que se requiere para que los encargados de las políticas públicas entiendan de una vez por todas que su compromiso es con los ciudadanos.

 

Volviendo al tema del papel que juegan los medios de comunicación en la sociedad, es importante recalcar que sólo mediante el esquema de la democratización de los medios, es se podrá equilibrar el manejo de la información que es fundamental en la toma de decisiones; lo cual a su vez, contribuirá a la ruptura del círculo vicioso que ha llevado a México a un retroceso democrático, poniendo en riesgo su soberanía.

 

El estado mexicano está obligado no sólo a facilitar los recursos necesarios para incrementar la oferta de canales comerciales; también tiene la obligación de incentivar la creación medios públicos que constituyan alternativas informativas para los ciudadanos; esto, además de crear instituciones realmente autónomas que regulen y vigilen su cumplimiento.

 

México necesita de representantes decididos y comprometidos con la pluralidad y la defensa de los intereses públicos.  La sociedad mexicana no puede seguir condenada a vivir desinformada solo porque a unos cuantos les conviene.  Se requiere pues, de un ejercicio pleno de la soberanía, porque esto implica que la sociedad deje de tolerar y aguatar las malas prácticas que por décadas la clase política ha asumido, y que van en contra de la propia Constitución, situación que -de manera aberrante- terminan plasmando en las leyes que de ella -y de ellos- emanan.

 

Finalizo en esta ocasión con una reflexión del economista, político, escritor y francés, Frédéric Bastiat: “La ley se ha pervertido bajo la influencia de dos causas muy diferentes: el egoísmo carente de inteligencia, y la falsa filantropía”.

 

Aída María Holguín Baeza

Correo: laecita@gmail.com

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