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Lo del agua…por Rafael Velázquez Ramírez

LO DEL AGUA…
(¿Al agua?)

RAFAEL VELAZQUEZ RAMIREZ
(ONASSIS)
Desde tiempo inmemorial, nuestros antepasados, tanto indígenas como españoles y uno que otro arrimadijo, ya se quejaban de la falta de agua en la región. Y no, no se referían a la que cae del cielo o surge de la tierra no. Ellos sufrían porque no salía agua potable de las llaves o grifos de sus casas. Esto, en primer lugar, se debía principalmente, como ya lo habrá adivinado el inteligente lector y la bella y remojada lectorcita, a que las antes mencionadas llaves o grifos no existían. Estas son situaciones que escapan a nuestro pragmático raciocinio… En aparente contraposición a lo anterior, nuestros tatarabuelos también se quejaban de las inundaciones que con envidiable constancia y asiduidad empapaban a la ciudadanía. Y la causa era la misma: total carencia de infraestructura hidráulica. Así que los arroyos, arroyitos, arroyotes y el caudaloso Río san Gregorio, hoy Parral, se salían de madre y hacían un santo relajo cuando se convertían en riadas, provocando el ahogamiento, constipamiento, acatarramiento y males reumáticos entre los sufridos parralenses…

Esta horrible situación provocó la fundación de lo que en el futuro se conocería con el halagüeño nombre de Junta Municipal de Aguas y Saneamiento, si la inefable JMAS. Y con ello una carretada de administradores a cual más voraces y convenencieros. La negra crónica oculta de la historia, nos señala como algunos de estos administradores de las aguas municipales, cercenadores de la patria y benefactores de sí mismos, fueron empalados, emasculados, quemados y desollados vivos por las fuerzas vivas y sedientas de la comunidad del Parral… Todo parece indicar que cuando los ciudadanos iban a pagar su cuota de agua y señalaban un cobro excesivo, la ausencia del vital líquido en sus hogares o el por qué algunos habitantes pagaban menos o de plano no pagaban, los administradores de la linfa se ponían flamencos y salían con la gansada de que: “Dios da el agua pero no la entuba. Lo que se paga es el servicio no el líquido”. Esto, como es comprensible, hacía hervir la sangre apache de la parraliza y provocaba el linchamiento de los responsables de la justa distribución y cobro del agua. Existen espíritus aventureros que proclaman que esas han sido las contadas veces en que la verdadera justicia ha tocado la capital Mundial.

El inteligente lector y la bella y cauta lectorcita, pensarán que esos puestos nadie los quería tocar debido al riesgo que representaban. Craso error. Tanto en aquél, como en este entonces esos puestos administrativos eran y son muy codiciados, no solo por los emolumentos que proporcionan, ni por que generan “buscas” muy apreciadas, si no por el caché que da el ser ungido por la máxima autoridad en ese pseudotrono.

Actualmente se lleva a cabo, con mucho tacto, un jaladero de cobijas para saber quién debe el agua y quien no la apagado desde el tiempo de la fundación. Obvio es decir que al perro más flaco se le cargan las pulgas, es decir los cobrones, digo cobradores, se abalanzan en depredadora acción recaudatoria contra los que menos deben o se les venció en recibo hace quince minutos. En cambio a aquellos que deben sumas que le dan punto y raya al presupuesto anual del Estado de México, se les trata con deferencia y comedimiento. Se les habla de “usted” y se les pide “de favor” acudan a “regularizar” su situación, mediando el condonamiento de multas y la aplicación de algún descuento… ¡Pero ni por esas pagan!. Alegan que “las deudas se hacen viejas y las viejas deudas no se pagan”. Esgrimen a su favor que debido a su alta estirpe, su rancio (muy rancio) abolengo, la pureza de su prosapia y lo trinchón de su apellido, tanto ellos, como las deudas están considerados tesoros y joyas arqueológicas que son protegidas con tesón, ahínco y sin pudor alguno por el INHA, que Satanás confunda…

El profesor Asunción Mendoza, a la sazón administrador de la JMAS, anda de teté a teté como romero en eterna peregrinación, ateniéndose a la buena voluntad y el noble corazón de los deudores de altos vuelos, (entre ellos los comerciantes, mismos que constituyen morosa legión) aunque es de todos conocido que estos señores no son hermanitas de la caridad y que son capaces de dejarse sacar un ojo o un litro de sangre, antes de desembarazarse de las amadas monedas que han atesorado, gracias a NO pagar el servicio de agua por los siglos de los siglos. Amén.

Ante semejante cinismo y desfachatez, estos señores deben tener cuidado de no ir a incendiar la sangre apache que corre por nuestras venas, ya que, en una de esas, los incendiados van a ser ellos.

PD.- Por si las dudas, preparemos ocote, mezquite y leña de pirúl para las próximas piras justicieras… Entonces sí van a pedir agua, los descastados. Ese agua que nunca pagaron y que, por lo tanto, no debieron recibir…

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