Los cincuenta mandamientos de AMLO…por Aída María Holguín
-FRASEARIO-
Antes de irse de vacaciones, el -prácticamente- presidente electo de México (que -también prácticamente- ya ejerce las facultades del Presidente de la República), Andrés Manuel López Obrador, presentó cincuenta “lineamientos generales para el combate a la corrupción y la aplicación de una política de austeridad republicana” que pretende sean obedecidos durante su administración.
Ante ese hecho, y considerando la actitud mesiánica que ha caracterizado a López Obrador, me fue imposible no relacionar dicho acontecimiento con lo narrado en el Éxodo 34:28 contenido Antiguo Testamento. Ese pasaje bíblico en el que se plasma el momento en el que Moisés “escribió sobre las tablas las palabras de la alianza, es decir, los diez Mandamientos”.
En ese sentido, López Obrador ya debe entender (por su propio bien) que aunque ya haya perdonado a un sinfín de pecadores (más los que se vayan acumulando) y ya haya dictado no diez, sino cincuenta mandamientos, está muy lejos de ser un mesías.
Volviendo al asunto específico de los cincuenta mandamientos de AMLO, es importante saber que, en términos generales, se trata de una serie de acciones que Andrés Manuel López Obrador considera fundamentales para combatir la corrupción y terminar con los dispendios de la burocracia.
Concediéndole el beneficio de la duda, se trata pues de un “primer borrador” de su plan de gobierno. De un instrumento que, hasta cierto punto, ha servido como medio para mostrar la voluntad política de López Obrador. No obstante, es importante que AMLO ponga los pies sobre la tierra y comprenda que, para “cambiar el mundo”, no bastará con su sola voluntad (entendida como el autoritarismo que también lo caracteriza) ni con los mandamientos que dicte porque, independientemente del número de mandamientos, es el principio de justicia el que, en teoría y práctica, deberá orientarlos siempre.
El caso es que a partir de “ya”, Andrés Manuel López Obrador debe esforzarse mucho más porque, ahora, la obligación de respetar la voluntad del pueblo es mucho mayor. Es decir, tiene que estar permanentemente al pendiente de lo que el pueblo (no solo sus adoradores) le diga y, en congruente consecuencia, atender oportuna y adecuadamente lo que el pueblo le demande… ¡Es justo y necesario!
Finalizo en esta ocasión, citando lo dicho alguna vez por el reconocido dramaturgo trágico de origen griego, Sófocles: “Si queremos mantener nuestra democracia, debe haber un solo mandamiento: ¡No racionarás la justicia!”.
Aída María Holguín Baeza
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Aída María Holguín Baeza
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