Malas noticias sobre las buenas noticias…por Luis Villegas
Cuando el Adolfo me dijo muy orondo que quería estudiar literatura creativa yo sentí como un estremecimiento, mezcla de estupor, desaliento e incredulidad.
Ya oía yo a mi hermana Patty, con ese espíritu práctico que la caracteriza, preguntando algo así como: “¿y de qué demonios va a vivir? ¿Qué va a comer?”. Haciéndome eco de esa interrogante en mi pecho sólo había cabida para la zozobra; me sentía como —me imagino que así deben sentirse— esos papás grandotes, bigotudos, con un peluche en el pecho como de taxista, a los que un día su retoño les dice: “papá, quiero ser bailarín del Bolchoi”; ¿qué haces? Nada, quererlo más; que sufra el infeliz; que no tenga la excusa de que no lo quisieron de chiquito.
Pues así yo, si no grandote, bigotón y peluchento, por lo menos con el ánimo entero le dije que sí (y no nomás dije que sí, hasta la escuela estoy pagando). ¡Cómo no vino la Providencia a taparme el hocico!
Esto bien podría quedar en anécdota, pero no; quedó en lección de vida. Me explico: resulta que leí un libro de Andres Oppenheimer, “Saìlvese quien pueda”1 (si usted no lo ha leído, inmediatamente deje de hacer lo que está haciendo, vaya y cómprelo y léalo). Es un chapuzón de realidad, entre horripilante y esperanzador.
Digo que es así, porque el mentado libro ofrece un panorama que para algunos puede resultar espantoso y para otros no tanto. La idea central (se anuncia desde el subtítulo) la resumo en dos párrafos: existe un estudio de la Universidad de Oxford que pronostica que el 47% de los empleos corren el riesgo de ser reemplazados por máquinas en Norteamérica en los próximos 15 años; de muestra, Oppenheimer ofrece varios ejemplos; cito tres: Kodak, que tenía 140 mil trabajadores, fue empujada a la bancarrota en 2012 por Instagram, una “empresita” con apenas 13; Blockbuster llegó a tener 60 mil empleados y fue a la quiebra porque no pudo competir con Netflix, otra empresa que inició con apenas 30 personas; General Motors llegó a tener 618 mil obreros, hoy tiene sólo la tercera parte, se ve amenazada por Tesla y Google, que están desarrollando un auto autónomo; entre ambas, suman 85 mil trabajadores ¿Qué pasó?
A lo largo de las más de 300 páginas, Oppenheimer explica las consecuencias de ese fenómeno y su impacto en un montón de profesiones, una de las cuales sale muy mal parada: la comunicación; circunstancia que da pie al título de estos párrafos, ¿por qué? Con la modernidad, la búsqueda de contenidos informativos es cada vez más individualizada; adiós a la prensa crítica, objetiva, formadora de opinión; Facebook y Google ya son los principales canales de noticias en el mundo y cada vez se ocupan con mayor tesón de los gustos personales de sus usuarios; el temor de vivir en “burbujas informativas” es cada vez más real.
Otra razón para asustarse —el “Cabecita de Algodón” de AMLO es prueba de ello—, es la falta de previsión por parte de los gobiernos para hacer frente a esa ola: “cada año suelo entrevistar a diversos presidentes y ministros latinoamericanos, pero puedo contar con los dedos de una mano los que están pensando seriamente en políticas públicas para enfrentar el desempleo tecnológico que se viene”.
El lector atento estará esperando la “lección de vida”; cómo el libro vino apaciguar mi corazón de padre; hay un subtítulo denominado: “Se están produciendo más series y películas que nunca”, que da cuenta que el tiempo destinado al ocio está creciendo exponencialmente: “La buena noticia para los actores, directores, artistas de efectos visuales, guionistas y otros trabajadores de la industria del cine es que el número de empresas de contenidos visuales ha aumentado enormemente”. Ergo, con la llegada de los jueces robot (sí, leyó bien), es más fácil que primero pierda mi trabajo yo que el Adolfo.
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Luis Villegas Montes.
luvimo6608@gmail.com, luvimo6614@hotmail.com
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